De la sequía a las inundaciones

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Editorial Sumando Voces

Bolivia ha pasado de la sequía extrema a las inundaciones descontroladas, que han dejado más de 40 personas fallecidas, unas 31 mil familias entre afectadas y damnificadas, y más de 800 viviendas destruidas, según el reporte oficial del Gobierno.

Esta situación contrasta con la sequía que tuvo al país en vilo hasta diciembre del año pasado. Por entonces, la gente se quejaba por la escasez de agua, por el bajo nivel de las represas e incluso había empezado el racionamiento en algunas urbes, como Potosí, Cochabamba y Sucre.

Dos meses después, la misma gente está preocupada por las riadas y porque las represas, que están con el agua a tope, podrían provocar más inundaciones.

“En algunas regiones todavía hay sequías y en otras agua con exceso, pero paralelamente a eso el cambio climático se está sobreponiendo con eventos como granizadas, tornados. Y no se descartan movimientos sísmicos y eso está caracterizando en este momento la situación de desastres en el país”, resumió el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes.

Las imágenes de destrucción llegadas desde Colch K (Potosí), Guanay (La Paz), Chiñata (Cochabamba), además de las ciudades de La Paz y Cobija, muestran la magnitud del desastre y llevan a hacernos algunas preguntas: ¿Por qué? ¿Se podría prevenir? ¿Están aplicando las autoridades nacionales, departamentales y municipales la prevención de riesgos de desastre?

Los expertos atribuyen esta situación a dos eventos climáticos: el fenómeno de El Niño y el calentamiento global. El fenómeno de El Niño es el aumento generalizado de la temperatura de la superficie del mar en gran parte del sector oriental y central del Pacífico ecuatorial. Entre tanto, el calentamiento global es el aumento de la temperatura del planeta por los gases de efecto invernadero provocados por la intensa actividad humana e industrial.

Ambos fenómenos no tienen relación entre sí, sin embargo, los dos juntos pueden causar consecuencias verdaderamente devastadoras, como está ocurriendo en la actualidad.  “El Niño no tiene que ver con el cambio climático, son diferentes, pero ambos son alteraciones del clima que finalmente interactúan. Y desde hace algunas décadas hemos estado rompiendo récord de temperatura a nivel de planeta. Temperaturas que no se habían registrado hace cientos de años se están presentando otra vez”, explica el oceanógrafo Juan José Nieto, director del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño (CIIFEN), en entrevista con Mongabay, un sitio especializado en medio ambiente.

Esto quiere decir que estos desastres no son tan naturales como se podría creer, que la humanidad está contribuyendo a que las consecuencias sean cada vez más acentuadas. La “contribución” de Bolivia a esta situación, como bien se sabe, es la deforestación, la quema de bosques, los proyectos extractivistas que toman los parques nacionales y la frenética actividad aurífera en los ríos del norte de La Paz.

Frente a esta realidad, no sólo se requiere contabilizar pérdidas y movilizar socorristas, que está bien para afrontar la emergencia, pero lo que realmente haría la diferencia es cambiar la visión de desarrollo para no tener que lamentar más pérdidas humanas y materiales.

En la protección del medio ambiente todos tenemos corresponsabilidad, desde las autoridades que bien podrían apostar por proyectos sostenibles, hasta los ciudadanos que podríamos hacer un manejo responsable del agua o mantener los drenajes limpios en las ciudades.

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