Cuando el menos pior es lo mejor que nos puede pasar

Opinión

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Sonia Montaño V.


Falta poco para que salgamos a celebrar la fiesta democrática, nada menos que para escoger al menos pior de todos. Llegaremos de chaqui luego de una campaña previa con trago barato manteniendo hasta el final la incertidumbre sobre las intenciones del gobierno y sus alfiles. ¿Habrá elecciones? Parece que ahora que Andrónico ya tiene sigla podemos respirar un poco. Los miembros del TSE sólo consiguen contagiar su miedo y los autoprorrogados van de la mano de una especie de sicarios que se han dedicado a matar candidaturas. Evo sigue amenazando. El tablero se ha movido un poco.

Entre los opositores ha predominado el faccionalismo y la flojera, la falta de creatividad. Sus programas centrados en la política macroeconómica no tienen grandes diferencias. Ajuste a corto, mediano y largo plazo. Menos estado, un poco menos y un poquito más. Donde podrían diferenciarse, que es en la política social, proponen más de lo mismo y con menos plata. En educación y salud más allá de poner en evidencia el desastre que está dejando el MAS, no saben no responden. Porque no me digan que repartir “vouchers” es una propuesta seria. Se ha dicho que esta campaña es para impedir que el MAS vuelva en cualquiera de sus versiones. En general vemos menos política identitaria, más mención a bitcoins y movimientos sexy un poco torpes. El joven emprendedor que se ha apuntado con Tuto se ha abanderado de la forma más precaria de empleo. Trabajo sin protección ni estabilidad que ha surgido con fuerza durante la pandemia y que ha transformado a profesionales en repartidores sin horario expuestos a todo tipo de riesgos. Llegará el momento en que ya no habrá qué repartir.

Tuve la oportunidad de entrevistar a dos candidatos y de revisar las declaraciones de los que van punteando en las encuestas; me convencí que entre los varios silencios están – ya lo dije- los derechos de las mujeres, los temas ambientales y los derechos humanos. En el caso de las mujeres lo hacen con nuestra complicidad. Volveré. En el del medio ambiente por lo menos hay periodistas que preguntan sobre la minería ilegal y los incendios mafiosos, una senadora y muchos activistas que proporcionan evidencia y, aunque en las propuestas todavía no hay mucho que nos haga saltar de alegría estamos ante un asunto que cuenta con el interés de parte de la ciudadanía. Es en el tema de derechos humanos donde el silencio y la doble moral son impactantes. La mayoría se mueve entre el silencio y el olvido. Los derechistas quieren mandar a Evo a la Corte Penal – sobran razones- pero siguen sordos ante las víctimas de la dictadura de Banzer y García Meza. Habrá que ver si en la futura Asamblea Legislativa los votos masistas sirven para asegurar la impunidad de Morales, Arce y demases. Me temo que la búsqueda de la verdad y la justicia seguirá siendo utilizada para perseguir a los adversarios. Ninguno piensa ni de lejos en reponer una Comisión de la Verdad que identifique a los responsables de las violaciones durante las dictaduras, ninguno quiere tocar a los militares y apenas balbucean en defensa de los actuales presos políticos.

Qué bueno sería que, así como proponen unas políticas de transición para que lleguen divisas, se pare la inflación y llegue la gasolina – que dios y el FMI los escuchen-puedan ofrecer planes para recuperar la Defensoría del Pueblo, renovar el sistema de justicia, acabar con la corrupción en la policía y convertir los derechos humanos universales en el consenso mínimo de los partidos que se dicen democráticos. El estado de derecho debería ser la columna vertebral de la política y de las políticas públicas.

Es llamativo el hecho de que la mayoría de los candidatos tengan asesores electorales que operan en muchos países y que parece que los han convencido sobre la más reciente teoría electoral: la gente vota con el estómago (yo diría el hígado) donde se ubican tanto el hambre como las emociones. Por eso es que los políticos sensatos, razonables y que no mienten tienen pocas posibilidades de ganar. Los vociferantes, los que atropellan y mienten logran muchos seguidores. Los aplauden como locos, locas y loques cuando irrumpen a patadas en una oficina, cuando cercan los mercados y bloquean caminos; cuando saben sortear los vericuetos de la (in)justicia y maltratar a sus parejas. Una candidata cae por haber sido testigo de un condenado y no por el programa que apoya, el otro insiste en ser candidato a pesar de todos los dictámenes y procesos judiciales en su contra. Otra vez nos amenaza con guerra civil. El vandalismo en su apogeo.

Los mileicitos se han calmado quizás porque han visto que su ídolo no ha servido la sopa tan caliente como prometía. Ha bajado la inflación en Argentina y eso le ha bastado para mantener la popularidad que ya quisieran tener nuestros candidatos. No ha dolarizado la economía, ha estigmatizado y está liquidando los derechos conquistados – hay que decirlo- convertidos en parte del sistema prebendal impuesto por los Kirchner para ahora aliarse con la señora K quien, a pesar de estar condenada , es candidata provincial. Por suerte no le está resultando fácil acabar con la movilización de jubilados, estudiantes y mujeres. Nuestros mileicitos se reducen a cacarear la libertad como sinónimo de extremo individualismo: que cada quien se rasque con sus uñas.

Por otro lado, siguen floreciendo unos bukelitos y bukelitas que envidian el modelo salvadoreño y a su líder quien se llama a sí mismo el presidente más cool. Muchas no se enteran que en ese país la paz que admiran es fruto de un pacto con grupos criminales como las maras y que los derechos humanos se violan sistemáticamente.

Mientras tanto, aquí se copia y pega recetas de campaña haciendo abstracción del país y de la gente. Ya es tarde para llorar. El vacío de liderazgo es la mejor muestra de la derrota. Estamos derrotados cuando ya no sabemos lo que queremos y solo queremos que se vayan los que sabemos.

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Sonia Montaño es socióloga jubilada y feminista por convicción.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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