Roberto Méndez
Nacer, crecer, servir a la sociedad y recibir una compensación justa de jubilación, es el tema central de la novela “El Coronel no tiene quien le escriba”, del maestro de las letras Gabriel García Márquez, en la que denuncia la insensibilidad de los gobiernos con los ciudadanos que han ofrendado su vida por su patria y que luego, por determinación de políticos de turno, son simples fichas de ajedrez, que hay que matar, desechar o simplemente olvidarlos, por fines electorales; como está ocurriendo ahora en Bolivia con el intento de aprobar un proyecto de modificación de la Ley 065 de Pensiones, de jubilación forzosa a los 65 años, que dejaría fuera del mercado laboral al 89% de los trabajadores del Sistema Integral de Pensiones.
La propuesta legal enviada por el presidente Luis Arce a la Asamblea Legislativa y ya fue aprobada por la Comisión de Planificación, Política y Finanzas de la Cámara de Diputados y será sometida al análisis del pleno, primero en Diputados y luego en Senadores, despertando todas las campanas de alerta de varios sectores, principalmente de educación y salud, por tratarse de una norma discriminativa, inconstitucional e insensible, que condenaría a los jubilados a vivir los últimos días de su vida, de manera miserable.
Miserable como vivía ese “Coronel no tiene quien le escriba” de la novela de Gabo, que todos los fines de semana se aproximaba al puerto de su pueblo y a la oficina postal a esperar una carta con un cheque por su pensión en el servicio militar, y se volvía con las manos vacías.
El proyecto de modificación de la Ley 065 es discriminativa porque excluye a las autoridades electas o de libre nombramiento, en un país en el que los expresidentes de Estado, reciben más de Bs 22 mil de sueldo y los militares y policías se jubilan con el 100% de su salario y los mineros con Bs 6000 mientras que los “trabajadores normales” se jubilan con el 30% de su sueldo, que en el caso de cualquier docente de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, por ejemplo, no pasa de los Bs 3.000.
Discriminativa porque “todas las personas nacemos iguales (…) aunque tengamos diferente sexo, idioma, edad, color de piel”, resumen los arts. 1, 2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que consagra el Derecho al Trabajo, con la búsqueda del bien común, en concordancia con los arts. 9 y 46 de la CPE que manda como fines fundamentales del Estado “constituir una sociedad justa (…) y garantizar el acceso de las personas a la educación, salud y trabajo”.
Inconstitucional porque “Todos los bolivianos tienen derecho a acceder a la seguridad social (…) bajo los principios de universalidad, integralidad, equidad, solidaridad”; que prohíbe y sanciona toda forma de discriminación fundada en razón de “sexo, color, edad (…) y que el “Estado garantiza el derecho a la jubilación con carácter universal”, dicen los arts. 14, 45 de la CPE, “bajo el principio de protección de los trabajadores como principal fuerza productiva de la sociedad”, complementa el art. 48 y; “todas las personas tienen derecho a una vejez digna, con calidad y calidez humana”, refrenda el 67 del mismo cuerpo de leyes.
Además que existen varias sentencias constitucionales que han sentado jurisprudencia en el sentido que el Estado ni nadie puede obligar a un trabajador a la jubilación forzosa, entre ellas, las 0037/2016-S1 del 7 de enero, la 0015/2020-S3 del 11 de marzo, la 1035/2014 del 9 de junio que declaran inconstitucional la jubilación forzosa, bajo la premisa del Art.410 que reconoce a la CPE, como norma suprema del Estado.
E insensible, volviendo a la novela, cualquier parecido con la realidad boliviana, es casualidad, pues el Coronel no tiene quien le escriba sufre por el crimen de su rebelde hijo acribillado por exigir a las autoridades, respeto por los derechos de los trabajadores y describe a un alcalde despiadado y sediento de poder, un farmacéutico corrupto que se aprovecha de la pobreza de la gente para venderle medicamentos falsos, entre ellos a su esposa enferma de asma.
Pero, uno de sus personajes principales es un gallo de riña que el Coronel se niega a venderlo a pesar de las necesidades, pues este representa la resistencia, la lucha y la resiliencia. Ese es el gallo de lucha, como símbolo, que ahora empuñan los trabajadores discriminados a quienes pretenden jubilar con míseros e indignos salarios, para exigir, como el coronel, no solo que le escriban o le pasen su salario de jubilado, sino que le asignan una pensión al 100% de su salario, como a los otros privilegiados, y que les permita vivir bien, no como slogans del Socialismo Siglo XXI, si no como parte de una de las leyes más exactas en la vida, como es la DAR Y RECIBIR.
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Roberto Méndez es periodista, profesor y abogado.
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