Impunidad, (in)justicia y complicidad social

Opinión

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Sumando Voces

Hernán Cabrera M.

Una sociedad enferma, una sociedad doble moral, un pueblo que le gusta el circo y a su gente la morbosidad y el escándalo, la misma que es acompañada por cierta prensa que se alimenta de tetas, culos y agresiones entre los protagonistas. Y claro el poder mira y provoca esos niveles de reacciones, respuestas y luego los silencios de esa sociedad que le gusta difundir al máximo algunos hechos que tienen que ver con sexo, muerte, mercantilización de las mujeres.

El video del feminicidio de la normalista Kamila en Caranavi fue la cumbre de la perversidad y de los deseos oscuros que tenemos los seres humanos, hecho que fue difundido por personas, grupos, canales de Tv, utilizado todas las redes sociales al alcance.

Hace algunos meses circuló el audio del diputado José Luis Jauregui, en el que pedía tres señoritas para estar con ellas, claro no era para rezar el rosario o ir a misa, sino para tener sexo tripartito. Una mujer allegada lo denunció e hizo circular el audio, que recibió amplio respaldo para que el mismo sea escuchado en miles y miles de celulares.

Políticos, feministas, analistas, opositores, opinadores y periodistas hicieron tamaño escándalo de este audio, exigiendo sanciones al diputado oficialista. Pasó el tiempo, esa sociedad se olvidó del glotón sexual, quien sigue intacto en su curul parlamentario, incluso fue presidente de una comisión legislativa. La única que le puso un freno fue la diputada Luisa Nayar, quien no quiso compartir un set de televisión ni otros espacios con el depredador sexual Jauregui. Pero él sigue impune y para la sociedad no pasó nada, peor aún para los fiscales y jueces que escondieron la cabeza.

Vamos al otro extremo. En una casa de estudios superiores, donde se supone que todo debe estar en orden y al primero que cometa delitos o faltas se los debe sancionar, hace un par de meses un grupo de universitarias denunció al decano de la Facultad de Humanidades de la UAGRM, Alejandro Velarde, por pedir “culin y dólares” por notas o para ciertos favores que él les concedía.

Fue un escándalo monumental: conferencias de prensa de las autoridades morenianas, la FUL se movió un poco, la prensa dio amplia cobertura, la sociedad descalificó el decano universitario, en fin, hubo reacciones en cadena de magnitud y en amplia escala. Pasaron las días, todos nos olvidamos del exigente decano del culin. Hace una semana, el Tribunal de Justicia de la UAGRM lo liberó de toda culpa, le restituyó todos sus derechos y atribuciones como Decano de la Facultad de Humanidades y dispuso que el caso quede archivado.

A nivel de la Policía hay un informe técnico de su unidad informática, que señala que el audio fue creado por IA y que no merecía mayores comentarios. Luz verde para la impunidad y a nombre de la autonomía universitaria.

Nadie le hizo seguimiento al decano morboso, ni el defensor universitario, ni la FUL,  ni la Federación Universitaria de Profesores, ni los medios de comunicación, ni las feministas, ni la justicia, dejando a las víctimas en total orfandad y vergüenza. ¡Viva la autonomía universitaria…!

Nos gusta el escándalo inmediato, nos hacemos parte de él, opinamos, compartimos los videos, los memes, las fotografías, descalificamos, nos enojamos, arrechera que dura algunos días, para luego volver a la normalidad, como estos casos mencionados y muchos otros, que usted recordará y quizás habrá sido parte del circo de la redifusión.

Pero luego nos olvidamos del asunto y no reaccionamos ante la impunidad, ante el cinismo, ante el deshonor y la falta de sanciones para los agresores sexuales, como el diputado Jáuregui y el decano Alejandro Velarde, que volvió a sus funciones, libre de toda responsabilidad, al parecer listo con el celular para pedir más culin y más dólares.

En ambos casos el periodismo no hizo seguimiento riguroso o dejó a un lado una de sus funciones: la denuncia cuando se cometen delitos y mucho más cuando no se sancionan a los responsables.

Parece que el delito y los que cometen fechorías nos están venciendo, nos están ganando la batalla, nos están hundiendo para ver que lo que hacen es normal y que los locos y los que estamos mal somos nosotros, los que cuestionamos, denunciamos, los que nos indignamos por cada una de sus acciones que violan los derechos humanos de las víctimas.

“Con relación a cada individuo, lo primero y mas brillante que se consigue sobre sí mismos, como igualmente de todas las devotas, la más vergonzosa y la más funesta es la de verse vencido por sí mismo, todo lo cual supone, que cada uno de nosotros vive dentro de sí en una guerra intestina”, dijo Platón en su libro La República.

En esa guerra no nos dejemos ganar y eso lo haremos con perder el miedo, así como dijo Roosevelt, “Lo único que debemos temer es al miedo mismo”, demostrando nuestra indignación y opinión, difundiéndolas y participando de toda acción de protesta, y también siendo exigentes con el nivel de periodismo que hay en Bolivia, el cual debe cumplir un rol fundamental, que no es solo informar un hecho, sino hacerle un seguimiento y denunciar como estos casos la negligencia y complicidad de las autoridades que correspondan con los insaciables sexuales.

“Aquel que escribe, aquel que cada mes, cada semana, cada día produce el material que va a conformar el pensamiento del público es, en esencia, aquel que determina, más que nadie, el carácter de la gente y el tipo de gobierno que esa gente tendrá”, les dijo el presidente de EEUU, Theodore Roosevelt, a un grupo de periodistas, haciéndoles notar el enorme y delicado papel que desempeñan o deben desempeñar en todo Estado democrático.

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Hernán Cabrera es periodista y Lic. en Filosofía

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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