Daniel Espinoza
Eres pitita o eres masista, eres colla o eres camba, eres evista o eres arcista. El escenario político boliviano se ha definido por una contienda entre rivales antagónicos en los que la estigmatización es el arma principal. La estigmatización, entendida como el señalamiento negativo hacia una persona o grupo para insultar, ofender, atacar o someter, basándose en el desprecio, prejuicios y estereotipos aprendidos, ha sido el fundamento para la creciente polarización de nuestra sociedad, acusando al otro, al diferente, al rival de todos los problemas y desgracias que estamos afrontando. Nos hemos enfrascado en una rivalidad que pareciera un partido de fútbol, en el que hinchas por un equipo y esperas que le pase lo peor al otro.
Como en un partido de domingo, estamos dispuestos a celebrar y defender toda acción de nuestro bando, no importa si es un gol en posición adelantada o una patada que lesione a algún rival. Festejamos sus victorias y lloramos en las derrotas, tapándonos los ojos ante cualquier acto antideportivo o acto irregular que muestren. Como en un partido de fútbol, silbamos cualquier acción del rival, los insultamos desde la tribuna, esperamos a que tropiecen, y nos indignamos ante cualquier acto irregular que observemos. Nuestro equipo tiene nuestra lealtad absoluta, y el rival tiene nuestro desprecio asegurado. Lo mismo está ocurriendo en nuestra sociedad, siendo injustificadamente leales con quien consideramos nuestro bando, y desproporcionadamente agresivos con quienes identificamos como nuestros rivales.
Es una constante ver cómo se defiende a las cúpulas de poder, sin cuestionar sus acciones ni las consecuencias que le han traído al ejercicio de nuestros derechos. Lo negativo siempre será responsabilidad del otro bando, y ejerceremos la máxima rigurosidad para juzgarlos y proponer sanciones que, desde nuestra perspectiva, resolverán el problema. La polarización que estamos sufriendo no solo nos separa del otro, sino que genera un escenario de agresividad que está erosionando nuestro relacionamiento como país.
Podremos identificar muchas causas, desde las estrategias políticas de nuestros gobernantes durante los últimos años, el control de los medios de comunicación o la influencia de las plataformas digitales en nuestra forma de comprender el mundo, pero eso no soluciona nada. Como individuos y población, debemos exigirnos a nosotros mismos, a nuestro entorno y a nuestros líderes el cuestionamiento constante de las propuestas y acciones efectuadas por quienes toman las decisiones. Los gobernantes, empresarios, líderes políticos y sociales, entre otros, tienen intereses personales como cualquiera de nosotros, y podrían priorizarlos por encima del bien común si no son controlados. Observar sus acciones, estudiar los efectos y denunciar irregularidades son ejercicios vitales para liberarnos de esta contienda a la que nos han inducido. Si no lo hacemos, solo estamos alentando a quienes han tomado las decisiones que nos han llevado a donde estamos hoy.
En el caso de acciones del Estado, los funcionarios y autoridades están muy malacostumbradas a gozar de un sistema de fiscalización y transparencia casi inexistente, siendo imperante que exijamos mejores mecanismos de acceso a la información pública. Solo así podremos entender qué está pasando con nuestros recursos y dónde se encuentran las deficiencias de gestión, para exigir un cambio inmediato y necesario. No estamos en un partido de futbol, ni mucho menos deberíamos ser la hinchada de algún tipo de poder, es hora de exigirle a los nuestros, porque también son responsables del problema que estamos viviendo.
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Daniel Espinoza es abogado y politólogo, comprometido con la defensa de los derechos humanos.
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