Daniela Leytón Michovich
Hace unos días, fuimos testigos de la brutal e inadmisible agresión de Héctor Arce en contra de la diputada y Segunda Vicepresidenta de la Cámara, Toribia Lero. El hecho fue una manifestación funesta de violencia política que el MAS-IPSP ha normalizado en su ejercicio autoritario del poder.
Distinto a lo que puedan argüir, el ataque a la diputada Lero no fue un arranque irracional de emocionalidad, sino una estrategia calculada, una advertencia para disuadir su protagonismo político, no solo por ser mujer y alta autoridad,sino también por ser indígena.
El desprecio de Arce delató además su profunda misoginia y su cercanía con la lógica nazi y esto no es una exageración. En este escenario, el “asco” vociferado por Arce opera como un dispositivo de control que tiene la intención de despojar de legitimidad a su receptor. Revisando a Nussbaum (2008), la autora señala que esta emoción, lejos de ser irracional, comporta juicios de valor mediados por el discernimiento. El asco se caracteriza por atacar directamente al cuerpo, a la dignidad y a la humanidad de la otra persona, reafirma una intención de imponer una jerarquía social, se utiliza para propiciar la marginación y la estigmatización de grupos sociales. Finalmente, la autora señala que por todas sus consecuencias lesivas, la presencia de esta emoción no debe, ni puede ser ignorada en el análisis político.
La violencia de Héctor Arce esconde, además, un temor profundo a que sea una mujer la que logre posicionarse como una alternativa legítima, de larga trayectoria, estrechamente ligada a la lucha de las organizaciones indígenas. Una opción muy distinta a la patética propaganda que se sostuvo y sostiene a favor de Morales, y que fue meticulosamente diseñada por Linera, un triste remedo criollo de Goebbels.
Cuando Héctor Arce arremetió en contra de Toribia Lero, lo hizo con una frase que condensaba sus miedos: “Y si llegara a ganar… ¡Las cosas que haría!”, y es que los masistas saben que Toribia Lero haría lo que ellos temen: restauraría la presencia y el respeto a la dignidad de las organizaciones indígenas campesinas; procuraría justicia para las niñas violentadas por pedófilos confesos del MAS-IPSP; exigiría sanciones contra quienes incendiaron y lotearon nuestros bosques, parques nacionales y territorios indígenas; y no permitiría más casos de violencia política, ni de impunidad ante el femicidio de mujeres lideresas indígenas campesinas, como el caso de Juana Quispe. Si Toribia Lero ganara, seguro amanecerían nuevos días y el patriarca criminal no sería buscado milimétricamente durante meses, simplemente porque no tendría donde más esconderse.
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Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)
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