Francesca Canedo, gestora del huerto Sewenka de La Paz, con uno de sus vecinos. Foto: Casa de nadie
Alejandra Almaraz, Casa de nadie
Francesca Canedo espera a dos de sus vecinos para regar los cultivos y preparar el compost de Sewenka, un huerto urbano ubicado en la avenida Costanera de la ciudad de La Paz, que fue instalado en 2018, pero que tropieza con al menos tres trabas: las dificultades para renovar su licencia, la falta de autorización para vender los productos y la indiferencia de algunos vecinos que prefieren no involucrarse en la iniciativa.
No es el único caso, pues los demás huertos urbanos de La Paz atraviesan por los mismos problemas, según pudo constatar este medio en un recorrido realizado para este reportaje, para el que se entrevistaron a los promotores de los mismos.
“La ley dice que antes de terminar el huerto tenemos que solicitar nuevamente si queremos una renovación, se ha pedido la renovación y estamos a la espera, pero ya son tres meses que no nos dan. Mientras tanto, nosotros no podemos dejar el huerto porque tenemos que seguir plantando, tenemos que seguir teniendo este espacio para que los árboles no mueran, las flores no mueran”, afirma Canedo, rodeada de lavandas, perejiles, oréganos y otras verduras.
Esta mujer, quien además es abogada, ha emprendido una campaña para denunciar la falta de transparencia y supuestos intereses ocultos de las autoridades que ponen trabas al Huerto Orgánico Sewenka y a otros huertos y composteras de La Paz, que tampoco han podido renovar su autorización y no recibieron explicación al respecto.
Además, ha recolectado más de 60 firmas de los vecinos de la zona y está en contacto con organizaciones ambientalistas que le dan su apoyo, así como otros huertos y composteras que se encuentran en la misma situación de irregularidad, con el fin de evitar que estos espacios verdes de alimentos agroecológicos desaparezcan por silencio del Estado.
Este medio trasladó la consulta a la Secretaría Municipal de Gestión Ambiental de la Alcaldía de La Paz, donde aseguraron que no recibieron la solicitud de las subalcaldías.
Otro de los grandes problemas es que quienes gestionan los huertos no puedan vender sus productos, pese a que lo necesitan porque los costos de mantenimiento son altos, si se toman en cuenta los recursos materiales y el tiempo invertido. “Por normativa nosotros no podemos vender lo que estamos produciendo. Regalamos, abrimos el huerto de vez en cuando y decimos, ‘vengan, recojan’, si hay mucha lechuga, entonces, de paso los involucramos”, cuenta Francesca.
Ella utiliza sus conocimientos en materia legal para asegurar la preservación de su huerto dentro de la normativa. Y, en ese marco, creó un emprendimiento para producir tés derivados de las hierbas que se cultivan en Sewenka, actividad definida por ella misma como “autogestión” y que sirve para aliviar los altos costos de mantenimiento del huerto, algo que el municipio no cubre.
La misma Secretaría de Gestión Ambiental declara que el último registro de huertos urbanos acorde a la normativa es de 2023 (nueve huertos), y que actualmente solo hay un huerto en proceso de ser legalmente registrado. Es decir, todos los huertos urbanos en funcionamiento actualmente, desde Lak’a Uta hasta Sewenka, que alimentan a cientos de familias en todo el municipio de La Paz, son desconocidos por el Estado, y la Secretaría afirma desconocer el trasfondo del problema atribuyéndolo a las subalcaldías y al cierre de Fundación Alternativas.
En la ciudad de La Paz, en medio de la tierra árida y sedienta del agua que llega con dificultad de las vertientes montañosas, los huertos urbanos aparecieron hace 11 años como una alternativa múltiple: uso de espacios públicos, alimentación saludable y sostenible, sustento económico y creación de áreas verdes en medio del monstruo urbano de cemento y hormigón que no para de crecer.



Sobre la ley
A partir del esfuerzo de los huerteros, junto a la Fundación Alternativas y otras organizaciones, en 2018 se promulgó la Ley Municipal Autonómica No 321 para la Promoción de Huertos Urbanos en La Paz, con el objetivo de rescatar terrenos públicos abandonados para convertirlos en espacios verdes destinados al cultivo comunitario de alimentos.
Esta ley indica que los huertos, haciendo énfasis en la categoría de “huertos vecinales”, deben realizar una solicitud de autorización de uso del espacio municipal a la subalcaldía correspondiente, que luego la envía a la Secretaría de Gestión Ambiental, que hace el registro del huerto y lo visita para realizar inspecciones, así como para dar capacitaciones previa solicitud de los huerteros.
Esta ley, sin embargo, nunca llegó a ser efectiva por falta de un procedimiento claro, formal y práctico para que los ciudadanos de a pie realicen el trámite de reconocimiento de sus huertos. “En la práctica, este proceso continúa dependiendo en gran medida de la voluntad y la capacidad de atención de cada subalcaldía, lo que genera desigualdades y limita la implementación efectiva de la norma”, afirma Viviana Zamora, coordinadora del Comité Municipal para la Seguridad Alimentaria de La Paz, en una nota de Brújula Digital.
Zamora también afirma que problemáticas externas como los loteamientos ilegales en terrenos de huertos y la falta de transparencia en las subalcaldías y secretarías dificultan aún más la aplicación de la ley.
En 2023, el Comité Municipal de Seguridad Alimentaria de La Paz (CMSA-LPZ), Fundación Alternativas y distintos huerteros de La Paz presentaron la propuesta “3, 2, 1… ¡Cultivemos!”, que proponía un marco de acción más claro y específico para la ley, y solicitaba al gobierno municipal la estandarización y mayor agilización en los trámites de solicitud, generación de instrumentos de difusión de información sobre cultivos y la generación de espacios de interacción entre las autoridades y los huerteros. No obstante, el mismo comité afirma que desde esta propuesta tampoco se han percibido grandes avances.





