CEDLA
Cada vez más mujeres están trabajando en la industria, la administración, el comercio o los servicios, pero esa presencia en el mercado laboral no ha aliviado su carga de trabajo en el hogar. Ellas pasan en promedio 6:10 horas al día haciendo trabajo doméstico y de cuidado sin remuneración, el doble que los hombres que invierten 3:19 horas de su tiempo en la misma labor, según la Encuesta Urbana de Uso del Tiempo (EUT) 2023 elaborada por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA).
La EUT-CEDLA 2023 estuvo dirigida a personas de 12 años o más en las ciudades de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y El Alto para medir las horas diarias que destinan a diversas actividades de la vida cotidiana, con énfasis en el trabajo remunerado en el mercado laboral y en el trabajo no remunerado dentro del hogar.
Para la investigación se utilizó el concepto ampliado de trabajo de la OIT que considera como tal a todas las actividades realizadas por personas de cualquier sexo y edad con el fin de producir bienes y servicios para el consumo de otros o para el uso final propio. Esta mirada reconoce el aporte del trabajo doméstico y de cuidados de los hogares a la reproducción de la fuerza de trabajo y al desarrollo económico.
La EUT-CEDLA 2023 registra que el 50,3% de la población consultada participa en actividades de trabajo remunerado, y que el 92,2% también realiza trabajo no remunerado.
Más información de la encuesta sobre esa realidad muestra que en el país hay menos mujeres que hombres en trabajos pagados: 45,8% frente a 55,6%. A esa brecha de diez puntos se añade que los hombres tienen casi dos horas más de tiempo pagado que las mujeres.
En cambio, en los trabajos sin pago, las mujeres tienen una mayor participación (95%) que los hombres (89%), por más de tres horas, en actividades que garantizan la alimentación, el aseo, la salud, las provisiones, el cuidado, en suma, el bienestar y la reparación de fuerzas de los miembros de la familia.
“Ayer estuve forrando los cuadernos de mis hijos, ¡todo el día!”, remarca con sorpresa Sandra, de 45 años y madre de tres hijos que prefiere mantener en reserva su apellido. El fin de semana, mientras cumplía los requerimientos de apoyo escolar, también estuvo a cargo de cocinar, limpiar, cuidar a sus hijos y ordenar su casa.
La coordinadora de la EUT-CEDLA 2023, Silvia Escóbar, explica que esta realidad es el resultado de una concepción de la división sexual del trabajo que, como mandato social, asigna distintos roles y tareas a hombres y mujeres: a ellos la participación en las actividades económicas (trabajo productivo), y a ellas en las actividades domésticas y de cuidado (trabajo reproductivo).
La EUT-CEDLA 2023 mide, como se dijo al principio, que la carga de trabajo no remunerado de las mujeres (6 horas diarias) duplica a la de los hombres. Si se mira en detalle, se advierte una profunda división sexual del trabajo: las mujeres dedican en promedio 2 horas más a las tareas domésticas y 1 hora más a las actividades de cuidado (de niños, ancianos, enfermos) que los hombres.
“He estado 15 años así”, dice Sandra para referirse a su dedicación exclusiva a las tareas del hogar. A ello contribuyeron sus embarazos de riesgo, un esposo celoso y la escolarización virtual en la pandemia. “Mientras yo hacía la tarea con mi hija, porque ella no podía seguir a la profesora vía virtual, llegaba su padre y pedía la cena. Si yo le respondía ‘la cena está en la cocina’, se iba a la calle porque quería la comida servida”, recuerda, como ejemplo de la casi total ausencia de su excompañero en el trabajo doméstico y de cuidado.
Otro fue el camino de Jenny Mariel, una profesional con dos hijos universitarios y veinte años de carrera solo interrumpida brevemente para cuidar con exclusividad a sus hijos. “Yo contrataba a una señora y yo le pagaba. Salía de mi sueldo porque recuerdo que la suegra que yo tenía decía: ‘si sale a trabajar, tiene que pagar a la persona que va a cuidar a su hijo’. Y yo lo asumía como algo tan natural, tan normal”, explica.
