Un estandarte bordado con el nombre de una organización sindical anarquista de mujeres marca el inicio de la novela histórica de Stefan Gurtner. Con esta imagen inaugural, el autor nos introduce en un universo donde cada hilo y cada puntada evoca las luchas, los oficios, los sueños y los sucesos de la vida cotidiana que impactaron a distintas escalas en lo que hoy llamamos presente.
Maurice Halbwachs nos recuerda que tanto la memoria como el olvido moldean la identidad social, como arcilla girando en torno de los múltiples procesos sociales. Memoria y olvido son dos caras de una misma moneda, y su uso nunca es inocente, responde en todo caso a lo que Paul Ricœur identifica como las memorias impedidas, manipuladas u obligadas. En ese marco, recordar —cuando se nos ha querido imponer el olvido— se convierte en un acto de resistencia, se traduce en un gesto de dignidad, una forma de honrar las vidas de quienes fueron condenados a las sombras.
Por otro lado, en el ejercicio de la memoria, los lugares, los paisajes y los objetos cobran un rol fundamental. Pierre Nora define los lugares de memoria, como los espacios donde la historia se cristaliza. Norbert Elias, por su parte, subraya el valor de los objetos como reguladores de hábitos y configuradores de identidad y poder. Stefan Gurtner retrata estos elementos con minuciosidad: las ojotas del soldado que recorrió Tacna, las casas de barro con paredes gruesas, la torre de la iglesia, el uniforme del soldado, tan elegante, tan inútil frente al frío y las balas. También están los cantos en aymara, la comida de las rabonas, la hacienda del padrino Pando en Luribay, la ciudad de La Paz con su Plaza Murillo y una fuente de Neptuno para entonces ausente, la riada trágica que arrasó los puestos del mercado, el peine de ramita con espinas de la abuela, los bailes de carnaval, las calles, las luchas.
Resistir al olvido es resistir a las violencias simbólicas que buscan castigar las rebeldías y borrar las memorias incómodas. Recordar es defender ese fuego interior que sostiene la posibilidad de transformación, con una mayor justicia social como horizonte.
Cuando pienso en las estrategias de la práctica docente, en la vida cotidiana, en cómo leemos el presente y abordamos la historia, los olvidos y las resistencias, me convenzo de que un libro como Doña Isidora y sus increíbles historias es urgente porque nos permite imaginar y comprender la historia como lo que es: un tejido relacional complejo.
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Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)
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