Lak’a Uta: la primera semilla para combatir el riesgo
En 2014, la Fundación Alternativas fundó Lak’a Uta, el primer huerto urbano de La Paz, con el fin de rescatar un espacio avasallado y convertirlo en un bien común. “Tenía como objetivo garantizar la seguridad alimentaria de las personas. Entonces, ha considerado que un huerto puede garantizar seguridad alimentaria. ¿Cómo? Dándoles disponibilidad del alimento, teniendo acceso al alimento y además dándoles un buen uso”, cuenta Génesis López, una joven ingeniera ambiental y actual encargada del huerto.
“Este era el parque Lak’a Uta. Sin embargo, por estar en la zona de Cotahuma, que es una zona donde existen muchos riesgos de deslizamientos, todo el parque se ha deteriorado por la arcilla y por la tierra que iba cayendo y se ha convertido en un espacio abandonado. A partir de eso, muchas personas hacían actos vandálicos”, afirma la ingeniera mientras mira la profundidad de árboles en el cerro que cobija el huerto. También cuenta que, con la transformación del espacio, el riesgo de deslizamientos se mitigó a través de la canalización del agua para el riego.
En el huerto Lak’a Uta, actualmente 39 familias provenientes de distintos barrios de La Paz cultivan sus alimentos. Además de las parcelas que se les conceden en préstamo a los ciudadanos que desean cultivar, cuentan con un huerto medicinal, creado en colaboración con PBACC, en el que se cultiva alcachofa, flor de miel, tomillo y orégano, y proporcionan un recetario para utilizar las especies. Tienen además una laguna artificial de anfibios, un apiario, composteras y carpas con cultivos propios del huerto, así como carpas específicas para niños y para adultos mayores respectivamente.
La labor de este huerto pionero en La Paz se ha visto dificultada desde el cierre de Fundación Alternativas. “Ha sido JP Proyectos, con Rotary Club Achumani, quienes han decidido administrar el huerto. Entonces, ahora son ellos quienes están buscando la autosostenibilidad del huerto, que las personas que tienen sus parcelas puedan mantenerlas por sí solos y que no necesiten de una fundación o de una institución”, cuenta Génesis. Asimismo, la zona en la que se encuentran les trae conflictos usuales, como la construcción del letrero de “LA PAZ” que ocasionó un derrumbe de arcilla hacia sus cultivos.
La propagación de los cultivos en toda La Paz
A partir de Lak’a Uta, más huertos urbanos empezaron a surgir en distintos barrios y zonas de la ciudad de La Paz y periferias, desde Chasquipampa hasta Achocalla, pasando por Irpavi, Següencoma, Achumani y otros barrios. Huertos escolares, vecinales, particulares, en centros de rehabilitación y asilos. Los huertos urbanos se plantaron en la vida paceña de manera permanente y fueron clave en periodos de crisis, pues estos permiten no solo acceder a los alimentos cuando hay dificultades para el transporte, sino también acceder a estos a un menor costo que adquiriéndolos en el mercado.
“A raíz de la pandemia, surge también la necesidad de que los propios vecinos o las propias personas puedan cultivar sus alimentos y más en una situación económica tan complicada, que no sabes qué momento te vas a quedar sin los alimentos o insumos básicos de la alimentación. Entonces, es necesario de alguna manera tener tu espacio de huerto chiquitito, no necesitas algo muy grande con lo que simple y sencillamente puedes abastecerte. Tú solo o incluso a tu propia familia, unas tres, cuatro personas logran abastecerlas y te evitas subida de la papa, subida del apio, cebolla…”, cuenta Isaac Rojas, joven miembro de la Red Junges Netzwerk, que ha colaborado en la implementación de huertos en distintas zonas de La Paz.
Asimismo, los huertos urbanos en La Paz promueven con mucho énfasis prácticas conscientes y amigables con el medio ambiente, la salud y el bienestar comunitario. No utilizan pesticidas ni semillas transgénicas, cuentan con sus propias composteras que alimentan con los residuos orgánicos de las familias vecinas, fomentan el cuidado colectivo de las parcelas, no utilizan agroquímicos y participan en ferias de comida consciente.
Preservación y renovación
Los huertos urbanos fueron al inicio una respuesta combativa a los avasallamientos, y hoy los avasallamientos son el mayor temor de los huertos. Sin respaldo de la ley, aquellos pequeños pulmones verdes que no generan lucro son vulnerables a ataques vandálicos sin consecuencias, así como de ser retirados por el mismo Estado en cualquier momento al no tener respaldo legal.
Informes de la ONU y FAO afirman que, en tiempos de cambio climático y de crisis económica latente, los huertos urbanos se hacen cada vez más necesarios. Para un reportaje de ANA Bolivia, Jessica Agüero, cooperante de la Asociación de Organizaciones de Productores Ecológicos de Bolivia, mencionó que “Los huertos urbanos no son solo espacios para cultivar alimentos frescos y saludables; son centros de comunidad y encuentro. En estas parcelas de tierra entre edificios, vecinos de diversas procedencias se unen para sembrar y cosechar juntos. Es un acto de rebeldía contra el individualismo urbano y una afirmación de nuestra capacidad para producir nuestra propia comida de manera sostenible”.
Los huerteros de La Paz hacen un llamado a la sociedad civil a colaborar en su preservación, necesariamente, con una normativa renovada en pro del medio ambiente, la seguridad alimentaria y la comunidad.
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