Silvia Escóbar afirma que “es en el uso del tiempo donde las desigualdades entre hombres y mujeres se materializan”. Y explica que la alta carga de trabajo no remunerado en los hogares está generando injusticias para las mujeres, como su participación limitada en el mercado laboral o, en su caso, su mayor incorporación en ocupaciones precarias de comercio, de servicios personales diversos, e incluso en unidades económicas familiares donde el beneficio económico no es directamente para ellas.
Esa situación se refleja en el país, con algunas diferencias que se manifiestan a nivel geográfico. En el trabajo remunerado, la participación en general es mayor en la urbe alteña; entre los hombres la diferencia está a favor de Santa Cruz; entre las mujeres, en El Alto. En el trabajo no remunerado, Cochabamba, El Alto y La Paz presentan las tasas más altas y el mayor tiempo de trabajo en ambos sexos. En cambio, Santa Cruz exhibe las tasas y los tiempos más bajos por día para ambos sexos.
“No sé cómo lo hice. Trabajaba todo el día. Al mediodía corría como loca a mi casa. Bañaba a mi bebé, le daba de lactar y recién yo me bañaba, y almorzaba volando para regresar a trabajar. Volvía de la oficina a eso de las 7 u 8 de la noche. Podía lavar pañales hasta las 2 o 3 de la mañana”, relata Jenny Mariel, que vive en la capital cruceña y parece sorprendida al recordar su experiencia.
La presencia de hijos en el hogar no parece afectar negativamente la disponibilidad de los hombres para participar en el mercado laboral, al contrario de lo que sucede con las mujeres, según la EUT-CEDLA 2023. “Hubo un momento en el que, al verme ya con dos niños y no contar con una persona de confianza…, decidí quedarme en la casa, pero no me sentía bien. Me sentía sofocada, asfixiada. Estuve así un año y medio”, comenta Jenny Mariel.
Su retorno a un nuevo empleo no se debió al apoyo de familiares o una trabajadora del hogar, sino por algo que ella resume así: “Me llegó nuevamente la lucidez”. Pero eso no allanó su camino. Su trayectoria laboral tiene anécdotas con alta carga emocional, como llantos en el avión por dejar a sus hijos, el estrés por acomodar sus vuelos en horarios de madrugada o tarde en la noche o escuchar a su jefe decir: “esto no es una guardería”, cuando tuvo que llevar a su pequeño a la oficina por no tener con quién dejarlo.
Para Sandra, que comenzó a tener ingresos siendo estudiante, fue cada vez más cuesta arriba volver a trabajar fuera de la casa. No contaba con la ayuda de su familia cercana y tampoco podía pagar a otra persona, así que asumió todo el trabajo doméstico y de cuidado. Eso la fue alejando cada vez más de ejercer su carrera de agrimensura y competir en el mercado laboral, aunque antes de separarse de su esposo conseguía de vez en cuando y a escondidas un jornal o dos como ayudante de topógrafo.
¿Cómo reducir y redistribuir la carga de trabajo no remunerado y específicamente la carga de cuidados para que no sea exclusivamente responsabilidad de las familias? Escóbar dice que esa discusión está vigente, “no solo para cuestionar las valoraciones sociales, prácticas y los estereotipos de género que naturalizan la capacidad de las mujeres para cuidar, sino para posicionar el cuidado como un derecho humanoy como eje ordenador de una política social integral que articule los roles y las funciones de los actores públicos y privados. Es decir, para avanzar en la construcción de un nuevo modelo de organización social del cuidado con participación del Estado, el mercado, las familias y la comunidad”.
Es la última semana de febrero, al momento de escribir este reportaje, y la Alcaldía de Santa Cruz de la Sierra no ha abierto aún el servicio de guarderías que muchas madres esperan expectantes. Junto con El Alto, son las dos ciudades del país que cuentan con ese servicio desde el gobierno municipal, aunque su capacidad es limitada, su servicio intermitente y su gestión conflictiva.
“La persona que te ayuda en la casa no puede cocinar y cuidar a un bebé porque son diferentes tipos de trabajo. Por esas previsiones, mis dos hijos fueron a guardería. Guarderías hay muchas; vos vas buscando una donde te garanticen el bienestar de tu hijo y ahí tienes que pagar y los precios son altos. Ahora, si te vas a una guardería municipal, mmm, dios mío, hay que tener confianza”, dice Jenny Mariel, y es consciente de que muchas madres no tienen otra opción.
