Gabriela Canedo Vásquez
“Mi delito es ser indio”, fue una de las frases que reiteradamente emitió el expresidente Evo Morales. Y así lleva por título el libro que presentamos en Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, María Teresa Zegada y mi persona. Con base en una investigación de dos años, analizamos el vínculo entre el discurso político y el racismo, con especial énfasis en los últimos años.
De acuerdo con lo visto, la eficacia del discurso político cuando apela a elementos racializados es alta, justamente porque vincula con la memoria colectiva que supone la existencia de una fisura socio cultural no resuelta, que hiere y duele. La investigación sostiene que lo pernicioso de la instrumentalización del discurso racista o contra racista es que logra antagonizar, marcando un “nosotros” frente a “los otros”, como bolsas herméticas que no tienen ninguna pluralidad en su interior, y ningún punto de encuentro. De manera particular esta demarcación que los actores políticos realizan, polariza, y se la hace en momentos de crisis con el afán de acceder o mantenerse en el poder. Es así que, los discursos que los políticos vierten, crean dos polos: en uno se encuentran los q’aras, racistas, derechistas, regionalistas y elitistas, y en el otro están los indígenas pobres, humildes, discriminados. Este antagonismo, opaca una realidad mucho más compleja, entretejida y diversa que contiene muchos matices y en la que no están exentas las relaciones de poder.
En momentos conflictivos donde el partido de gobierno veía el riesgo de perder el poder y hegemonía, inmediatamente recurría a la narrativa del racismo y el odio al indio, asumiendo una postura de victimización. Asimismo, atribuye a que quienes en algún momento se opusieron u oponen al MAS es porque rechazan al indio y son racistas. De esta manera, un discurso maniqueo, simplista y reduccionista, hace que la realidad se reduzca a dos extremos sin posibilidad de encuentros.
El libro “Mi delito es ser indio. Política y racismo en Bolivia (2006-2021)”, justamente es una invitación a trascender el simplismo y ligereza con el que, desde el ámbito político se ha instalado el debate del racismo y del “odio al indio” como único factor explicativo de la política.
Las consecuencias del uso del discurso político aludiendo a elementos racializados refuerza la división y el desgarre del tejido social. Por tanto, la repercusión es peligrosa en tanto, que en la sociedad se produce una polarización, irreconciliable. Es así, que la imposibilidad de tender puentes entre polos, sectores, finalmente entre bolivianos, es preocupante. Así hemos vivido, las repercusiones y secuelas del conflicto del 2019. El libro estimula, por tanto, a reflexionar sobre las consecuencias de la instrumentalización del discurso del racismo. Interpela a la necesidad de que los políticos y especialmente quienes tienen las riendas del país, emitan discursos que enfaticen en puntos de encuentro, de forma tal, que sea posible crear una comunidad. De lo contrario, solo se avecinan episodios y momentos de conflicto y crisis. Por último, es preponderante avanzar en la superación del racismo cotidiano y estructural que arrastramos como país. Esto solo es posible abordando la problemática de manera seria y comprometida, que vaya más allá de la promulgación de leyes contra el racismo o discursos simbólicos que poco tienen que ver con la realidad preocupante, cotidiana que recae en la población indígena que siempre en la historia del país se ha llevado la peor parte.
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Gabriela Canedo es socióloga y antropóloga