El diablo es puerco

Opinión

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Sumando Voces

Columna de Daniela Leytón

Daniela Leytón Michovich

Ese era el adagio popular y la advertencia recurrente del buen Hermes Pinzón, un hombre agudo para detectar situaciones sospechosas. En los últimos años, fuimos testigos del placer cínico de algunos en transgredir la ley, pero ¿por qué lo hacen? Además de obviamente imponer sus intereses.

La estructura psíquica perversa descrita por el psicoanálisis puede brindarnos una aproximación. Para este enfoque, el perverso encuentra un goce particular en desafiar la ley y transgredir de forma calculada la norma simbólica. Disfruta con deslizarse en los bordes y usar los vacíos, las ambigüedades, las grietas para moldear una interpretación a su favor, mostrar que está por encima de la norma y además es intocable.

Los perversos perforan el espíritu de la ley, disfrutan de la dinámica de depender y a la vez arremeter en contra de ella. Se disfrazan de abogados para proteger al patrón de turno, al jefazo que les ordena ¡Métanle nomás! Confunden ser un buen profesional con ser un mafioso.

Los perversos son esos sastres de los términos de referencia, los que diseñan licitaciones públicas a medida para beneficiar a unos pocos, o que directamente, ni siquiera convocan a licitaciones y justifican acuerdos directos en nombre de “afinidades ideológicas”.

Son los que complican innecesariamente y de forma intencional los procesos administrativos para cansar a sus opositores. Los que desvían fondos públicos para que puedan “comerse la plata” en la campaña electoral permanente, en el culto a la personalidad del líder, en el elefante blanco de hospital de tercer nivel en medio de una zona remota, sin camillas, medicamentos ni personal pero con un médico perseguido por denunciar.

Los perversos teatralizan la rendición de cuentas, inventan mamotretos full color de papel couché repletos de datos irrelevantes, propaganda gubernamental e indicadores convenientes. Son los que condicionan la ejecución de presupuesto a cambio de lealtad política y obediencia ciega. Son, los que administran los tiempos judiciales a conveniencia, aquellos que recurren al gaslighting para descalificar a los que le observan.

No es suficiente indignarse ante la acción de depredación que aplaude la cultura de la perversión. Nos urge un nuevo pacto social, debemos exigir gobierno abierto que no solo involucre rendición de cuentas, sino que transparente quienes son los que ejercen la función pública, qué negocios y vínculos familiares tienen, para que sepan que entraron a servir al Estado, no a servirse de él.

Exijamos la reglamentación de un debate obligatorio de cara a las nuevas elecciones. Permanezcamos atentos para que no jueguen con nuestro voto con apagones y computadores clandestinos. Merecemos un país en el que la ley sea para todos. Un país en el que el estupro, y la trata y tráfico no sean socapados.

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Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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