Adalid Contreras Baspineiro
Mientras escribo estas líneas, con enorme pesar, recibo la noticia de la muerte del amigo Noel Aguirre, reconocido educador popular. Lo tengo en la memoria porque lo que planteo en el artículo lo hemos conversado, debatido y construido en múltiples experiencias. Vivimos tiempos de reacomodo mediático, de ubicuidad innovadora de las redes sociodigitales, de nuevos espacios entrópicos donde circulan raudas las narrativas prosumidoras ciudadanas. En este ambiente y con la transición del impacto provocado por la disrupción digital que obnubiló la producción intelectual devolviéndola al paradigma difusionista, es una buena alternativa recuperar la experiencia latinoamericana-caribeña que, por su particular ubicación al sur del continente, así como por la representación de los sures sociales y epistemológicos emergentes, constituyen las denominadas comunicologías del sur.
Del mismo modo que las epistemologías del sur, que según Boaventura de Sousa Santos, más que conocimientos que se apropian de la realidad son saberes que encarnan la realidad, las comunicologías del sur simbolizan la construcción de la realidad desde las prácticas sociales, culturales, políticas y espirituales de los pueblos, naciones y regiones excluidos, manifestándose con sus propias representaciones del mundo, interpretaciones de su vida e imaginarios de sus devenires, para encaminar presentes de resiliencia y horizontes transformadores que los representan con narrativas en sus propios términos y aspiraciones.
Precisando más, Francisco Sierra afirma que las comunicologías del sur son de invariable identidad poscolonial, emancipadora y creativa, acorde a las nuevas demandas de la economía de la cultura del llamado capitalismo inmaterial. Por esto, son expresiones múltiples de los pueblos, naciones y regiones de los sures epistemológicos, que desarrollan prácticas sociales y ejercen su derecho a la palabra con construcciones discursivas, simbólicas y materiales, por nuevos órdenes de vida que los incluyan en la historia reconociendo sus aspiraciones, sus esperanzas, sus sentipensamientos, sus cosmovisiones, sus sabidurías y sus propuestas de sociedades con vida digna y con justicia social, en armonía de todos los seres y con la naturaleza.
El (re)conocimiento de la presencia de las expresiones de los pueblos de los sures como sujetos de la historia, saliendo de su situación de desplazados, que implica el reconocimiento de sus formas de convivencia, sus prácticas solidarias y sus propuestas de sociedad, precede al conocimiento, o más bien generan conocimiento y formas de comunicación que están esperando ser sistematizados e incluidos en la ecología de los saberes, en unos sures donde las prácticas de comunicación están caminando por delante de las teorías. Y poner las teorías al día implica hacerlo respondiendo al desafío de admitir que no existen ciencias sociales puras ni neutras, porque no son ajenas a los sistemas valorativos y a las prácticas que buscan modificar las estructuras que han condicionado pueblos atrasados, pobres y dependientes.
Las comunicologías del sur se diseñan entonces siguiendo la ruta del conocimiento relevante que circula de manera oral en espacios cotidianos, o con representaciones mediadas en medios tradicionales representando las realidades materiales, o por redes sociodigitales legitimando las realidades virtuales, para engancharse desde esos diversos espacios comunicacionales que se entremezclan, con las socializaciones y construcciones sociales de la realidad en distintos horizontes que la comunicación va rememorando, penetrando y tejiendo, desde una cosmología comunicacional inclusiva, del sur.
Así como las epistemologías, las comunicologías del sur tienen el propósito de superar la dicotomía jerárquica entre las epistemologías del norte y del sur, porque el sur que se opone al norte no es aquel sur que el norte constituyó y quisiera eternizar como víctima, sino un sur que se rebela para superar el dualismo asimétrico existente, desde otra episteme, pluralista y equitativa. La cuestión es borrar las jerarquías de poder que habitan en las relaciones entre el norte y los sures entre y dentro los países, de eso se trata.
En este sentido es que América Latina, con el liderazgo del maestro Luis Ramiro Beltrán, plantea las Políticas Nacionales de Comunicación, para superar las asimetrías informativas que tienen al norte como emisor sabido y al sur como mero receptor pasivo. Se busca un Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación (NOMIC), con los sures expresándose desde otras perspectivas y otros paralelos, alter(n)ativos, haciendo presencia protagónica en las construcciones de los imaginarios colectivos.
En la misma línea, nuestro continente es reconocido por su aporte a la epistemología y la comunicología con paradigmas que emergen desde los sures resilientes, opuestos, alterativos y alternativos a las asimetrías generadas en su (des)encuentro con los eurocentrismos. Entre estas propuestas, que recuperan estatuto académico como respuesta válida en el contexto de la comunicación digital característica de estos tiempos, están la Comunicación Alter(n)ativa que cuestiona el difusionismo proponiendo una comunicación horizontal y participativa, la Comunicación Popular que le da sentido al protagonismo ciudadano y a la democratización de la palabra, las Mediaciones Culturales que incluyen la cotidianeidad en las disputas por el poder, y la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir que pone en escenario una comunicación para la buena convivencia.
La aplicación de estos paradigmas es fundamental para contribuir a rehumanizar la comunicación y la sociedad. En palabras del amigo Noel Aguirre, hablamos de un sistema de educomunicación transformadora y liberadora, que con sus metodologías participativas y dialógicas es inclusiva porque reconoce la diversidad, se adecúa a las expectativas de la población y se desarrolla a lo largo y ancho de la vida.
Adalid Contreras es sociólogo y comunicólogo boliviano.
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