El carnaval del año 2025 ha comenzado en Bolivia en noviembre del año pasado, con el primer convite en Oruro; continuando las aperturas de las carnestolendas, la primera precarnavalera de Santa Cruz fue el 25 de enero, después Tarija realizó la cabalgata de apertura del carnaval chapaco el 7 de febrero, y La Paz desenterró el pepino el 9 de febrero.
Los días del feriado de carnaval, para unos son de descanso, viaje, comida, compartir en familia; mientras que otros combinan todo ello con bailes, y muchos, muchísimos, combinan todo con bebidas alcohólicas. En todo caso, en el mundo entero, es una celebración que se realiza antes de la cuaresma, que tiene fecha variable, y que se ha descrito desde inclusive antes de Cristo aunque la evidencia muestra señales de festejos carnavaleros desde el año 1200. Las formas para festejar el carnaval son diversas, aunque el común denominador suele ser el descontrol y la permisividad.
Estamos entrando a los feriados carnavaleros con mucha incertidumbre en términos políticos y sociales, ni qué decir en cuanto a la economía, sin embargo, el carnaval no para, seguramente es un respiro en términos económicos para quienes comercializan trajes para las entradas folclóricas, globos, espumas, disfraces, también para el transporte y el turismo; por otro lado lo que nunca entra en crisis y la gente compra aunque estén caras, son las bebidas alcohólicas.
Hace poco detuvieron a un bailarín, que no había pagado su asistencia familiar, y entonando la canción “si quieres bailar morenada, tienes que tener platita”, se ha transformado a : “si quieres tener wawita, tienes que tener platita”. Este hecho invita a reflexionar sobre la responsabilidad, que no desaparece en carnaval, respecto a los hijos, o en todo caso, respecto a decidir si uno tiene o no hijos y no, por un accidente carnavalero, se tengan embarazos no deseados.
Que el descontrol no termine en hechos violentos, muertes, violaciones, pérdida de niños ni en accidentes de tránsito; que cada quien se haga responsable de lo que hace y de las consecuencias.
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Cecilia Vargas es médica y docente universitaria
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