Carlos Derpic
“La Divina Comedia”, del poeta italiano Dante Alighieri (1265 – 1321) es un libro considerado clásico porque su lectura afecta al lector en profundidad hasta el punto de modificar ciertas nociones que éste tenga del mundo y de la vida, porque se sigue leyendo a pesar del paso del tiempo y porque influye en una gran cantidad de personas. Se dice de esta obra que narra el viaje del hombre en busca de la luz.
Un excelente resumen de la misma está en el sitio web “culturagenial.com”, en el cual se lee lo siguiente: “Dante, alter ego del poeta, se encuentra perdido en medio de una selva oscura. Al amanecer, llega a una montaña iluminada, donde es asediado por tres animales simbólicos: un leopardo, un león y una loba. El alma de Virgilio, el poeta latino, acude en su auxilio y le hace saber que su amada Beatriz le ha encomendado llevarlo hasta las puertas del paraíso. Para eso, deberán pasar primero por el infierno y el purgatorio”.
El infierno está compuesto por nueve círculos, en cada uno de los cuales se encuentran diversos tipos de pecadores. En el primero están los no bautizados. El segundo está reservado a los culpables de lujuria, uno de los pecados capitales. El tercero, a otro pecado capital, la gula; en él las almas sufren en un pantano infectado con lluvia helada y en su interior se encuentran el can Cerbero (perro del dios Hades) y Ciacco (el goloso que cae al fango, al hedor y a la ceguera). El cuarto círculo está dedicado a la avaricia y a la prodigalidad y en él se encuentran los avaros y los despilfarradores, y está presidido por Pluto, el demonio de la riqueza.
El quinto círculo está ocupado por la ira y la pereza. El sexto, por la herejía. El séptimo por la violencia, y en él están los tiranos y los violentos contra Dios, la ley natural y el arte. El octavo, en el que está el fraude, está reservado a los fraudulentos y seductores y en él se castiga, entre otros, a los rufianes, aduladores, adivinos e impostores, barateros (corruptos), hipócritas, ladrones, consejeros del fraude, cismáticos y promotores de la discordia. Por último, el noveno circulo, dedicado a la traición, alberga a los traidores a los parientes, a la patria, a sus comensales y a sus benefactores; en el centro de este círculo se encuentra el mismísimo Lucifer.
En el marco de la descripción sucinta que antecede, resulta interesante ponerse a pensar en cuál de los círculos del infierno podrían alojarse los autores de las denominadas “leyes incendiarias” y los que de ellas se benefician, gracias a las cuales la quema de bosques en Bolivia se ha elevado a la enésima potencia durante los últimos años, bajo los gobiernos del MAS, afectando gravemente el medio ambiente, pisoteando a la Madre Tierra y poniendo en riesgo la salud, la vida y los bienes de tantas personas que habitan en la zona de los incendios y también en otras.
Caben perfectamente en el tercer círculo, por la gula de poder que muestran unos y otros; en el cuarto, destinado a los yarkjados (hambrientos de riqueza) y a los despilfarradores de los recursos del gas; en el quinto, destinado a los iracundos, que no permiten ninguna crítica; en el séptimo, habitado por los tiranos o los aprendices de tirano; en el octavo, en el cual se encuentran fraudulentos, llunk’us, impostores, corruptos, hipócritas, ladrones, consejeros del fraude, promotores de discordia y falsificadores; y en el noveno, destinado a los traidores de la patria y de sus habitantes, especialmente de los más pobres, que de buena fe creyeron en ellos. Triste presente y triste futuro para el país.
Hay una leyenda china que ilustra la diferencia entre el cielo y el infierno, señalando que es muy pequeña, pero de grandes consecuencias. Se trata de un gran monte de arroz cocido y preparado como alimento, alrededor del cual hay muchos hombres hambrientos, casi a punto de morir; no pueden acercase a él, pero tienen en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. En el infierno, llegan a coger el arroz, pero no consiguen llevarlo a la boca, de modo que, hambrientos y moribundos, permanecen padeciendo un hambre eterna delante de la abundancia inagotable. En cambio, en el cielo, llegan a coger el arroz, pero en vez de llevar los palillos a su propia boca, se sirven unos a otros el alimento y así calman su hambre insaciable en una gran comunión fraterna, juntos y solidarios, gozando a manos llenas de los hombres y de las cosas, en casa, con el Tao.
Esto último no ocurre en Bolivia; al contrario, vemos peleas entre arcistas y evistas (incluidas mujeres), afán de enriquecimiento de unos pocos en desmedro de muchos. Vemos arder los bosques y desaparecer calcinadas muchas especies.
¡Fuego eterno a los incendiarios y depredadores de la naturaleza y a los incapaces de entender que la política no es odio y rencor sino debate y concertación!
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Carlos Derpic es abogado
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