La tía Carla

Derechos Humanos

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Sumando Voces

Levantamiento del cuerpo de la niña asesinada por la tía abuela. Foto: Fiscalía

El infanticidio de una niña de ocho años ocurrido el 21 de junio causó conmoción en Oruro. La tía abuela confesó el crimen, pero ahora no sólo ella está detenida, sino también la tía materna de la niña, que tenía su custodia. ¿Por qué? En esta nota explicamos varias aristas del caso.

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La niña Luz (nombre convencional), de ocho años, perdió a su madre, Vivian A. (+), el 6 de enero de este año producto de una insuficiencia renal. Y este 23 de junio, la pequeña también falleció. No, en realidad fue asesinada.

La tía abuela, Ana A., una mujer de 72 años que es usuaria de silla de ruedas, confesó en una carta que fue ella quien le quitó la vida. Según la investigación de la Fiscalía, Ana intentó suicidarse luego de acabar con la vida de la niña, pero antes escribió una larga carta “póstuma” —que no fue póstuma porque ella sobrevivió— en la que culpa a Carla A., la tía materna que tenía la custodia de Luz, de haber ejercido violencia contra la pequeña. Según la versión de la misiva, Ana decide acabar con su vida para librarla de ese sufrimiento, con el argumento de que la misma pequeña le habría pedido estar con su mamá en el más allá.

Basada en ese insólito argumento, la Fiscalía envía a la cárcel en primera instancia a Carla, la tía de Luz, con el argumento de que la autopsia encontró moretes en los pies de la niña fallecida.

“La abuela ha dejado una carta de cinco hojas, (pero) ha sobrevivido a los órganos (fosforados). Ella está hablando su verdad, con referencia al sufrimiento que tenía (la niña) en ese otro hogar, al cual ha sido remitida, y el deseo de la niña de tener un hogar juntas, y la decisión de estar al lado de su madre que estaba fallecida”, dice el fiscal de distrito de Oruro, Aldo Morales, en una entrevista con Bolivia TV para justificar el encarcelamiento de Carla.

La profesora Martha Llanque llora cuando se refiere a la niña Luz, a quien llama “mi wawa”, y también se quiebra cuando recuerda que Carla, la tía a la que la niña llamaba “mamá”, se encuentra en la cárcel.

Llanque era la profesora de Luz en Oruro. En declaraciones a Sumando Voces recuerda que cuando Vivian falleció en enero, su hermana Carla trasladó a su propia hija al curso de Luz para que pudieran estar juntas y así ella podría estar cerca de ambas, recogerlas al mismo tiempo y asistir a una sola reunión de padres y madres.

“Me dijo ‘le estoy cambiando a mi niña del otro paralelo a su curso para que yo pueda estar más al tanto de las dos niñas, para que no esté correteando de un curso a otro’. De tal manera que la señora Carla era la que este año estaba más constantemente con las dos wawas”, dice la profesora Llanque. Cuenta que Carla, además, tenía una niña en un curso superior y que, por tanto, estaba a cargo de tres pequeñas, a las que vestía como trillizas, pagaba sus textos escolares y cumplía con sus obligaciones para las tres en igualdad de condiciones.

Ella dice que “la niña estaba tranquila” con Carla. “Nosotros sabemos cuando un niño está triste o le pasa algo en la casa”, reflexiona, aunque, como los niños van abrigados, señala que nunca vio sus pies, a los que hace referencia la autopsia.

La raíz de la historia

Esta historia se remonta a muchos años atrás, cuando Vivian A. (+), la madre de Luz, se fue a vivir con su tía Ana cuando tenía 15 años, porque su padre había fallecido hacía tiempo y su madre se había ido a vivir a una provincia. Ana era hermana de su padre y necesitaba ayuda, porque vivía en silla de ruedas y, a su vez, Vivian quería seguir sus estudios en la ciudad de Oruro.

Vivian tuvo una hija a la que llamó Luz y, entre las tres —la tía Ana, Vivian y Luz— armaron una familia. Sin embargo, Vivian tenía una enfermedad renal, al punto que recibía diálisis, hasta aquel fatídico día de enero de este año en el que falleció.

