Abnegación y maternidad

Opinión

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Luciana B. Miranda

La maternidad, en vísperas del 27 de mayo, se torna en un tema en el que todos deberíamos inmiscuirnos para cuestionar y replantear aquello que honramos y festejamos.

Entendemos a la abnegación como el sacrificio que alguien hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses. Entonces, en el contexto maternal, es una secuencia de actos que nulifican la posibilidad de un proyecto de vida que contemple intereses personales y cuyas prioridades giran en torno a los hijos.

La abnegación ha sido, por mucho tiempo, un símbolo de amor incondicional, entrega total y una característica atribuible a la labor materna, ya que se ha enaltecido a la madre que todo lo sacrifica por el bienestar de sus hijos, que renuncia a sus propios sueños, tiempo y bienestar sin pedir nada a cambio. Esta imagen arraigada en la cultura, suele parecer admirable, pero, en un análisis más profundo, también merece ser cuestionada.

Ser madre implica una serie de transformaciones, tanto físicas y emocionales. No obstante, la sociedad ha romantizado el sacrifico materno, convirtiéndolo en un requisito obligatorio de “buena maternidad” y catalogando a aquellas que no cumplen con ello como “egoístas o malas madres”. En ese contexto, la abnegación deja de ser una elección para convertirse en una exigencia silenciosa, una imposición disfrazada de virtud.

“Abnegada soporta las cruces”, este es un pequeño extracto del Himno a la Madre y una de las razones que motivan este artículo porque encapsula la imagen tradicional de la madre, una mujer que sufre en silencio, que carga con penas, sacrificios y renuncias, sin quejarse.

La frase “soporta las cruces” alude no solo al sufrimiento inevitable que puede implicar la maternidad, sino a una resignación idealizada frente a las dificultades, donde se espera que una madre aguante, sin importar cuán pesadas sean las cruces que le toquen.

Las consecuencias de esto se traducen en mujeres agotadas, con altos niveles de estrés, que enfrentan culpa por querer un espacio propio o aspiraciones individuales. Se trata de una carga emocional que rara vez se comparte porque admitir que se necesita ayuda o que no se disfruta cada momento de la maternidad sigue siendo, en muchos espacios, un tabú.

Ahora bien, no se trata de desvalorizar a aquellas que, voluntaria y libremente deciden renunciar a determinados objetivos por sus hijos, ya que jamás se podrá condenar una decisión que sea tomada con libertad y consciencia; más por el contrario, se trata de respetar el proyecto que cada una elige tener y desmentir un ideal que exige que la madre se anule para ser digna.

En ese sentido, es urgente construir nuevas narrativas sobre la maternidad, donde haya espacio para el autocuidado, el desarrollo personal, la libertad y la responsabilidad.

Finalmente, que esta sea una fecha en la que honremos a aquellas que deciden ser madres, pero que, además, son mujeres que tienen derecho a lograr sus objetivos, sin la imposición de renunciar a ellos para ser “buenas madres”.

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Luciana B. Miranda Serrano es investigadora y estudiante de Derecho.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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