Patricia Rodríguez de Morán (51), vestida de negro y con unas gafas oscuras, camina lento, apoyada de un bastón o del hombro de su hijo, Patrick Morán (32). Ella es ciega, nació con glaucoma congénito, y su hijo, con síndrome de Down. Ambos se apoyan mutuamente para sobrellevar la vida que les tocó enfrentar, la cual se tornó más difícil en la etapa educativa, pues fueron tiempos en los que la discriminación era mucho más fuerte y radical que ahora.
“En realidad, la vida para nosotros, las personas con discapacidad, siempre tiene sus problemas, porque lamentablemente la sociedad no está preparada”, dice Patricia.
Tiene dos hijos, la mayor está casada y el segundo es Patrick, quien todavía vive con ella y ambos realizan manualidades como modo de subsistencia.
Escolar
Patrick ingresó al kínder cuando tenía seis años. «Fue una lucha diaria”, refiere su madre, quien cuenta que los maestros no estaban preparados para tratar con él. Cuando pasó a primaria, la maestra designada se hizo cargo de él, con paciencia, dándole una currícula adaptada y tareas sencillas.
La vida nuevamente se complicó para esta familia cuando Patrick llegó a sexto de primaria, ya que, con el ascenso de curso, cambió la maestra. “La nueva profesora dijo: ‘no, no voy a trabajar con él, se va él o me voy yo’”, relata Patricia.
En esos tiempos era más difícil que ahora que un colegio acepte a una persona con discapacidad, así que la alternativa que surgió a sugerencia de la anterior maestra, quien dictaba de primero a quinto de primaria, es que Patrick vuelva con ella a primero básico, pero recibiría formación de sexto y de los cursos siguientes a medida que pasaran los años.
Si bien fue una alternativa positiva, Patrick no entendía la situación y asumía que dejar a sus compañeros era un castigo.
“Han sido muchos factores (…) Los maestros no están capacitados totalmente para lidiar con una persona con discapacidad, ese es un gran problema”, agrega la madre.
A pesar de todos esos obstáculos, Patrick logró superar la etapa escolar y hoy apoya a su madre en el trabajo. Prácticamente se constituye en los ojos de Patricia.
“Soy Patrick Morón, soy músico, tengo síndrome de Down, a veces me gusta jugar básquet y vóley. Me gustaba estar con mis compañeros de colegio (…) Ella es viejita, mi mamá, la amo mucho, hago pulseras y manillas de colores y (las) vendo a 2 bs”, indica Patrick.
Infraestructuras inadecuadas
En Bolivia, no sólo las unidades educativas tienen infraestructuras inadecuadas para las personas con discapacidad, sino también toda la ciudad. Hace falta señalética podotáctil (aquella que se puede sentir con el pie) para que las personas ciegas puedan desplazarse con seguridad. También son necesarios los semáforos sonoros (actualmente sólo hay en San Pedro y la zona de la iglesia San Francisco).
Patricia critica que en varios puntos de la ciudad se haya eliminado las aceras, pues ahora están al mismo nivel que la calle, y ella corre el riesgo de pasarse de largo y ser atropellada por un vehículo.
“Como persona ciega yo tengo problemas para caminar en las calles, porque no están adecuadas para nosotros (…) la gente sigue poniendo obstáculos en mi camino, las vendedoras siguen asentándose ahí (en las aceras), a veces es un problema muy grande la movilización. En cuanto a la educación, de la misma manera, los maestros no saben el braille, creo que ahora se están capacitando en cierta cantidad, pero tendría que ser parte de la educación de un maestro, así como la lengua de señas”.
Política Pública
En este marco, el Consejo de la Persona con Discapacidad y el Programa Urbano de la Red UNITAS, con apoyo del Fondo de Canadá en Bolivia, elaboraron una propuesta de política pública en favor de las personas con discapacidad, para que éstas gocen de una educación inclusiva y sin violencia de género.
Ésta establece sus bases fundamentales en tres ejes: 1. Políticas inclusivas: Ejercer el derecho que tienen las personas con discapacidad de acceder a una educación inclusiva de calidad. 2. Prácticas pedagógicas inclusivas: que faciliten el proceso de enseñanza y aprendizaje, coadyuvando en el acceso a la currícula base y diversificada. 3. Culturas inclusivas: Eliminar todas las formas de discriminación, maltrato, violencia y tortura contra niños, niñas, adolescentes y jóvenes con discapacidad en las unidades educativas.
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