Un llamado feminista más allá del 8 de Marzo

Opinión

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Sumando Voces

M. Isabel O. Gutierrez

El 8 de marzo no es una fiesta, que no nos engañen con los ramos de flores y felicitaciones vacías, es un día para conmemorar, un día para honrar a las mujeres que lucharon, luchan y que seguirán luchando por un mundo más justo y equitativo. Posterior a dicha fecha, no podemos permitir que la llama de la lucha se extinga. La urgencia feminista no se toma vacaciones el 9 de marzo, al contrario, es ahí donde comienza la verdadera labor: convertir el discurso en acción, la denuncia en propuesta y la conmemoración en compromiso.

Aunque Bolivia ha avanzado en marcos normativos —como la paridad política y leyes contra la violencia machista—, persisten dos ejes estructurales que perpetúan la desigualdad: la maternidad en condiciones de opresión y la desigual distribución del trabajo no remunerado. Ambos, aunque entrelazados, revelan cómo el patriarcado se sostiene en la explotación del tiempo, los cuerpos y la autonomía de las mujeres, incluso de aquellas que no son madres biológicas.

En Bolivia, el 27% de las jóvenes de 18 a 24 años abandonan estudios superiores para asumir tareas de cuidado, según datos de ONU Mujeres. No son solo madres, también hijas, hermanas y tías que asumen responsabilidades que limitan su movilidad social. Esta «maternidad expandida» —que glorifica el sacrificio femenino— condiciona trayectorias vitales, como en el ámbito educativo (la deserción universitaria femenina no es un fracaso individual, sino un síntoma de un sistema que obliga a las mujeres a postergar los estudios para cuidar); salud (persiste la brecha entre el “uso y acceso” a métodos anticonceptivos y el Derecho a decidir); política (a pesar de que Bolivia es el 3er país a nivel mundial con paridad en la Asamblea Legislativa, solo el 6% lideran comisiones claves, pues los partidos asignan cargos bajo la lógica de que “quien cuida, no gobierna”; sumado a ello, el alto índice de casos de acoso y violencia política a las mujeres, sin sentencias).

Lo que necesitamos es una transformación profunda y radical de las estructuras sociales, económicas y culturales que perpetúan la desigualdad; y la visibilidad, para el trabajo que realizamos, remunerado o no, para las barreras que enfrentamos, para las violencias que sufrimos y para las soluciones que proponemos. Porque la realidad es que, mientras las mujeres hemos incursionado en espacios históricamente negados, desafiando los techos de cristal y rompiendo los roles tradicionales, los hombres aún no han dado el paso hacia la corresponsabilidad. Aún no se han apropiado, en la misma medida, de las tareas del cuidado y del trabajo doméstico, perpetuando una división sexual del trabajo que nos sobrecarga y nos limita.

Posterior al 8 de marzo, levantémonos con más fuerza y comprometámonos a: visibilizar el trabajo no remunerado, combatir la maternidad impuesta, denunciar las violencias machistas, promover la participación política de las mujeres y construir alianzas sororas.

Este 10 de marzo, y cada día que siga, recordemos que la lucha feminista es una lucha por la vida, por la dignidad, por la libertad. Una lucha que nos concierne a todxs, porque solo juntxs podremos construir un mundo donde el 8 de marzo sea un día para celebrar la equidad. Dejemos de lado las flores marchitas y sembremos semillas de cambio. Que la revolución feminista florezca en cada rincón de Bolivia, los 365 días del año.

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M. Isabel O. Gutierrez, socióloga, activista y defensora de DD.HH.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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