“La mujer carga con todo”: incendios, abandono y resistencia en la Chiquitanía

Desarrollo

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Yenny Escalante

Mujeres de la Chiquitanía. Fotos: Cortesía Mujeres Chiquitanas.

Doris Chacón Lira tiene 49 años, es madre, abuela y presidenta de la organización de mujeres indígenas de Limoncito, del municipio de Concepción, en el corazón de la Chiquitanía boliviana. Desde allí ha vivido en carne propia las consecuencias de los incendios forestales que arrasaron con miles de hectáreas en 2024. Pero el daño no fue solo material, el golpe emocional todavía pesa.

«En este tema de los incendios, la mujer ha sido más afectada. Los hombres se iban a apagar el fuego y volvían en la madrugada, ¿y quién se queda? Es la mujer, ella es la que sufre más porque tiene una doble carga, con los hijos, buscar qué darles de comer. La carga más pesada ha sido para ellas», dice Doris.

Doris Chacón Lira, líder chiquitana. Foto: Sumando Voces

En su comunidad, al menos diez familias lo perdieron todo. Se quedaron sin casas, sin cultivos, sin herramientas de trabajo. El resto convivió con el humo espeso durante varios meses. Se estima que al menos quince comunidades de la región fueron afectadas, unas 300 familias en total. Muchas de ellas tuvieron que migrar. La gente dejó sus comunidades para buscar trabajo, se fueron a los pueblos y abandonaron su tierra. Las mujeres se emplearon como trabajadoras del hogar o salieron a vender lo que podían, relata la líder indígena.

En Limoncito, las mujeres artesanas perdieron su materia prima: el cusi, el copaibo, las raíces con las que teñían sus mantas y tejían sus hamacas. Sin bosque, también perdieron su fuente de ingresos, y con ello, una parte de su autonomía.

Bomberos y pobladores intentaban apagar el fuego. Foto: El Día.

Doris indica que debido a que tenían que tomar agua contaminada con el ollín de los incendios, las mujeres se vieron afectadas en sus periodos menstruales. Cuenta que tenían dolor en su cuerpo, ganas de vomitar, diarrea, entre otras afecciones. «Ahora las mujeres nos preguntamos cómo hemos podido resistir, porque no podíamos ni mirar, los ojos estaban rojos, los niños tenían conjuntivitis, diarrea, porque el agua afectó mucho, era un humo inmenso que no se sabía si era día o noche», rememora Doris. Agrega que a eso se sumaron los efectos sobre la salud física y emocional: alteraciones hormonales, ansiedad, presión alta e insomnio.

También, incrementó la violencia de género. Durante los incendios aumentaron los casos de violación y de niñas embarazadas. Los padres se iban a combatir el fuego y las niñas quedaban solas. Y todo quedó impune. «En las comunidades, como todos son familiares, se prefiere callar”, denuncia Doris. Para ella, el abandono del Estado no es solo ambiental, sino también social y judicial. Apunta que para hacer justicia se necesita plata, respaldo, y ellas no tienen nada de eso.

Incendio en la Chiquitanía boliviana. Foto: Mongabay

Mientras las llamas avanzaban, la respuesta estatal tardaba. “Dejaron que se queme todo. Lo único que pudo parar el fuego fue la lluvia, Dios fue piadoso con todos, y llovió», recuerda Doris. Las ayudas más significativas llegaron de fundaciones y de la solidaridad de otras regiones. Fue la gente, no el Gobierno, la que los sostuvo.

En medio de la devastación, las organizaciones de mujeres se rearticularon, y con alianzas y apoyos ahora se levantan de las cenizas. El Fondo de Pequeños Proyectos (FPP), de la Red UNITAS, financiado por Pan Para el Mundo, seleccionó el proyecto postulado por estas mujeres indígenas y dotó recursos económicos para ayudar a las familias más afectadas.

Además de las 10 familias de Limoncito, otras diez de la comunidad San Juan de la Roca, también del municipio de Concepción, recibieron apoyo. Consiguieron herramientas —machete, pala, hacha, etc.—, semillas de frejol, maíz, arroz, víveres básicos y plantines de almendra chiquitana para reforestar y así, a futuro, generar nuevos ingresos. No alcanzó para todas, pero trataron de apoyar a quienes lo perdieron todo, señala Doris.

Pero no solo recibieron apoyo económico, sino capacitaciones en fortalecimiento organizacional y en resiliencia y mitigación sobre efectos del cambio climático.

Los días 25 y 26 de junio, en Sucre, Doris Chacón participó del Encuentro de Intercambio de Proyectos FPP 2022 – 2025 organizado por la Red UNITAS, donde participaron casi 60 representantes de distintos proyectos financiados por el Fondo de Pequeños Proyectos (FPP) de Pan Para el Mundo.

«En los trabajos de plantación de la almendra chiquitana, en la siembra, se ha incorporado a toda la familia, promoviendo la transferencia de conocimientos. Las familias destinatarias cuentan con recursos básicos, conocimientos técnicos para iniciar su producción agrícola», refiere parte del informe de resultados de este proyecto.

Pese a todo, las mujeres de Limoncito y San Juan de la Roca, y regiones aledañas, siguen. Doris, junto a otras ocho organizaciones de mujeres de la Chiquitanía, impulsa acciones para conservar su cultura, recuperar saberes, formar liderazgos, exigir derechos y hacer frente a los impactos de los incendios forestales.

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