Gracias a denuncias anónimas, colectivos de búsqueda de desaparecidos descubrieron recientemente en un rancho de Jalisco (México) crematorios clandestinos que las autoridades identificaron como un presunto centro de entrenamiento y exterminio del crimen organizado. Paradójicamente, un año antes, la Guardia Nacional realizó un operativo en el mismo sitio: arrestó a 10 personas, liberó a un secuestrado y reportó solo un cadáver.
Las fuertes imágenes de zapatillas amontonadas y restos óseos inundaron las redes sociales, mientras el gobierno mexicano se limitó a calificar el hallazgo como “terrible” y las críticas al gobierno local no tardaron en llegar: ¿cómo era posible que desconocieran la existencia de un sitio de exterminio que, según los colectivos de búsqueda, pudo haber cobrado la vida de al menos 400 personas?
El reclutamiento del narcotráfico ha evolucionado. Ya no solo capta a jóvenes de barrios marginados, sino también a universitarios con conocimientos estratégicos, como bioquímicos. Además, el reclutamiento forzoso es cada vez más frecuente. La académica Sayak Valencia advierte que las fosas comunes no son solo evidencia de exterminio, sino el último eslabón de un mecanismo de despojo territorial y de control sobre los cuerpos. Son, además, herramientas de terror utilizadas por los cárteles para marcar su dominio.
A esto se suma la normalización de la violencia narco en la cultura popular. Corridos, series, moda y marcas exaltan su estética de poder, distorsionando la percepción social. La brutalidad deja de conmover y se convierte en parte de una narrativa atractiva, reduciendo el pensamiento crítico y desensibilizando a la población.
En Bolivia, la evidente pérdida de control territorial, las pobres o ausentes capacidades estatales, el establecimiento de republiquetas resguardadas por civiles armados, el debilitamiento del tejido social y la expansión del poder narco, no pueden analizarse como hechos aislados ni ser minimizados. El sociólogo Nelson Arteaga, en sus estudios sobre las operaciones del narco mexicano, advierte que las prácticas rituales de las decapitaciones expuestas, son firmas iniciales de un escalón más: la presencia de cuerpos de élite del crimen organizado instalados.
Los últimos sucesos rituales en Sacaba y la carretera Oruro-La Paz son advertencias de toma y límite territorial, acciones que en el mediano plazo, no solamente se llevarán por delante un país entero, sino también a nuestros hijos, nuestra paz y nuestro futuro.
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Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)
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