La niña Luz se quedó viviendo con la tía abuela, pese a la avanzada edad de ésta y a su condición de persona con discapacidad, al punto que la pequeña se estaba convirtiendo en su cuidadora, según testimonios recogidos para esta nota.

Feliza Y., la madre de Vivian y verdadera abuela de Luz, dice que varias personas le habían contado que la niña empujaba la silla de ruedas de Ana en las calles, incluso en los días de carnaval en medio del gentío, y que eso no le parecía que fuera algo bueno para la pequeña.

Fue entonces que Carla, la hermana de Vivian, decidió pedir la custodia de la niña. La Dirección de Igualdad de Oportunidades (DIO) de la Alcaldía de Oruro (Defensoría de la Niñez), al conocer el caso, hizo un “rescate” para recoger a la niña del colegio y le dio la guarda temporal a Carla, quien luego obtendría la custodia mediante un juez.

La directora de la DIO de Oruro, Karina Gutiérrez, no quiere dar declaraciones porque el caso se encuentra en reserva, pero otras fuentes indicaron que a la Defensoría nunca llegó una acusación de violencia contra Carla.

La disputa por la custodia no fue fácil, al punto que la tía abuela acudió a la escuela a pedirle a la profesora Martha que enviara una carta a las autoridades sugiriendo que la más indicada para la tenencia de la niña era ella y no Carla. Sin embargo, la profesora a la única que conocía era a la tía Carla y a la abuela Feliza, pero no a Ana. De hecho, dice que se presentó como la abuela y a ella le pareció raro porque la verdadera abuela no usaba silla de ruedas. De todas formas la maestra se negó a enviar la carta solicitada.

«Me dice, profesora, la Carla me quiere quitar a Luz, pero yo quiero pues la custodia y quiero pedirle un favor, yo quiero que usted me lo haga una carta para las autoridades diciendo que yo siempre he estado al cuidado de Luz, que yo he vivido con ella, que yo le he criado, que yo le he atendido a su mamá y a Luz”, recuerda la profesora de aquella charla.

Incluso dice que la tía abuela le habría dicho que su sobrino, que radica en La Paz, “también está pidiendo la custodia”.

«Yo me asombré porque nunca han hablado de sobrinos, de primos y le digo: Pero, ¿cómo van a dar (la custodia) a un varón? Si ahora no hay confianza ni con los papás. Pero ella me dijo que está casado, tiene su esposa, tiene sus hijos y que en La Paz está económicamente bien”. Y entonces la tía abuela le contó que el sobrino, de nombre Álvaro, llegaba todos los fines de semana a Oruro y que las llevaba a pasear y que, por tanto, la niña ya lo conocía y se estaba acostumbrando a él.

La casa de la discordia

La tía abuela dice en la carta que escribió antes del crimen que Carla habría peleado por la custodia de la niña por interés en su casa, puesto que ella (Ana) había inscrito el inmueble a nombre de Vivian, pero como Vivian falleció en enero, entonces la heredera sería la niña Luz.

Feliza, la verdadera abuela, afirma que ni ella ni Carla sabían que la casa estaba a nombre de Vivian o de la niña Luz, y que el único interés de Carla al solicitar la custodia fue protegerla, como ocurre en cualquier familia cuando la madre fallece y una hermana asume el cuidado de sus hijos.

“No sabíamos hasta la segunda audiencia, donde ha dicho que la casa estaba a nombre de mi hija Vivian”, explica Feliza.

Una vez obtenida la custodia, la tía abuela Ana tenía derecho a llevar a la niña a su casa cada fin de semana, pero las cosas no marcharon bien y entonces se dispuso que las visitas fueran cada 15 días. En la visita del sábado 21 de junio se produjo el crimen. Según el relato de la carta póstuma, la tía abuela le dio a beber a la niña órganos fosforados y al ver que no moría la asfixió.

