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Opinión

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Sumando Voces

Columna de Daniela Leytón

Daniela Leytón Michovich

Hace unos días leí un artículo de opinión que proponía una relación entre la justicia y los sesgos cognitivos para comprender cómo funciona la violencia. En esos días, además, una abogada reconocida trataba de justificar con ahínco la urgencia de revisar la ley contra la violencia por razones de género, a propósito del caso de una mujer criminalizada expuesta en medios de comunicación y un esposo detenido arbitrariamente por la policía, sin que ella lo haya denunciado.

Empecemos, si bien revisar los sesgos cognitivos resulta importante, el hacerlo sin encontrar una relación con el fenómeno estructural, lo único que promueve es un reduccionismo y banaliza un fenómeno mucho más complejo, hasta exonera el poder relevante de la institucionalidad y su impacto sobre la sociedad. Esta simplificación peligrosa en ningún momento explica en qué consisten estos sesgos y más aún, cómo se puede desmontar su acción, si es que se lograría un impacto, lo que demuestra que es un abordaje superficial e irresponsable No porque esté de moda la neurociencia y la psicología ahora todos son psicólogos, ¿cierto?

Por otro lado, el comentario de la “abogada” se convierte en peligroso cuando ella se presenta como “defensora de las mujeres” con una narrativa que vuelve a victimizar y criminalizar a la mujer, cuando además vimos cómo acompañó a partidos altamente conservadores y misóginos.

Vamos más allá, pensemos en la ontología misma del derecho, ¿acaso es posible pedirle a las ciencias jurídicas un enfoque de género? Pensemos que su génesis lógica está anclada en un esquema de razonamiento altamente patriarcal, no solo porque emerge desde las bases del privilegio, sino también porque, en su aparente neutralidad, pasa por alto la evidencia: la desigualdad material entre los géneros. Esto sin mencionar que el sujeto primero jurídico, es en esencia masculino, por lo que en pacto patriarcal, siempre va a exigir a la víctima que demuestre su inocencia, antes que responsabilizar al agresor, que se supone actuó así, porque obviamente no pudo controlar sus instintos animales por ser hombre, ni la ira, ni el deseo.

Sin duda el trabajo que realizan las verdaderas abogadas con enfoque de género es titánico, en la medida en la que tratan de develar estas trampas perversas de las mismas ciencias jurídicas,cuando además el patriarcado y sus lógicas se socializan en medios de comunicación afirmando cosas como “hay muchos casos falsos de mujeres que quieren perjudicar a los hombres” pero no se detienen a revisar ¿Cuántos son en estadística? ¿Cuántos hombres son asesinados por odio, por ser hombres en manos de sus parejas?

Ahora, ¿Por qué se vuelve a victimizar a la mujer cuando los argumentos de la supuesta abogada (la falsa feminista) apuntan a una pobre, patética y asesina capacidad estatal? ¿Si el problema es la ineficiencia de las instituciones, por qué cargarle esa responsabilidad a la mujer? ¿Qué se busca en realidad? Sobre esto último, no es una novedad el precario y trucho funcionamiento del IDIF, hemos sido testigos de varios relatos escalofriantes de víctimas esperando en la puerta a que se abran las oficinas, mientras en otras instancias les rechazan los papeles por no contar con la fotocopia del carnet de identidad. Hemos sido testigos de casos en los que los informes de una mujer víctima de feminicidio certifican “muerte por púrpura” y no por la golpiza propinada por su ex pareja durante tres días de secuestro y encierro, ¿para qué? Para que luego el feminicida lleve banda y javas de cerveza en frente de la casa de la madre de la víctima y festeje su libertad, y no, ¡este caso no es una ficción! Entonces llegamos a la segunda trampa: al patriarcado le encantan las mujeres abogadas que se presentan como defensoras de las mujeres sin serlo.

Las trampas son también estructurales y son varias: La trampa está en los formatos de los informes, en las técnicas de toma de datos de la fuerza policial, en las coimas, en los costos emocionales y económicos de cada proceso. La trampa está en algunas ONG que viven de la sangre de las mujeres y que solo se dedican a contar casos o ampliar su público meta, mientras dos o tres organizaciones serias se desgastan por buscar justicia. La trampa está en senadoras y diputadas indígenas y mestizas que protegen pedófilos y violadores, en un ministerio de gobierno que milimétricamente busca a un tratante hace meses sin capturarlo, mientras en menos de 24 horas criminaliza a una mujer en medios de comunicación.

Entonces, ¿van a seguir culpando a la mujer? O por fin van a tener un poco de valentía y sentido común, ética y empatía para fortalecer la institucionalidad y no seguir contratando a los cuates del partido ¿o es que acaso les fascina el discurso de Milei y piensan aplicarlo en su nueva campaña electoral? Como ahora ya no existe eso de izquierda y derecha, cualquiera hace y dice lo que se le da la gana, seguro esperan que funcione. En lo que no reparan es en las vidas que sus omisiones y acciones se llevan por delante y que no les vamos a perdonar nunca.

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Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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