Regresando al 2009…

Opinión

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Sumando Voces

Pedro Portugal Mollinedo

El año 2009 fue particularmente importante en Bolivia. El 25 de enero se realizó el referéndum sobre la nueva Constitución, consulta postergada en dos ocasiones: el 4 de mayo y el 7 de diciembre de 2008. Se abría así un paréntesis en el enfrentamiento político. Se pensaba que se inaugurarían nuevos tiempos de paz y de transformación en el país. 

Un tema que preocupaba entonces era cómo se resolverían las contradicciones que los acontecimientos políticos habían puesto de manifiesto, entre ellas, lo indígena versus lo no indígena y cómo ello influiría en la solución de los problemas comunes, sociales y políticos.

Para aportar en esa reflexión, la Fundación Boliviana para la Democracia Multipartidaria –que lamentablemente dejó de activar después del deceso de su meritorio director ejecutivo, Guido Riveros Franck– publicó ese año “Visiones del des-conocimiento entre bolivianos”, que recoge aportes de tres destacadas figuras: H. C. F. Mansilla, Félix Patzi y Javier Medina.  Ese libro refleja visiones claramente diferenciadas. Después de quince años podemos contrastarlas, juzgar su pertinencia en el análisis del momento, su mayor o menor aproximación a la realidad y su capacidad de prever el avenir político. Nos ofrece también una ventana para percibir las ideologías dominantes entonces y su eficacia y conveniencia en los momentos actuales.

H. C. F. Mansilla titula su aporte “Visiones de la sociedad en la Bolivia contemporánea”. Concibe a Bolivia como terreno en el que se tensionan dos polos, uno vinculado a tradiciones pre coloniales y el otro vinculado a la irrupción de nuevos valores: “La constelación boliviana del presente representa una temática ya experimentada en muchas sociedades y en etapas históricas anteriores…”

Mansilla constata que la ola de recuperar tradiciones endógenas, promovida por el gobierno de entonces, “en el plano socio-cultural pretende, en el fondo, consolidar identidades colectivas devenidas precarias”. En el plano técnico-económico, “esos intentos no han podido crear modelos verdaderamente diferentes con respecto a los exitosos modelos vinculados a la modernidad racional y científica”.  De ahí que, constata Mansilla, ese rechazo de la modernidad solo se haya manifestado en las “esferas de la cultura, la vida social e íntima y la religión, pero no comprende los campos de la economía y de la tecnología” y que ineluctablemente esa ideología excluyente configurada por el gobierno del MAS se limite “a ser una de las características de los líderes y las élites que hablan en nombre de las etnias indígenas, y que sean sentidas como algo mucho más débil en las masas de los campesinos y de los habitantes urbanos de origen indígena”.

Bolivia es pues para Mansilla un terreno en el que se contraponen dos visiones del mundo, la vinculada a la tradición europea occidental y la de raigambre indígena. Terreno en el cual el “camino más promisorio parece ser, por ejemplo, el de aceptar la diversidad dentro de la unidad del actual Estado boliviano”.

Félix Patzi Paco en su trabajo “La forma liberal y comunitaria como posiciones ideológicas y políticas contemporáneas”, contrapone a la fraseología descolonizadora – impregnada de culturalismo ramplón – del entonces gobierno del MAS, el concepto de descolonización como superación de la estructura colonial heredada de los españoles. Pone acento en la convivencia de las sociedades indígenas y no indígenas, en la que las últimas han mantenido incluso sus modelos económicos que deben ser concebidos como alternos y no solo producción pre capitalista en el sentido marxista: “…no es un modo de producción precapitalista como antesala del capitalismo y que necesariamente debe transitar hacia el capitalismo. Si hubiera sido así, hace mucho tiempo se habría subsumido y convertido en un capitalismo. Al contrario, las sociedades indígenas constantemente se reavivan y perviven…”.  La economía comunitaria –desarrolla Patzi– si bien se basa en instituciones tradicionales como el ayllu, el ayni…, no se ha cerrado a la influencia del entorno, sino que “acopló muchos de los elementos productivos de la modernidad occidental y en muchos casos subordinó a estos bajo un ethos comunal”.

Patzi concibe a Bolivia también como terreno en el que se contraponen dos visiones del mundo, la vinculada a la tradición europea occidental y la de raigambre indígena.  Alerta, sin embargo, que esa dicotomía puede conducir a formulaciones simplistas al escamotear las visiones del mundo populares, también existentes en Bolivia, que podrían concluir en un posible modelo civilizatorio mestizo.

El empeño de Patzi en considerar los aportes indígenas no como decorados de un sistema a transformar, sino como pautas para esa misma transformación, lo extiende a otros dominios, como el de la justicia comunitaria, que es propuesta no como exotismo étnico, sino en tanto modelo generalizable en todo ámbito, estando reservado a los “Tribunales de Excepcion” casos “específicos y que tengan que ver con la cosa pública, fundamentalmente”.

El trabajo más amplio en cantidad de páginas es el de Javier Medina: ¡143 páginas, en tanto el de Mansilla 22 y el de Patzi 31! Paginas llenas de la ideología imperante ese entonces, el posmodernismo occidental, y escritas en perfecto posmodernés.

Medina titula su aporte “Cosmovisión occidental y Caos-cosmo-con-vivencia indígena”. A partir del título mismo se percibe el afán de endilgar como indígena las peculiaridades absurdas de un momento del pensamiento occidental, lo que se confirma en la lectura de sus primeros párrafos: “…lo primero que tengo que decir es que la Indianidad no conoce algo semejante a la filosofía occidental…» Es decir, el conocimiento del indio debe ser lo que Medina pretende que sea. De ahí su afán de desposeer al indígena de su identidad social, étnica, nacional…, pues indígena es únicamente una manera de pensar y de “sentir”: “Un indígena (como los científicos de las teorías del Caos; Rene Thom, por ejemplo) no puede desligar “Cosmos” de “Caos”: ambos hacen la Pacha: la totalidad”.

Medina desvincula lo indígena del “monoteísmo abrahámico”, para insertarlo en la “kabbalah hebrea”, “la interfase occidental para dialogar con el Animismo amerindio”. Cuando el autor sale de un embebecimiento es para incurrir en otro. Tratar “objetico” lo banalmente social, le implica siempre cierta alucinación: “La agricultura andina es un “arte de la localidad”; es una forma altamente artesanal de producir, holista: no-especializada, convivial: no-mecanizada, en la que trabajo intelectual y manual van juntos y permiten la óptima coordinación de un proceso de producción muy sofisticado. Este arte de la localidad permite al comunario comprender, coordinar y desarrollar el proceso de producción de tal manera que responde mejor a sus necesidades, perspectivas, valores y caos-cosmo-con-vivencia pachasófica”.

Quince años después del 2009, el descrédito del pachamamismo, el desmoronamiento de reformas, el desbarajuste económico producto del modelo del Buen Vivir, el canibalismo político entre oficiales y soldados de la “reserva moral de la humanidad”, nos retorna a los periodos previos a la nueva Constitución que se aprobó el 2009.  Indudablemente el país espera aun consolidarse: ser Nación estable, Estado viable. Merece por ello una nueva Constitución. Releer lo entonces producido es, sin duda, recurso invaluable para profundizar algunas pistas y evitar otras.

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Pedro Portugal Mollinedo es historiador, autor de ensayos y estudios sobre los pueblos indígenas, además de columnista en varios medios impresos y digitales.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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