“Es una tristeza muy grande. Ahora la injusticia más grande que estoy viviendo es que a mi hija (la han enviado a la cárcel). Supuestamente después de hacerle tomar el veneno, ella (Ana) ha tomado también, pero se ha recuperado. Había dejado una carta póstuma diciendo que por culpa de Carla ha determinado matarle (a Luz) para que no sufra”, relata entre lágrimas Feliza, la verdadera abuela de la niña.

Ana, como había sobrevivido a los órganos fosforados, fue enviada a un centro médico, pero la Fiscalía decidió enfocarse en Carla, para la que pidió seis meses de detención preventiva, algo que el juez ratificó.

Este medio le pregunta a la abuela Feliza por qué la autopsia indica que la niña tenía moretes en los pies, y ella asegura que se cayó en las gradas, pero que no hubo violencia.

“Desviación perversa de la justicia”

El presidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Paz, Hernando Calla, quien era el padrino de Vivian (+), considera que el encarcelamiento de Carla es una injusticia equiparable al caso del joven que pasó nueve años en la cárcel de Tarija acusado de una violación que nunca cometió, tomando en cuenta que Carla era la protectora de la niña y, tratándose de un delito  menor (los supuestos moretones en los pies de Luz), no merece detención preventiva.

“Como si no fuera ya suficiente tragedia y desgracia (la muerte de la mamá por enfermedad, y la muerte violenta de la niña), las instituciones en nuestro país se han vuelto tan torcidas y perversas que ahora, en vez de que la fiscalía asuma primero el lastimoso papel de acusar a la culpable confesa por el crimen de infanticidio, cometido con premeditación y alevosía, pretende desviar la atención abriendo otro proceso por “violencia familiar o doméstica” nada menos que contra la hermana de la mamá de la pequeña por supuestos maltratos físicos que habría infligido a la niña cuando estuvo a su cargo en vida”, dice Calla en una columna de opinión titulada “la desviación perversa de la justicia”.

“Peor todavía, no contentos con imputar a la hermana por un delito menor en base a falaces acusaciones contenidas en la carta “póstuma” de la tía abuela, la audiencia de medidas cautelares accedió en días recientes al pedido de la fiscalía para dictaminar su detención preventiva por seis meses en el penal de mujeres de Oruro haciendo caso omiso de la ley que sólo permite este extremo cuando hay riesgo de fuga u obstaculización de la justicia, y sin dar curso a los descargos de la imputada certificando tener trabajo y domicilio conocidos”, señala.

Calla dice que la detención preventiva se ha naturalizado tanto que la mayor parte de presos en las cárceles de nuestro país tienen esta condición. “¡Pero qué locura! ¡qué desgracia caer en manos de la justicia boliviana!”.

Comparten cárcel

Ahora, tanto Carla como Ana comparten la misma sección en la cárcel de mujeres de Oruro, la una por haber confesado el delito de infanticidio y la otra acusada de violencia por ésta. Ambas tienen la misma cantidad de meses de detención preventiva pese a la gran diferencia de los delitos que se les imputan.

Por eso y porque dice que Carla, una médica de 41 años, era una persona tranquila y cumplidora de sus obligaciones como madre y como custodia, la maestra Llanque pide su liberación. “Yo pido justicia para mi wawa, pido justicia, y también pido libertad para la señora Carla, que se defienda en libertad”, dice a manera de cierre de la entrevista.

Este medio intentó comunicarse con la hermana de Ana, que vive en La Paz, para conocer su versión de los hechos, pero se negó a hablar. Dijo que el único que puede declarar es su hijo Álvaro, el mismo que también quería la custodia de la niña Luz y que iba a Oruro cada fin de semana para sacar a pasear a la tía Ana y a la niña. Se dejó un encargo para que Álvaro se contactara con este medio para conocer por qué estaba pidiendo la custodia, pero no lo hizo.

Nota: En este contenido se utiliza un nombre convencional de la niña. Y, en el caso de Ana A., ella confesó el crimen en la carta póstuma. Entre tanto, el nombre de Carla A. se reproduce con el permiso de su familia.

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