Hegemonía y elecciones en Bolivia

Opinión

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Juan Pablo Marca

La primera encuesta de intención de voto para las elecciones del 17 de agosto en Bolivia, presentada por El Deber, refleja un escenario político marcadamente fragmentado. Samuel Doria Medina lidera las preferencias con un 24%, seguido muy de cerca por Jorge Quiroga, con un 22%. En tercer lugar, se ubica Andrónico Rodríguez, con un 14,7%. Más atrás figuran Manfred Reyes Villa, con un 9,4%, y Rodrigo Paz, con un 5,6%. Otros candidatos, como Jhonny Fernández, Eduardo del Castillo (Movimiento Al Socialismo – MAS), Eva Copa y Fidel Tapia, obtienen porcentajes inferiores al 3%.

Estos resultados evidencian que los candidatos identificados con la izquierda apenas alcanzan, en conjunto, alrededor del 20% del respaldo electoral, mientras que las candidaturas opositoras acumulan aproximadamente un 61%. Para el politólogo Manuel Suárez, estos datos revelan el rompimiento total de la hegemonía del MAS después de 20 años. Según sus palabras, “de aquí en adelante ya no habrá una hegemonía en la que el MAS ganaba con más del 50 o 60%”.

El concepto de hegemonía es unas de las categorías que en el campo de las ciencias sociales y la ciencia política se disputa el monopolio de la explicación de la manifestación del poder, frente a otras categorías como: dominación, legitimidad, gobernabilidad, etc.

En este sentido, la hegemonía no debe entenderse como un juego de suma cero. Se trata de una construcción relativa y consensuada, que depende del equilibrio de poder entre las élites políticas, económicas y sociales en un momento histórico determinado. La hegemonía de un proyecto o fuerza política nunca representa una victoria absoluta ni definitiva, pues está sujeta a constantes disputas y reajustes. Tampoco se trata de una lucha política y cultural de suma cero, sino de una dinámica compleja donde intervienen múltiples actores cuyas relaciones configuran un equilibrio que puede cambiar en el tiempo. Por ello, es fundamental analizar y comprender la hegemonía desde una perspectiva relacional, considerando el entramado de variables que la constituyen, y no como un fenómeno aislado o estático.

En 2017, junto a Rolando Mamani, propusimos una definición operativa del concepto en el artículo “Atrofia hegemónica: ¿estamos ante un envejecimiento de la hegemonía del MAS en Bolivia?”, publicado en la revista Oikos Polis. Allí definimos la hegemonía “como la relación particular de un bloque político, un gobierno, o élite política, etc., con el conjunto de la sociedad civil basado en el consentimiento, la confianza, el consenso (que reproduce dominación)”. Y planteamos como propuesta teórica que su explicación y análisis sociopolítico y discursivo podría realizarse desde las siguientes variables:

  1. La renovación y mantenimiento del discurso, identidad, proyecto que identifica y unifica al bloque político.
  2. La articulación interna del bloque histórico, discursivo, político (como maquinaria electoral) en el poder y sus alianzas con otros sectores sociales. 
  3. La cohesión interna de la clase dirigente del bloque en el poder (clase política, intelectuales orgánicos, dirigentes sociales).
  4. La manifestación de la capacidad de dirección ideológica y política de la clase dirigente en la disputa, mantenimiento y renovación de la hegemonía (empate, victoria, derrota frente al adversario).
  5. La manifestación de la confianza (electoral) y el consentimiento de la sociedad civil frente al bloque político y el líder que encarna el proyecto hegemónico.
  6. La manifestación de la correlación de las fuerzas en la sociedad civil y en el campo legislativo (asamblea departamental, concejo municipal y la asamblea nacional).
  7. La capacidad de implementación de las políticas públicas para la renovación y el mantenimiento de la confianza de la sociedad civil frente al bloque político hegemónico.
  8. La posibilidad (o imposibilidad) de la articulación de los partidos o bloques políticos de oposición en las disputas electorales.
  9. La posibilidad (o imposibilidad) de la articulación de un nuevo bloque histórico, discursivo y social que dispute la hegemonía al bloque en el poder.

De este modo, la pérdida de la hegemonía del MAS no puede medirse únicamente en términos de los posibles resultados electorales del 17 de agosto de 2025, este indicador debe ser contextualizado en la coyuntura política analizada en base a las variables mencionadas incluso en un contexto más amplio, no solamente en la actual coyuntura política. Siendo que los resultados electorales reflejan básicamente el consentimiento pasivo que se manifiesta por lo general en las elecciones hacia un proyecto político que se repite cada 5 años en las urnas. Es por esto, que el concepto de hegemonía, no es un sinónimo de victoria electoral, es todo eso y más

En otro artículo titulado: “¿Cómo perdió el MAS su hegemonía en octubre y noviembre de 2019?” publicado el 2021 en la Revista Aportes de la comunicación, plantee que en octubre y noviembre de 2019, el MAS perdió el consentimiento y la confianza de una mayor parte de la ciudadanía boliviana, porque no tuvo la capacidad del uso del monopolio de la violencia legítima frente a las protestas ciudadanas que inicialmente pedían una segunda vuelta, una nueva elección y finalmente la renuncia del presidente Evo Morales.

Sin embargo, para hablar de una pérdida total y definitiva de hegemonía, es necesario observar, además, una ruptura ideológica entre el MAS y su base electoral —tanto en áreas rurales como urbanas— y, sobre todo, el surgimiento de un nuevo bloque histórico que dispute al MAS la representación de los sectores populares, campesinos e indígenas. En ese contexto, la pérdida de la hegemonía del MAS en octubre y noviembre de 2019 fue explicado por las siguientes causas:

  1. La falta de relevo del liderazgo de Evo Morales en la dirección del MAS.
  2. La descomposición moral de su dirigencia que empezó a manifestarse de manera más evidente en la última gestión de gobierno.
  3. El desconocimiento de la voluntad popular expresada en el 21 de febrero de 2016 (21F).
  4. La pérdida de la confianza de la clase media urbana de las principales capitales del país.
  5. La pérdida de la capacidad de movilización social de los sectores sociales afines al MAS, durante los últimos años, fundamentalmente en los acontecimientos de octubre y noviembre de 2019.
  6. La pérdida del control y la obediencia de la Policía y las Fuerzas Armadas el 10 de noviembre de 2019.

En la coyuntura actual, la hegemonía del MAS atraviesa un proceso de decadencia, producto del desgaste acumulado tras un prolongado ejercicio del poder, la ausencia de renovación tanto discursiva como organizativa, y la limitada capacidad para implementar políticas públicas eficaces frente a la crisis económica, entre otros factores. Esta situación responde a una tendencia que puede definirse como atrofia hegemónica, entendida como la pérdida progresiva de consenso, confianza y legitimidad hacia un proyecto político. Dicha atrofia no ocurre de manera repentina: se desarrolla de forma acumulativa, se manifiesta en distintos frentes y se vuelve especialmente visible en contextos críticos como el actual, marcado por una fragmentación electoral, disputas internas y una notoria incapacidad para dar respuesta a la crisis económica que atraviesa el país.

Queda pendiente realizar un diagnóstico más profundo sobre el estado actual del campo de la hegemonía en Bolivia. Sin embargo, lo que resulta evidente es que el MAS ya no detenta el monopolio del consenso ni la capacidad de articular un proyecto nacional con la fuerza que tuvo en el pasado. Estamos, tal vez, ante el cierre de un ciclo político y la apertura de un nuevo escenario de disputa por la representación popular.

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Juan Pablo Marca es politólogo e investigador social

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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