Al poderoso ministro de Propaganda de la Alemania nazi, (lo que hoy sería el director de Marketing), Josep Goobles, se le atribuye un dicho poderoso: “Escucho la palabra cultura, meto la mano al bolsillo y saco mi revólver”. Usted ya sabe a qué se refiere.
Parafraseando podemos decir: Escucho la palabra justicia, saco la billetera, y tengo acceso a la justicia. Frase dedicada a la Bolivia plurinacional que nos garantiza -en la CPE- a todos acceso a una justicia imparcial, rápida y sin intromisiones.
La justicia en Bolivia ha dejado de ser un derecho humano, para convertirse en un recurso inhumano, al que tiene acceso el poderoso, el que tiene millones o tiene influencias políticas. Hace siglos lo advirtió el filósofo Platón en su inmortal obra La República: la justicia es el derecho de los poderosos y los ricos.
¿Por qué esta contundente afirmación? Son varios los casos denunciados de injusticias hacia los más débiles, pero el de la periodista Nadia Apaza, que decidió quitarse la vida por haber sido mellada en su dignidad como mujer, es uno de los más evidentes porque días antes de su fatal decisión hizo la denuncia ante la Fiscalía (tres fiscales conocieron su caso) y a la policía, pero éstos no hicieron nada, dejando que el agresor caminara impune y feliz. Su muerte nos deja perplejos y asustados, porque desnuda una vez más que el Estado patriarcal, machista y violador cada vez es más fuerte e intocable. Cada vez más violador y violento hacia las mujeres.
El país reaccionó, se conmocionó. Las redes sociales se inundaron de mensajes de condolencia y de dolores. Las organizaciones de prensa emitieron sendos comunicados pidiendo justicia. El poder lanzó algunas palabras hacia la familia. La policía mostró fotos del fotoreportero acusado de violador. El Fiscal General prometió una rápida investigación a los encargados del caso, que recibieron la denuncia y no hicieron nada. Investigación que nunca llegará a conclusiones, sino tendrá pretextos de cómo salir de la gravedad de la situación. Empezaron los arrestos y los rostros compungidos de las autoridades.
Hasta ahí llegaron todos, pero la periodista Nadia está bajo tierra y su caso nos debe dar golpes a la conciencia, nos debe patear el trasero y nos tiene que interpelar seriamente para darnos cuenta que en Bolivia el sistema judicial es cómplice de los verdugos, de los violadores, de los pedófilos, de los corruptos. Este sistema es corrupto, se mueve al son de una billetera, si no, pregúntele a Nadia Apaza, aunque ell está muerta y no podrá contestar, ó al director del Fondo Indígena, Marco Aramayo, que tuvo más de cien procesos en su contra, sin ninguna prueba, y de tanto ajetreo y acusaciones no aguantó su corazón y también está muerto.
Este caso extremo nos tiene que dejar enseñanzas y sembrar en cada uno de nosotros, en especial, en los administradores de justicia y los que detentan algún poder, vestigios de cambiar radicalmente este accionar y esta mentalidad. La justicia no puede seguir así. Sus operadores son los responsables de esta muerte.
Con la decisión extrema de Nadia, cuya hermana denunció que los fiscales y policías se mueven sólo cuando ven sangre al frente o cuando ven una mujer toda maltratada o moribunda, también es un serio cuestionamiento al conjunto de las instituciones del Estado y de la sociedad civil que dicen trabajar por los derechos humanos de la mujer, frente a los pocos avances que se han registrado en estos últimos años.
No es solo un número más o un dato más la violación de la periodista Nadia Apaza, es un golpe a la conciencia y para entender ¿por qué la justicia no la atendió y por qué el Estado (que somos todos) permitimos su muerte?, hemos recurrido a la opinión de tres expertos en leyes y en derechos humanos que nos dan importante aportes.
Alejandro Colanzi, abogado que acaba de presentar su libro Criminología a mano alzada, dice que en Bolivia hay varias Nadias que son nadies. “El caso de la periodista Nadia Apaza llega al extremo de desnudar el estado de administración de la justicia de parte de los fiscales y jueces, además de los otros operadores, como la Fuerza Especial de Lucha contra la violencia hacia la Mujer, que no atendieron el llamado de auxilio y la denuncia que realizó por haber sido objeto de abuso sexual.
Es un ejemplo más de que hay la denuncia y no sucede nada, más aun siendo periodista, no le dan importancia, y así hay cientos y miles de Nadia Apaza, que no son periodistas que denuncian y son objeto de burlas, de abandonos, de revictimización, a pesar de que existe la ley que favorece a la mujer. Cuando la Nadia es nadie la situación se complica y las mujeres son objeto de abusos, de burlas, de prejuicios”.
Tiene un largo trabajo en derechos humanos, fue uno de los principales colaboradores del Defensor del Pueblo, Rolando Villena (2010-2016), realizó varios estudios del estado de la justicia en Bolivia, nos referimos al abogado Marcos Loayza, que asegura que el caso de Nadia “no es extraordinario, incluso se tiene una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso de Brisa Angulo contra Bolivia, por el cual se otorga responsabilidad al Estado justamente por dejar en la impunidad un caso muy grave de violencia sexual.
Bolivia debe pensar que la Ley No 348 no es la solución al tema de la violencia, sino debe implementar una política pública integral con indicadores claros para lograr resultados efectivos, que tiene que ver con varios temas para revertir la violencia estructural de género, para lo cual deben participar muchos actores, como ser sistema educativo, sistema de salud, sistema de justicia en todas sus instancias, Policía, Fuerzas Armadas, y otros actores de la sociedad civil”.
Juana Maturano, que fue candidata al Tribunal Supremo de Justicia, activista por los derechos humanos de las mujeres, denuncia que este caso desnuda la negligencia, mediocridad de los operadores de justicia, que siguen con esa mirada patriarcal y machista, que asumen que la violencia hacia la mujer se está naturalizando, mientras no vean sangre en el cuerpo de una mujer o la vean moribunda no actúan de forma inmediata. Sin duda, la muerte de Nadia es una radiografía de lo deficiente del servicio estatal de justicia. Y es un sacudón demasiado fuerte para todos, especialmente para los fiscales, jueces, policías, ojalá se sientan interpelados para cambiar de actitud.
Nadia Apaza se suicidó por no encontrar justicia, informaron los medios de prensa. No es así, Nadia fue asesinada por un sistema judicial machista, corrupto, violento e incapaz, a cuyos miembros les debe caer todo el peso de la ley y no quedar en la impunidad, no solo al agresor sexual; sino a cada uno de los investigadores, fiscales y policías que recepcionaron la denuncia y como no veían sangre en ese momento, dejaron pasar los días.Y se burlaron de ella. Y ella se mató.
La justicia es cómplice de la muerte de la periodista Nadia Apaza. ¿Habrá justicia? ¿Procesarán a los tres fiscales y a los policías y los mandarán a la cárcel?
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Hernán Cabrera es periodista y Lic. en Filosofía
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