Los nuevos “hijos de p…”

Opinión

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Sumando Voces

Pedro Portugal Mollinedo

Se atribuye al presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt la frase: «Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta», al referirse al dictador de Nicaragua Anastasio Somoza García. La misma frase la habría expresado, años después, Henry Kissinger cuando fue Secretario de Estado, refiriéndose al dictador del mismo país, Anastasio Somoza Debayle.

Gran parte de la historia de los Estados Unidos en su relación con el “Tercer Mundo” está señalada por su apoyo a dictadores e infames en la que contaba más la mansedumbre de estos hacia la potencia del Norte que su envergadura moral o el beneplácito de sus poblaciones.

Hoy día en nuestro continente quienes gozan del apoyo internacional, ya no son los dictadores de derecha, sino los dictadorzuelos de izquierda. Las utopías del Hombre Nuevo solo han generado autócratas de viejo troquel que, sardónicamente, la tienen fácil pues gozan de sustentáculo en los dos bandos que antes estaban enfrascados en fragosa guerra fría.

Los dictadores de nuestra época llegaron al poder embozados en la defensa de los humildes. En su ascenso jugó rol nada despreciable el apoyo institucional y gubernamental de la sensibilidad progresista de la izquierda social demócrata europea y el de los liberales norteamericanos. Después de aprovechar ese impulso, esta nueva generación de mandones vira su preferencia hacia el creciente dominio chino, el siempre impresionante poder ruso y la prodigalidad islámica, con Irán encabezándola.

Se presenta así un nuevo y confuso panorama. Europa y los Estados Unidos parecen involucrados más en la búsqueda de una hegemonía cultural que en delimitar los términos geopolíticos a los que nos acostumbró el siglo XX. China enfoca su política –bastante pragmática– en la expansión de intereses económicos y comerciales. Irán parece contemplar el continente como un reservorio humano de futuros conversos que podrían marchar gozosos al martirio en la lucha por la final destrucción del pecaminoso y corrupto modelo occidental y la gigante Rusia pugna por no perder su influencia regional y mundial.

Lo curioso en esto es que nuestros nuevos dictadores sacan provecho de esa mezcolanza con una presteza y habilidad que envidiarían sus antepasados, quienes, para recibir la ayuda del Tío Sam, debían hacer gala de inequívoca fidelidad a las normas y caprichos solo de los norteamericanos. Los progresistas europeos y los demócratas liberales cierran los ojos ante los desmanes dictatoriales, por poco que se enarbole de alguna manera y en algún evento la bandera LGBT. A los rusos e iraníes ello parece no incomodarles, a pesar de la aversión de Putin a ese gallardete y lo que pueda decir el Corán sobre esas diversidades. Mientras, los chinos continúan formando contratos y convenios comerciales.

Un ejemplar que supo aprovechar al máximo esa situación fue nuestro ex presidente Evo Morales. A esa ensalada aportó el exotismo de la ficción pachamamista, que, aunque no fue creación suya sino de la academia y de la cooperación internacional occidental, supo llevarla –con el interesado asesoramiento de Álvaro García Linera y la graciosa colaboración del actual vicepresidente David Choquehuanca- a derivaciones insospechadas de admiración y reverencia…. Claro que los recientes escándalos de estupro y de trata de personas en las que judicialmente está envuelto lo dejan mal parado a él y a sus promovedores internacionales.

En un ambiente internacional en el que son otros quienes ahora parecen amamantar a los nuevos “hijos de puta”, la tarea de reconstruir la democracia en Bolivia debe recurrir a aquello que es garantía de éxito: Primero, nuestras propias fuerzas. Nuestra predisposición a buscar “solidaridad internacional” nos hizo olvidar que los amigos interesados siempre tocan las puertas del exitoso. Eso sucedió siempre y sucederá, especialmente en esta época donde la multipolaridad parece ya definitivamente establecida.

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Pedro Portugal Mollinedo es historiador, autor de ensayos y estudios sobre los pueblos indígenas, además de columnista en varios medios impresos y digitales.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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