Por Rodolfo Huallpa
“¿Me puedes dar 5 minutos?”. Así se presenta una señorita con polera naranja, una bananera (billetera) que rodea su cintura y una gorra negra que combina con su pantalón. En sus manos lleva un folder, en cuyas hojas están impresas varias fotografías. No puedo ver su rostro, pero su tono de voz y algunas expresiones faciales hacen evidente la sonrisa que lleva para contarme un asunto que la lleva varias horas del día caminando una y otra vez el característico Prado de la ciudad de La Paz.
En sus fotografías se observan muchos jóvenes vestidos casi igual que ella. Algunos con camisetas naranjas, otros con camisetas celestes. Todos con sus bananeras y gorras y realizando una labor en común: “nosotros ayudamos a las personas de la calle, a los perritos y a los niños”, me cuenta mientras ya pasaba alrededor de tres minutos desde que me abordó.
Luego de un intercambio de opiniones sobre su labor, me indica que ayudan no sólo a bolivianos en situación de calle, sino también extranjeros, en este caso, niños y niñas venezolanos que, al igual que ella, están deambulando a lo largo del kilómetro y un poco más de extensión que tiene el Prado. “Sí también los ayudamos, justamente nuestro director es venezolano”, me atina a decir.
Es así que conocí a Maykol Tovar, un joven venezolano de 28 años nacido en Aragua. Él dirige Human Help, una asociación conformada por él, su pareja Katherin Mendoza –también venezolana, de Maracaibo- y al menos 10 jóvenes voluntarios que desde julio pasado vienen realizando ayuda social para personas en situación de calle, a través de recursos que obtienen con la venta de llaveros y otras manualidades. Este dinero se lo invierte en una acción social que se realiza cada semana, que puede consistir en la entrega de alimentos, desayuno, enseres o ropa para las personas necesitadas.
Una pequeña oficina en una casona del Prado con un par de escritorios, asientos que se pueden contar con los dedos de una mano, mochilas y algo de ropa entre el piso y la pared, además de algunos letreros de Human Help, así me recibe este grupo de jóvenes. “Cuando llegué acá a Bolivia vine con la visión de querer ayudar. Antes de eso tuve que regularizar mis papeles para trabajar en Bolivia, lo hice y en el tiempo en que estuve conocí a varios jóvenes con quienes compartí mis ideas y experiencias y conformamos esta Asociación”, comenta Maykol, abogado de la Universidad venezolana Rómulo Gallegos que a su arribo al país, el 21 de marzo de 2019, tuvo que trabajar como vendedor de chocolates, repostero y vigilante de seguridad para conseguir fondos, inicialmente para su regularización migratoria.
De acuerdo con la oficina de la Organización de Estados Americanos (OEA) para la crisis de los migrantes y refugiados venezolanos, la mayoría de los venezolanos que ingresan a Bolivia lo hacen con pasaporte vigente o carnet de identidad, no fue la excepción para Maycol. Luego de regularizar su situación, obtuvo el permiso de trabajo meses después y comenzó con emprendimiento.
Pero no sólo él, sino también su pareja, Katherin, encabeza esta iniciativa. Ella dice ser el brazo derecho de Maykol. Su romance tiene como origen Bolivia. Ella llegó al país en marzo de este año, con la promesa de un trabajo que le habían ofrecido desde Perú, pero que al final no se concretó por la crisis de la Covid-19 y no tuvo otro remedio que quedarse.
Hay un dicho que dice nada sucede por casualidad. La estadía de Katherin en La Paz le permitió conocer a Maykol en un hostal en el que ambos residían. Comenzó su romance y hoy llevan casi cinco meses de relación. Ella se dedica a impulsar el trabajo de Maykol y de Human Help. “La parte femenina es más del corazón, somos más flexibles. Soy la parte más débil y sensible sobre todo. Como pareja lo apoyo y le pido que luche y luche, porque se necesita ese apoyo (…). Hay gente que cree que tenemos dinero, que por ser Human Help tenemos que ayudar a todos, y dar viviendas u otras cosas que piden algunas personas. Nosotros vivimos no en una situación perfecta, pero al menos tenemos un plato de comida y un techo para cumplir este sueño. Ayudamos con lo poco que tenemos”, narra Katherine, que es de las personas que te describe con ejemplos los episodios que le ha tocado vivir.
Una de sus anécdotas parte de una actividad solidaria que hicieron con los voluntarios. En la ocasión les tocó ayudar a una niña de la calle. Gran coincidencia, era su cumpleaños y entre todos armaron una pequeña celebración en plena calle. “Algunos de nuestros voluntarios venden juguitos en la calle, ellos saben lo que cuesta vivir. Por eso ayudan”, comenta.
Katherin tuvo que dejar Venezuela en 2014 luego del divorcio de sus padres. Se fue a Colombia, donde intentó estudiar Comunicación. No lo logró. Comenzó una nueva carrera en Contabilidad, pero su situación la obligaba a trabajar y fue ese el motivo que le impulsó a buscar nuevos rumbos. Hoy en Bolivia, además de apoyar a Maykol moralmente, también se hace cargo de los alimentos, de la comida para los 10 voluntarios.
