Pajpaku

Opinión

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Daniela Leytón Michovich

Columna de Daniela Leytón

           

De niña, paseando por San Francisco, recuerdo haberme detenido para escuchar a un vendedor que exhibía una especie de crema a base de cebo de lagarto y que con gran habilidad convocaba a las personas prometiendo que tal ungüento curaría desde un simple golpe hasta el mismísimo cáncer. Las personas se aglomeraban al rededor casi hipnotizadas y es que el arte del pajpaku estaba en “saber leer las angustias de la gente” (le voy a pedir que recuerde esta frase), por lo que no faltaron los clientes que compraron su producto con la esperanza de que funcionara.

Hace unos días, el exvicepresidente, estudiante matemático, se presentó en las tablas de un auditorio, con la promesa de hablar sobre el Estado. Empezó con una crítica a las teorías del Estado, catalogándolas de insuficientes, chatas, mientras esbozaba su característica sonrisita sobradora que sugería tener la respuesta al gran vacío en el conocimiento.

Lo sorprendente fue que el matemático utilizó la lógica y la base teórica propuesta por un respetado académico británico que viene trabajando desde hace varias décadas en el tema y no citó este trabajo como corresponde, ni lo transparentó, asunto que me pareció una absoluta falta de honestidad intelectual. Además de esto, intentó un diálogo extraño con exuberantes conceptos marxistas que no venían al caso. La disertación fue un insulto a la inteligencia y una falta de respeto a la expectativa que seguramente tenían los asistentes.

El cierre de su intervención fue cínico, horrorizó al arrancarse la máscara de remedo de cura salvador y exhibir un rostro espantoso y es que este tipo de personajes tienen la habilidad de disociarse de su responsabilidad como administradores del Estado de una forma escalofriante, peor aún, se presentan como los dioses creadores (no es una exageración).

El matemático recomendó “leer las angustias de la gente”, sin duda, no para resolverlas, sino para manipularlas, como la cremita que cura el cáncer. Sugirió además la radicalización, olvidando que la democracia implica el reto de ponernos de acuerdo entre todos los  habitantes de un país, aunque claro, para el violento golpear siempre es más fácil y la muerte de otros nunca duele.

Recordó la intervención del embajador norteamericano que pedía no votar por Evo, pero se le olvidó enfatizar que ese embajador fue un instrumento cubano y el mejor propagandista del presidente indígena en su momento. Habló de que gracias a su gobierno los pobres comieron tres veces al día, pero no mencionó la empachada de Achacollo y su potencial indigestión, que dejó  con hambre justamente a los pueblos indígenas más vulnerables.

Finalmente, habló de la acción de los grupos clientelares como algo ajeno, como si ellos no los hubieran puesto en espacios privilegiados con pactos perversos, por comodidad, por flojera y desconocimiento de como gobernar de forma ética, buscando equilibrios. Se le olvidó mencionar que el lenguaje favorito de estos burgueses es la permanente extorsión al Estado, que si algo les falta y mucho, es el amor y la piedad por este país.

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Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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