Mi vida junto a Filippo

Opinión

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Sumando Voces

Gabriela Canedo Vásquez

“Empecé a trazar esbozos biográficos y autobiográficos hace tres años. No es fácil escribir algo referente al hombre que se ha amado en la vida. Siempre duele mucho el recuerdo”, así inicia el libro “Mi vida junto a Filippo. Extraordinario ser humano y un gran líder”, escrito por Olga Vásquez, esposa de Filemón Escóbar. A siete años de su ausencia, Olguita se propuso recordarlo cariñosamente el día de su muerte, entregándonos más de 250 páginas en las que narra su historia y cómo fue su vida a lado de su eterno compañero.

Como ella señala, escribir cada página posibilitó llenar el vacío que Filippo dejó en su vida. Se impuso la tarea de recordar y narrar desde el inicio, desde la primera vez que lo vio, hasta los últimos días en los que le tocó darle el adiós. A siete años de su ausencia, comparte con nosotros ese gran detalle de amor a la memoria de su amado. Estoy segura que la expresión de él, al ver la obra hubiese sido “oye, toda una escribana la Flaca, qué bandida”, (así se refería cariñosamente a Olga y de esta manera elogiaba sus éxitos), una vez más, hubiese halagado la perseverancia de haber escrito un libro, con todo lo que supone este esfuerzo.

Quien mejor para contarnos y retratarnos a Filippo, desde la cotidianidad, desde la complicidad, desde el lugar más cercano a su esencia, que la esposa.

El relato por demás interesante, combinado con fotografías y con las cartas que Filippo solía mandar a Olga, le da un cariz de un amor epistolar, y nos permite conocer además su faceta como poeta. Muchas misivas enviadas desde los “no lugares”, desde aquellos obscuros y fríos espacios que el poder impone: como preso político desde la cárcel, como político perseguido desde el exilio y la clandestinidad, como político que incomodaba desde el confinamiento, como líder encabezando huelgas y marchas, como obrero desde las minas y como dirigente sindical desde algún congreso o ampliado. En definitiva, siempre desde territorios políticos, le mandó mensajes donde narraba lo que acontecía, daba su análisis y transmitía lo que sentía, la impotencia de no poder hacer más, y expresaba a la vez que lo que más extrañaba era a su familia.

El libro es el relato de un amor de pareja, de la construcción de una familia entrelazada y tejida a la vida política vertiginosa de Filippo. El amor que se consolidó en el matrimonio clandestino que Filippo y Olga contrajeron en la cárcel de San Pedro, pasando por los exilios y confinamientos en dictadura, o las huelgas, así como varios episodios de calumnias que pretendían opacarlo y marginarlo, son plasmados con detalle, desde el recuerdo que anida en la memoria de Olga y que supusieron sufrimiento y angustia para la familia, y con particular énfasis para ella. La obra transmite la admiración hacia Filippo, gran ser humano y extraordinario líder, no solo por Olga, sino por amigos cercanos que lo conocieron. “Mi vida junto a Filippo”, nos cuenta que su integridad y autenticidad estribaba en la consecuencia de su postura y accionar político con la manera de ser en la casa, con su familia, a la que amó por sobre todo.

No haré de spoiler, me tocó revisar el escrito, lo hice parsimoniosamente, me tomé mi tiempo y fue inevitable que mis ojos se llenaran de lágrimas, porque los recuerdos se reavivaron con el particular triste detalle de que Filippo, en casa papá Pali para los hijos, o papá Abu para los nietos, ya no está con nosotros.

A siete años de tu partida, no nos acostumbramos a tu ausencia. Frecuentemente seguimos incluyéndote en las charlas familiares, recordando tus ocurrencias, las anécdotas en las que eras el protagonista. También las más de las veces, para darnos ánimo, tal vez para justificar tu ausencia y darnos cierto aliento decimos “qué bien que no estés viendo como marcha el país, la división del MAS, los pugilatos dentro la Asamblea legislativa, los sillazos en los ampliados y congresos, nada comparados con aquellos en los que participaste desde jovencito, donde se debatían ideas y proyectos”. A siete años, a menudo nos invade la nostalgia y prefiero recordarte con tu risa jocosa, aunque no puedo evitar decirte cada 6 de junio “No le hagas caso a mi melancolía. Algunos días es más fácil sonreír, pero este no es uno de aquellos días”.

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Gabriela Canedo es socióloga y antropóloga

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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