En Bolivia no hay una cifra concreta de la cantidad de venezolanos que ingresaron en los últimos años, pero según estimaciones de la sociedad civil, se calcula que son alrededor de 10.000. El informe de la oficina de la OEA para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos habla de 11.261 venezolanos que ingresaron con pasaporte sólo en 2019 y otros 5.982 venezolanos que ingresaron con el carnet de identidad el mismo año.
La mayoría de los venezolanos que llegaron al país viene procedente de Colombia (como es el caso de Maykol) y de Ecuador y Perú (como el caso de Katherin). Según la OEA, el destino Bolivia se da por las dificultades encontradas por los venezolanos en los tres países antes mencionados.
“En Bolivia nos recibieron mejor que en Perú”
Maykol ve en Bolivia un país donde se pueden cumplir los sueños. Él lo está haciendo poco a poco. Su labor altruista no nace en este país, sino deviene desde Ecuador. El salió de su país el 18 de agosto de 2018 con rumbo a ese país a donde fue con dos de sus seis hermanos. Todos con un mismo objetivo: mejorar su calidad de vida y su situación económica, por la crisis que atraviesa Venezuela.
Después pasó a Perú, a donde llegó con tres de sus compatriotas y dos amigos colombianos. No fueron bien recibidos. Él cuenta que en Perú hay mucha xenofobia. Los obligaron a salir y llegar a Bolivia, donde el recibimiento fue mejor, pero la regularización de su estadía fue el verdadero problema. De los seis, los otros cinco fueron deportados por no portar documentos.
En Bolivia, durante el gobierno del presidente Evo Morales, hubo una paralización de las solicitudes de refugio para ciudadanos venezolanos, pese a que muchos de los que solicitan este status alegan haber sido víctimas de persecución por participar en contra del régimen venezolano, hacer sufrido persecución, amenaza, inseguridad, crisis humanitaria, no haber encontrado empleo o sufrir fallas en los servicios básicos.
“Actualmente hay 57 venezolanos en Bolivia con estatus de refugiado (27 mujeres y 30 hombres). En el 2018, 334 venezolanos realizaron solicitudes y en 2019 un total de 405. Entre enero y febrero de 2020, 182 venezolanos han hecho solicitudes de refugio. Los venezolanos han sido los principales solicitantes de refugio desde 2018”, se conoce según datos de la Comisión Nacional del Refugiado de Bolivia.
La crisis política, la peor etapa
La crisis política de octubre y noviembre de 2019 fue dura para los bolivianos, pero muy poco se habló sobre cómo vivieron esa etapa los extranjeros que vivían en el país, particularmente los venezolanos. Maykol comenta que él y sus compatriotas no podían salir de sus lugares de residencia, ni si quiera a la tienda.
“El gobierno de (Nicolás) Maduro pues envió muchos venezolanos a Bolivia (en octubre de 2019) para generar disturbios, entonces se nos vinculó con eso. Somos una comunidad y llegamos a un acuerdo para no salir de nuestras casas, si tenías que salir pues tenías que mandar a alguien. Teníamos amigos bolivianos que si queríamos algo de víveres, pues tú le pagabas y te lo llevaban a tu casa. Pues si hablabas y notaban tu acento venezolano, te linchaban y esas cosas. Tengo una amiga venezolana que se mudó a otro departamento porque se metieron a su casa, la amarraron y la golpearon por ser venezolana”, narra sobre los conflictos del año pasado.
Pese a esto, Maykol quiere quedarse en Bolivia, al menos los tres años que le permitió el gobierno luego de los trámites que le permiten trabajar en el país. Katherin, por su lado, también quiere permanecer en el país, pero ella es más soñadora. Ella quiere que Human Help logre este año la entrega de 2.000 juguetes a los niños de la calle, instalar un comedor comunitario, un albergue para animales y dar talleres para madres solteras.
Los voluntarios que los acompañan persiguen el mismo sueño. Cuando se los ve recolectando dinero o vendiendo sus pequeños productos, sacan una sonrisa a los transeúntes, porque no son las típicas personas que se acercan a pedirte ayuda, si no que tratan de entablar una conversación amena, amistosa, pero sobre todo sincera.
“No pedimos dinero, sino vendemos llaveritos, Hay quienes desconfían de esto, que es una estafa, pero hay quienes nos apoyan”, Fátima Mamani, voluntaria.
“Yo me sentía muy inseguro al principio, pero ya llevo dos semanas en esto y me gusta ayudar a la gente…”. Fabricio Tellería, voluntario.
“Hay muy pocas asociaciones que se interesan a ayudar a la gente necesitada”, Paulina Titirico, voluntaria.
Si deseas colaborar con el trabajo de Human Help, los puedes contactar por teléfono +591 69727573 o su página en Facebook: Human Help.