Hernán Cabrera M.
Sin duda, la ética periodística y el oficio del periodismo entraron en un proceso de crisis y así debemos admitirlo los periodistas. No tenerle miedo a las críticas, a las denuncias, a los golpes bajos que desde el poder se vienen practicando hacia los medios de prensa, pero asumiendo al interior de los medios y de las organizaciones los errores y debilidades que se vienen cometiendo, de no hacerlo, pues estaríamos pecando de soberbia e intolerancia.
Las críticas se han multiplicado contra el periodismo. Desde las declaraciones vergonzosas del senador Ajpi, que culpa a los periodistas de la inflación, hasta las graves denuncias del diputado Arce, afirmando que medios privados han recibido contratos publicitarios millonarios del Estado como cambalache para que esos medios no fiscalicen ni denuncien las irregularidades, las corrupciones y los abusos del poder, sino que sean espacios abiertos de entrevistas a sus ministros, diputados, senadores, alcaldes, analistas, opinólogos que hablen bien de la gestión presidencial.
Pues bien, ante ese panorama, es urgente que los hombres y mujeres que ejercen el periodismo y los que están dedicados a la docencia, o jubilados o están en cargos públicos y privados, dediquemos unas horas al análisis y a la autocrítica sincera, porque estos golpes le vienen haciendo un gran daño al periodismo en su conjunto, no es contra algunos periodistas o medios en sí. Al final la credibilidad se pone en entredicho y esto es muy delicado.
Es así que las asociaciones de periodistas, federaciones e incluso el organismo empresarial de los medios deberían sentirse interpelados por estas denuncias y por lo menos, convocar reuniones de autocríticas y de análisis de la actual situación del periodismo, que sin duda, no pasa por un buen momento.
El reto es mayor aún porque está el poder que quiere todo, la crisis económica que afrontan los medios de prensa y las redes sociales que nos presentan un mundo de posibilidades para informarnos o desinformarnos.
Seguramente usted, amable lector, se preguntó o se preguntará, pero ¿quién es ese sujeto que todos los días tiene la sagrada misión de llegar a usted con información y usted cree en esa información que le da un determinado medio de comunicación? Vamos a responder a sus inquietudes, bajo la dimensión ética y de construcción para una mejor sociedad.
El periodista es aquel que cada amanecer es un reto, que está envuelto de este oficio fascinante y cercano a la humanidad. Hablarle, informarle y orientarle a la comunidad que lo necesita. Es aquel que asume que el periodismo no es para hacer un negocio lucrativo. Es una de las profesiones más nobles que exige al periodista cada día ser mejor persona y el mas noble en su oficio
El periodista no es un profeta, pero su voz se escucha, no se dirige a las piedras. No es un sacerdote, pero difunde esperanza y le habla a las personas. No es un abogado pero impulsa el cumplimiento de las leyes. No es el líder de un partido político, pero moviliza a las masas. No es un príncipe, pero cultiva y siembra para el nacimiento de un rey. No es un comerciante, porque no tiene nada para vender. Su labor es un bien que llega de forma libre y planificada a la comunidad.
El periodista no es el propietario de un medio de comunicación social, ni es el publicita o el jefe de marketing. Un periodista es el ojo vigilante de la nave del Estado, es el que anota en su agenda los hechos de corrupción, los investiga y los denuncia; es el que verifica los hechos, los procesa y publica; es el que se acerca a la comunidad, conoce sus necesidades, las informa y genera acciones de solidaridad; es aquel que no hace negocio ni trafica con la noticia y con ese poder que tiene entre manos.
El que hace periodismo debe hacerlo con los protagonistas de los hechos, con esos rostros de pueblo, darle voz a los invisibles, presencia a los anónimos. No solo tienen cabida en la información los políticos y los famosos. El pueblo es también sujeto de las noticias. La labor periodística tiene su razón de ser en el destinatario final: el pueblo y se llega a él con información veraz y responsable.
El periodista para ser tal debe tener por credo la credibilidad y la ética, que está al servicio del pueblo. No está sujeto ni sirve a ningún poder. Así el periodismo se proyecta y se fortalece en la medida que sea parte de la comunidad y refleja los rostros de esperanza y de justicia
El periodista es un difusor de los valores de la vida, de la dignidad, de los logros, de las luchas, pero no es portador de los virus de la mentira, la manipulación, ni de la muerte. El periodista no es caja de resonancias, ni vehículo de insultos, mentiras y especulaciones. No puede prestarse a los juegos sucios del poder, ni aprovecharse de su privilegiada condición para destruir a personas o instituciones. Una cosa es la investigación periodística, basada en pruebas y documentos, otra es la especulación y la denuncia sin fundamentos.
El periodista recibe las llaves de muchas puertas, las abre con la información veraz y responsable, que le da un poder de relaciones y de acercamiento. Ante la condición humana no es neutral. Oriana Fallaci, escritora y periodista italiana, decía que ella dejaba “jirones del alma” en cada historia que investigaba y difundía.
Una sociedad democrática exige y se merece un periodismo honesto y comprometido con los derechos humanos. La democracia y la prensa van juntos, se necesitan. Hay dos caminos, optar por una prensa solidaria, capaz que haga lo correcto para desarrollar a una sociedad democrática, o una prensa corrupta, escandalosa, mercenaria para tener una sociedad enferma.
El periodista es el eterno enemigo de la corrupción, el racismo, las injusticias, el fanatismo, la delincuencia, el narcotráfico, el odio, la guerra, la discriminación. No hay neutralidad frente a todas estas taras sociales.
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Hernán Cabrera es periodista y licenciado en Filosofía
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