Madre comercializa productos mientras cuida a su bebé. Foto: Opinión
ANF
“Una madre tuvo que amarrar con una cuerdita a su pequeña hija para que no se pierda mientras trabajaba vendiendo batidos en la calle Tumusla de la urbe paceña”, dice una publicación de Facebook que se viralizó en redes sociales en enero de este año. La descripción está acompañada de una fotografía de la madre vendiendo sus batidos de bicervecina y a un costado su niña con una cuerda en la cintura que le permite desplazarse al piso y jugar al lado del puesto ambulante.
Imágenes parecidas se repiten en otros mercados, ferias y calles donde las comerciantes venden junto a sus hijos e hijas. Algunas vendedoras sostienen a sus wawitas envueltas en aguayos, a veces las dejan en cajas de manzana que hacen de cuna y otras las tienen a su lado en un pequeño banquito mientras les ayudan a hacer sus tareas escolares. Es una escena recurrente que se ha normalizado, pero evidencia la doble carga laboral que enfrentan las madres entre la comercialización de sus productos, la crianza de sus hijos y la falta de corresponsabilidad de los cuidados por parte del padre y del Estado.
“A veces cuando te toca hacer doble jornada laboral lo haces de manera paralela y te vuelves en una mamá pulpo cuya romantización está vinculada al himno a la madre que dice: ‘abnegada soporta sus cruces’. Si bien este tema pasa por la falta de corresponsabilidad (paterna), también se debe pensar en la corresponsabilidad social y pública tomando en cuenta que en el país hay más familias ‘monomarentales que significa que la madre es la única que se hace cargo. Es aquí donde el Estado tendría que tener una presencia más fuerte en dar mejores oportunidades a madres e hijos”, explica Clara Berríos, consultora en corresponsabilidad del cuidado.
La doble jornada laboral es el tiempo que, mayoritariamente las mujeres, usan para realizar un trabajo remunerado sea formal o informal y el trabajo gratuito de crianza y cuidado de otras personas. En el ejemplo de las gremiales, esta doble jornada se realiza de forma paralela y en caso de otras maternidades, los tiempos entre el trabajo formal y la crianza se dividen.
Según la Encuesta Urbana de Uso del Tiempo (EUT) 2023 del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), las mujeres pasan en promedio seis horas y 10 minutos al día haciendo trabajo doméstico y de cuidado sin remuneración; en cambio, los hombres sólo emplean tres horas y 19 minutos.
Claudia Arce, coordinadora de proyectos de Ciudadanía – Comunidad de Estudios Sociales y Acción Pública, afirma que el trabajo de cuidado tiene que ser reconocido como un tiempo laboral porque requiere un esfuerzo dedicarse a otras personas y también porque es un aporte económico a las familias y al país.
Al respecto, el Diagnóstico sobre el aporte al sistema económico de trabajo de cuidado en Bolivia revela que el trabajo doméstico no remunerado supondría el 16% del PIB de Bolivia. Este estudio dimensiona la economía del cuidado no remunerado y las brechas de desigualdad en la distribución del mismo en los hogares bolivianos.
“Desde que nacen las wawitas somos las principales cuidadoras y eso no termina con la edad, crecen y seguimos siendo las principales responsables. Entonces o vamos postergando nuestras propias metas y proyectos o nos ponemos en segundo plano: ‘primero son los demás y luego nosotras’. (…) Las ideas en torno a la maternidad son dañinas para las mujeres porque se asientan en mitos y en creencias que dicen que las madres nos debemos al resto y debemos sacrificarnos. Decir que ‘El sacrificio es amor’ es muy pernicioso porque nos están negando el autocuidado, el placer y la igualdad porque no somos iguales ni a nuestros hijos ni a nuestro marido porque ellos están primero y nosotras después”, remarcó la especialista.
Berríos y Arce coinciden que el Estado debe compensar el trabajo de cuidado que realizan las mujeres y las madres a través de servicios y oportunidades para esta población. Por ejemplo, la creación de guarderías gratuitas que brinden servicios de calidad o programas de autocuidado para las cuidadoras.
Asimismo en el ámbito privado, sugieren mutar los conceptos/prácticas, es decir, pasar de el padre “ayuda” en las labores del hogar a el padre se hace responsable o comparte el trabajo que se hace en casa. “Esto de que somos las principales responsables está internalizado en las mujeres tanto como en los hombres. Las mujeres estamos satisfechas con que nos ayuden y los hombres obviamente se conforman con hacer poco”, analiza Arce.
Sondeo ANF
La ANF salió a las calles y preguntó a al menos 10 mujeres sobre ¿Qué opinan de la doble jornada laboral? La mayoría considera que es injusto que solo las mujeres se ocupen del trabajo doméstico y la crianza de los hijos en el caso de las familias en las que está presente el progenitor.
“El hombre tiene que ser más consciente de no dejar todo a la mujer. Si bien la mujer es más cuidadosa creen que por eso la mujer lo hará mejor y se subestima al hombre cuando el varón también puede cuidar a un menor. El hombre y la mujer se pueden hacer cargo de la casa y no solo se debe cargar todo a la mujer”, dijo una de las encuestadas.
Asimismo las encuestadas revelaron que en sus historias familiares son las mujeres las que se ocuparon de las tareas de cuidado y de la crianza. Incluso hicieron referencia a las maternidades prolongadas que se refiere a las abuelas ocupándose del cuidado de sus nietos.
“Mi familia ha crecido con un patrón antiguo donde mi madre y mis tías han cuidado y cuidan a mis sobrinos”, respondió otra entrevistada.
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