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Opinión

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Sumando Voces

Daniel Espinoza

Anoche pude ver la ceremonia de clausura de los juegos olímpicos de París. No podría calcular la cantidad de veces que he soñado con escuchar nuestro himno nacional en una premiación, o al menos ver nuestra bandera en el medallero con, siquiera, una medalla de bronce. Es más, hasta imaginé una estrategia para que el ráquetbol sea un deporte invitado en alguna edición de las olimpiadas, sabiendo que contamos con el mejor jugador del mundo en esta disciplina. Todo con ver a nuestra Bolivia en la cúspide e inflar el pecho de orgullo, gritando que acá también se puede. Eso sí, hoy por hoy podemos ver a Bolivia en varios podios, y, dada esta época, hay dos que debemos mencionar.

Estamos en plena etapa de chaqueo. En estos meses estaremos presenciando, nuevamente, el despojo de miles de vidas, entre árboles, plantas, animales y personas. Mediante un conteo imposible, sabremos que en nuestro territorio se ha gestado un nuevo biocidio, catastróficamente violento, que ha sido permitido por nuestro Estado. Nuestra indignación y dolor estarán a flor de piel, y nada nos hará pensar que nuestros reclamos serán atendidos de manera efectiva, disminuyendo el daño para el próximo año. Eso sí, al menos con los resultados del 2023, nos hemos asegurado el podio en la categoría “pérdida de bosques primarios tropicales”, con una medalla de bronce, solo por debajo de Brasil y la República Democrática del Congo. Si la pérdida se midiera en porcentaje de territorio destruido, Bolivia le ganaría estos dos países.

Al respecto, el 12 de agosto de 2024, se han detectado 10355 focos de calor en el territorio boliviano. Este número no es acumulativo, no representa el total de los focos de calor desde enero, solo los que estuvieron activos en esa fecha. El número, alarmante, se complementa con los millones de hectáreas que se han perdido en el último tiempo. Recordemos que el reporte anual de 2023 mostró casi 3 millones de hectáreas arrasadas por el fuego, mientras que, el 2019, habíamos alcanzado los 6 millones de hectáreas de bosque quemado.

Más allá de lo doloroso de estas cifras, llama la atención que estos datos hayan provenido de la FAN (Fundación Amigos de la Naturaleza), replicados por autoridades públicas ante la falta de información producida por el Estado. A la fecha, no tenemos acceso a información actualizada sobre los permisos otorgados, los propietarios de las tierras donde se originaron los incendios, el gasto público para combatir estos incendios, ni mucho menos el avance de los procesos contra los responsables. Pero sí compartimos el primer lugar con Surinam en la categoría “ausencia de transparencia”, al ser uno los dos países en el continente que no cuentan con una Ley de Acceso a la Información. Compartimos el oro, con menciones especiales a Cuba, Venezuela y Nicaragua que, pese a contar con esta ley, no ofrecen un gobierno transparente.

Estamos afrontando nuestro arrebato ambiental anual, con poca certidumbre respecto al futuro. Aún con las medidas tomadas por el Estado, seguimos siendo uno de los países que más daño ocasiona a un patrimonio natural que, si bien está en nuestro territorio, afecta al ecosistema global. Felicito y agradezco profundamente a organizaciones como la FAN, por brindarnos información que nos permite fiscalizar y exigir a nuestras autoridades. El Estado, por su parte, está obligado a bajarse de esos podios y enfocarse en otras competencias, las que le hemos otorgado para garantizar nuestros derechos.

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Daniel Espinoza es abogado y politólogo, comprometido con la defensa de los derechos humanos.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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