En Bolivia se ha registrado un incremento significativo de la población joven y económicamente activa. Esto significa que el país cuenta con una población con alta capacidad productiva, lo cual genera mayores oportunidades de crecimiento económico. Por ello, es fundamental que las inversiones sociales y económicas estén orientadas hacia las y los jóvenes. Desde la perspectiva del PNUD, Bolivia se encuentra atravesando un bono demográfico. Esto implica que la población económicamente activa, especialmente los jóvenes entre 14 y 29 años que están ingresando al mercado laboral, tienen una proporción considerablemente más alta en relación con la población dependiente, es decir, aquellos que ya están saliendo de dicho mercado.
Este contexto representa una gran oportunidad para el país, que debe continuar invirtiendo en su juventud. Es en esta etapa cuando pueden encontrarse muchas respuestas a fenómenos como el acelerado ritmo de urbanización que vivimos.
Como ejemplo, más del 58% de la población está compuesta por jóvenes, niños y adolescentes. Bolivia, al igual que muchos países de la región, atraviesa una transición demográfica que debe aprovecharse, de manera que se logre un impacto favorable en las condiciones económicas del país.
Según proyecciones de población del año 2016, la población boliviana entre los 16 y 28 años alcanzaba aproximadamente 2.610.000 personas. Aunque aún no se cuenta con datos oficiales completos del Censo de Población y Vivienda 2024, el INE presentó en agosto de 2024 los primeros resultados, referidos a población por departamento, con un total nacional de 11.312.620 habitantes. Los datos detallados del censo, incluyendo variables demográficas y de vivienda, serán publicados recién entre marzo y abril de 2025.
Por otro lado, el padrón electoral del Tribunal Supremo Electoral señala que, en las elecciones generales de 2020, el 46,5% de las personas habilitadas para votar tenía 35 años o menos; un 21,5% tenía menos de 25 años, y un 7,2% tenía entre 18 y 20 años. Por tanto, la juventud representa un segmento poblacional con gran potencial para moldear y afectar las decisiones políticas y electorales en Bolivia (Juventudes, una asignatura pendiente, 2024).
Pero, ¿Realmente la juventud desempeña un papel principal o secundario en los procesos electorales? Me animaría a decir que, en gran parte, cumple ambos roles.
En primer lugar, juega un rol principal en términos del peso del voto. Como se ha evidenciado, este segmento puede definir en gran medida quién asumirá la presidencia en los próximos cinco años. Además, es un sector que en los últimos procesos electorales ha sido instrumentalizado para dinamizar campañas políticas. Desde pintar banderas y paredes, hasta ser utilizados como grupos de choque, las juventudes han sido actores cruciales en el desarrollo de estas campañas. Prueba de ello es la manera en la que los precandidatos o candidatos intentan llegar a este sector mediante redes sociales especialmente TikTok, usando videos humorísticos o coreografías, a veces subestimando la inteligencia de los y las jóvenes.
Sin embargo, la juventud también cumple un rol secundario cuando se trata de definir candidaturas a senadurías y diputaciones. En estos espacios se evita, en muchos casos, promover el liderazgo juvenil y se desprecia el trabajo que estos han realizado dentro de las organizaciones políticas. Explico esta situación de la siguiente manera: en materia legislativa, en los últimos años se han aprobado normas y creado instituciones con el fin de incrementar la participación política de las y los jóvenes. La Constitución Política del Estado, promulgada en 2009, redujo las edades para ser diputado y senador a 18 años. Sin embargo, la actual Asamblea Legislativa Plurinacional en sus inicios de gestión solo contaba con seis de 166 asambleístas titulares menores de 28 años.
Este panorama revela que, si bien se emiten discursos como “la juventud es el presente del país”, en la práctica, las decisiones políticas siguen siendo tomadas por personas mayores de 28 años, muchas veces autodenominadas “jóvenes” solo por su reciente incursión en política, aunque sin encajar en lo que establece la Ley N.º 342.
También es importante ejercer una mirada crítica hacia nuestra propia generación. Si bien podemos ejercer el derecho al voto, las estructuras partidarias dificultan que podamos ejercer plenamente nuestro derecho a ser elegidos. En este marco, es crucial identificar ciertas debilidades dentro del sector juvenil.
En Bolivia existe una gran diversidad de organizaciones juveniles vinculadas al activismo en temas como salud, educación, medio ambiente, protección animal y derechos digitales, entre otros. Estos espacios impulsan el cumplimiento de derechos desde la incidencia ciudadana. Sin embargo, la mayoría de estas organizaciones se declaran apartidarias, lo cual es válido, pero también muestra un claro rechazo hacia la política formal. Esto podría indicar la emergencia de nuevas formas o ideas de hacer política, alejadas del modelo tradicional y partidario.
En esta dinámica, tampoco hay una claridad sobre las demandas concretas de este sector. ¿Qué es lo que quieren los jóvenes? A diferencia del movimiento de mujeres, que ya cuenta con una agenda país de cara a las elecciones, la juventud aún no ha logrado consolidar una agenda articulada. Sería fundamental trabajar colectivamente en una propuesta que aborde temas clave como empleo, educación y salud, retomando la idea del bono demográfico como eje estratégico.
En esa línea, una de las discusiones necesarias que el sector juvenil debe impulsar es la implementación de una cuota de juventud en las listas de candidaturas para los diferentes niveles del Estado. Así como existen cuotas de género y de representación indígena originaria campesina, es fundamental que se garantice un porcentaje mínimo de participación juvenil, asegurando que esta población no solo vote, sino también ocupe espacios de decisión política. Esta debe ser una demanda clave dentro de la construcción de una agenda juvenil rumbo a las elecciones. Hasta la fecha, ningún candidato o precandidato ha presentado propuestas específicas que respondan a las necesidades de este sector tan importante para el país.
Frente a este escenario, los partidos políticos deben elaborar planes específicos para la juventud, promover candidaturas representativas y generar las condiciones para que este sector apoye y participe activamente en el proceso democrático. Las juventudes bolivianas tienen un rol decisivo en el presente y futuro del país. No basta con reconocer su peso demográfico o su capacidad de movilización electoral; es urgente garantizar su participación real en la toma de decisiones. La construcción de una agenda juvenil, la exigencia de propuestas concretas por parte de los candidatos, y la consolidación de nuevas formas de incidencia política desde la sociedad civil deben ser prioridades en este nuevo ciclo electoral.
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Walberto Tardio es activista y estudiante de derecho ciencias políticas y sociales
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