Llamado angustioso desde la selva amazónica

Opinión

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Sumando Voces

Carlos Derpic

“Hermanos y hermanas, soy el padre Luis Migueldesde la Selva Amazónica; les escribo este mensaje para pedir oración y ayuda urgente. Siento una pena y un dolor inmenso por lo que está sucediendo en la Chiquitanía. Yo he vivido el incendio en mi pueblo y es muy doloroso, y sé que muchos lo habrán pasado también, por eso pido que nos unamos en oración para que Dios envíe la lluvia a la Amazonía.

El padre Roger que está en Roboré nos está informando sobre la situación y tantas cosas que están pasando en otros pueblos de la Amazonía y sus alrededores, y por eso pide y también pido que oremos incesantemente.

El fuego está entrando a más pueblos; para los que han tenido la dicha de conocer el Chorro San Luis, en estos momentos ya se está ardiendo, al igual que el Chorro Ferroviario, Barrio 3 de mayo y un Barrio vecino. El fuego está quemando todas las casas a su paso en este Barrio; un sin fin de animales han muerto calcinados. El pueblo está sin luz, agua y comunicación desde hace varios días, y hay una gran contaminación ambiental.

Miles de animales están huyendo hacia el pueblo heridos, sedientos y hambrientos, y otros miles yacen muertos.

Yo sé que Dios puede hacer millones de milagros y está por encima de los gobernantes que se niegan a pedir ayuda internacional, no teniendo misericordia de tan inmenso sufrimiento de nuestros familiares, amigos, pueblo y animales en la zona.  Los insensibles gobernantes prefieren colaborar con las corporaciones mineras, en vez de con el pueblo, la fauna y la flora.

¡¡¡Les suplico con todo mi corazón para que me ayuden con sus oraciones, y nuestro Dios tenga piedad y haga cesar el fuego y nos envíe lluvia, pues solo Él puede parar esta inmensa catástrofe!!!

¡¡¡Por favor ayudenme a difundir este mensaje para que se haga una cadena de oración gigante!!!

Muchas gracias y que Dios los bendiga”.

Hasta aquí, el llamado desesperado del padre Luis Miguel, enviado a varios chats de WhatsApp el pasado domingo.

Hay muchos bolivianos que han vivido en la Chiquitania y muchos otros la han visitado. Todos ellos coinciden en señalar que es (¿era?) una zona bellísima. La nieta de un buen amigo, niña de 6años, le propuso quedar a vivir en tan hermoso lugar. Los hermanos Soljancic (potosinos) vivieron en el lugar muchos años y nos contaban las maravillas que alberga (¿albergaba?)

¿Con qué derecho se quema indiscriminadamente el bosque chiquitano, arrasando flora, fauna y el hábitat de tantos seres de la creación? ¡Quiénes lo hacen?Para la Fundación Tierra, son tres los grupos que actúan en esto: las grandes y medianas propiedades ganaderas que buscan ampliar sus pastizales; los productores soyeros de todo tamaño, incluyendo empresas agropecuarias, colonias menonitas y comunidades campesinas de las zonas de colonización, territorios indígenas con derecho de uso cedidos a privados; y los beneficiarios de comunidades con autorizaciones de asentamiento en tierras fiscales.

¿Por qué lo hacen? Ni más ni menos que buscando ampliar la frontera agrícola (¿sólo para productos tradicionales para la soya o también para la materia prima de la “diosa blanca”?) y “avanzar en el desarrollo nacional, con sustitución de importaciones”.

La sociedad de mercado (no sólo la economía de mercado), de la que habla Karl Polany (“La gran transformación”) ha calado hondo en el mundo entero, y por supuesto en Bolivia. Todos se afanan por tener la mayor cantidad posible de dinero, en el más breve plazo y a costa de lo que sea. 

Y mientras unos se afanan, otros se ufanan de su supuesto carácter antiimperialista y anticapitalista, y muestran su cinismo e impostura cuando proclaman a los cuatro vientos su supuesto respeto y veneración a la madre Tierra, a la que violanpermanentemente mediante rusos, chinos y algunos bolivianos (sus aliados, por supuesto), que la estropean miserablemente.

Estos ufanos “fans” de la madre Tierra son los que pusieron en vigencia, entre otras normas, el decreto supremo Nº 3973 (10 de julio de 2019) y la ley Nº 1171 (2 de mayo de 2019)

Unos y otros son incapaces de aceptar lo que el obispo de Milán (San Ambrosio, † 397) dijo: que la comunidad de bienes es el estado económico primario creado por Dios, que todos nacemos desnudos y sin oro ni plata y que un pedazo estrecho de tierra es bastante a la hora de la muerte, lo mismo para el pobre que pare el rico.

Felizmente hay voces en contra de esto. Hay convocatorias a manifestarse en defensa de los bosques y del medio ambiente. Y desde afuera, una de las voces que no calla es la del papa Francisco que ha emitido ya varios documentos (encíclicas y exhortaciones apostólicas) al respecto. La última, el 4 de octubre de 2023: Laudate Deum, sobre la que comentaremos la próxima vez.

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Carlos Derpic es abogado

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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