Paradojas de lo indígena en Bolivia

Opinión

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Sumando Voces

Pedro Portugal Mollinedo

Lo indígena en Bolivia es paradoja para el criollo. Más antes lo fue para sus ancestros hispanos. Una manera fácil de resolver la paradoja, es eliminarla. El exterminio físico y cultural se intentó varias veces en Bolivia. Las masacres de indios no son tema de ficción en el continente. En la vecina Argentina se glorifica en no pocos manuales la “Campaña del Desierto” que posibilitó a los criollos a fines del siglo XIX usurpar grandes extensiones de territorio a los pueblos originarios: mapuche, tehuelche, pampa, ranquel… eliminándolos físicamente y reduciendo a la esclavitud y exclusión a los sobrevivientes. Paradoja criolla esta vez: en Argentina, como en muchos países, el sayón idealiza al indio ya desaparecido, a costa de ignorar al que sobrevive en sus arrabales y provincias alejadas de la metrópoli. La idealización suele encubrir la mala consciencia. Si ello sucede, ineluctablemente se concluye en la falacia. Esto explica, quizás, la fama y éxito de Evo Morales entre criollos de Bolivia y del continente.

La primera paradoja que tuvieron que enfrentar los invasores hispanos fue quizás la de encontrar sociedades indígenas constituidas y organizadas, con imponentes ejércitos y efectivos poderes, que en lugar de rechazar al extranjero lo recibieron amigablemente. Para la mentalidad de los españoles –no lo olvidemos, venían de concluir una guerra de reconquista de ocho siglos contra los ocupantes moros de su territorio– solo podría tratarse de tontos o sub hombres. Así, en Cajamarca 168 soldados españoles lograron “vencer” a más de 30.000 soldados del Tawantinsuyu.

Otras paradojas: Durante la Colonia los vencidos no se comportan como tales. Pasados los épicos episodios de resistencia de Manco Inca, los incas se vuelven hispanos, como titula un último y sugerente libro de Rafael Aita. Sin embargo, ni incas ni criollos establecieron cimientos de una Nación. La descolonización (la Guerra de Independencia la llaman nuestros libros escolares) la hacen los hijos de los españoles que odian por igual a su Madre Patria de sus progenitores y al Tawantinsuyu de sus siervos.

Hasta nuestros días la historia de Bolivia está repleta de estas paradojas. Resumámoslas: El criollo gobierna un territorio que no logra ser nación ni alcanzar ser Estado funcional. El indio es su enemigo interno, pero también su sostén y apoyo. Periódicamente se manifiestan rebeldías del “vencido”, que son acalladas y subyugadas, a veces mediante las armas, otras recurriendo al engaño y traición. En este trajín, el criollo es el que interpreta al indio, habla en su nombre.

Los dos últimos discursos que el criollo perpetró sobre el indio fue el clasista (el indio es el oprimido, esencialmente campesino, y debe luchar bajo órdenes del proletariado, entendido no como el proletariado físico –el obrero en Bolivia es de origen y composición indígena– sino como el proletariado de partido, es decir bajo la dirección del criollo) y el culturalista (el indio es cosmovisión, cultura marginada pero mesiánica y debe “liberarse” bajo la dirección de los graduados en la academia occidental y con el apoyo de la cooperación internacional de misma procedencia). ¡Ambos discursos se unieron en feliz matrimonio durante el Proceso de Cambio y el acceso del MAS al gobierno en Bolivia!

Para muchos, en lo que a lo indígena corresponde, el MAS y Evo Morales fueron el Fin de la Historia. Pero, ¿qué tienen esas paradojas que más bien en ese periodo tuvieron mejor terreno para explayarse? La ley sobre matrimonio igualitario que el MAS intentaba aprobar en el Parlamento fue paralizada desde el 2017 por la oposición indígena fundamentada no la lógica del chacha warmi que el mismo gobierno promovía, sino en el posicionamiento de las iglesias fundamentalistas evangélicas. Para validar esos matrimonios se recurrió a la “modificación de reglamentos” y no a la promulgación de leyes. Por la influencia cuturalista en lo que debería ser medición de parámetros objetivos –los censos nacionales–  se pregunta la “identificación étnica”. Pero, se evita indagar sobre la adscripción religiosa. Los hechos parecen mostrar que la influencia cristiana evangélica es importante en medio indígena.

Ultima paradoja: el MAS consideraba que al indígena comunitario por excelencia y que su presión conduciría a la “radicalización” socialista del “Estado Plurinacional”.  El periodo del MAS fue la mejor oportunidad para que la faceta individualista del indio se desahogue: en el gobierno “al socialismo”, se da la emergencia de un capitalismo indígena. La reciente ley 5143 que la oposición la mostró como peligrosa para la propiedad privada, ha sido abrogada por la presión de los sectores indígenas urbanos: gremiales, transportistas, cooperativistas: Lo mejor vendrá cuando se replantee el tema de la propiedad de la tierra, si se da coincidentemente con un apogeo de necesidades de mercado y el acceso a tecnologías en esos lugares que son mostrados todavía como paradigmas del “socialismo indígena”.

Las paradojas suelen ser espejismos, sofismas mal planteados. Quizás lo específico del indígena es que puede ser el más contemporáneo de los componentes de nuestra estructura nacional, el más abierto a la innovación y al progreso. Lo indígena podría ser el recurso para constituir una verdadera nación. No una nación cultural o étnica, sino política, en los términos que discurría Augusto Renán tiempo atrás en su conocida disertación en la Sorbona, París, el 11 de marzo de 1882.

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Pedro Portugal Mollinedo es historiador, autor de ensayos y estudios sobre los pueblos indígenas, además de columnista en varios medios impresos y digitales.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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