A Sandra no le fue bien con su experiencia. “Llevé a mi hija a la guardería una vez. Ella ya sabía avisar para hacer pipí, pero en la guardería olvidó todo. No paraba de llorar cuando la dejaba”, recuerda. Otra vez esa experiencia la recluyó en su hogar.
Los testimonios muestran que salir a trabajar por un salario tiene un costo a nivel emocional para las madres. Y es posible también imaginar el costo físico: las mujeres ocupadas fuera del hogar aumentan su jornada diaria en más de 5 horas en promedio cuando se suma su dedicación al trabajo en la casa. Además, una mujer que en las estadísticas actuales se considera desocupada o inactiva, en realidad trabaja en promedio hasta 8 horas diarias en actividades domésticas y de cuidado de su hogar.
La EUT-CEDLA 2023 demuestra así la sobrecarga del trabajo de las mujeres, y pone en evidencia la importancia que tiene el trabajo no remunerado mayormente realizado por ellas. Es necesario reconocer esta forma de trabajo y valorizar su aporte a la economía y a la sostenibilidad de la vida.
“Yo trabajé siempre en ONG. Aparte de las 8 horas de oficina, sí o sí tenía que trabajar en las noches y los fines de semana y feriados porque así puedes encontrar a las personas (beneficiarias de los proyectos). Ganaba muy buen sueldo, creo que dormía dos o tres horas porque llegaba a mi casa y seguía trabajando. Al otro día llegas al trabajo y tienes que cumplir como si no tuvieras hijos, como si no tuvieras una casa a cargo”, dice Jenny Mariel.
Ahora que Sandra trabaja con relativa frecuencia atendiendo un negocio, también ha cambiado la distribución de sus tiempos dentro y fuera de su hogar. “Me levanto a las 5.30 de la mañana, cocino y luego desayuno con mi hijo menor, el de 7 años”, explica. Al mediodía recoge a sus dos hijos de la escuela y se van a almorzar juntos, y cuando no puede los recoge su hijo universitario y ella les hace seguimiento por WhatsApp desde el negocio que atiende. Su jornada termina a las 11 de la noche después de una hora jugando en su celular pues no tiene televisión.
Según relata, ya no tiene necesidad de intervenir en el lavado de ropa y cocina, control de tareas escolares, limpieza de la casa y otras faenas debido a la participación de sus hijos. Pero también cuenta que la maestra de su hijo menor la hizo llamar una vez porque el pequeño tenía demasiadas picaduras de mosquitos, y ella advierte que su hijo mayor, que ejerce de cuidador, no es escrupuloso, como ella, con la aplicación del repelente.
En general, hay personas alrededor que apoyan en el cuidado no pago de los niños, principalmente otras mujeres. En el hogar apoyan también las hijas e hijos primogénitos, los miembros de la familia extendida e incluso los adultos mayores, estos últimos en tareas de transporte y espera de los más pequeños a sus actividades diarias (escuela, parque, instituto, etc.).
Es aquí donde las redes sociales, no virtuales, comienzan a funcionar para apoyar mutuamente a sus componentes. “Hasta ahora nos funcionan esas redes. Una mamá lleva a todas las niñas al cumpleañitos o a la actividad que sea, luego las recoge y las deja una por una. En otra oportunidad me toca a mí. Nos vamos turnando. Es algo no convenido, es como un acuerdo tácito”, dice Jenny Mariel, que ahora tiene a su hija menor iniciando la universidad.
Silvia Escóbar comenta que la importante contribución del estudio es haber encontrado que, pese a su enorme aporte a la reproducción de la fuerza de trabajo y al sostenimiento de la vida, el trabajo no remunerado sigue invisibilizado y desvalorizado. Y una forma de avanzar ha sido propuesta por los organismos internacionales, como la Cepal, que proponen institucionalizar este tipo de estudios en función de políticas públicas que piensen en redistribuir y reducir la carga desigual de trabajo no remunerado para promover la inserción laboral de las mujeres y asegurar su autonomía económica, social y política
El aporte del trabajo no pagado a la economía del país
Un resultado central de la EUT-CEDLA 2023 es el hecho de que la población boliviana mayor de 12 años de edad aporta a la economía nacional 35 millones de horas diarias de trabajo remunerado y no remunerado. El tiempo no pagado dedicado al trabajo doméstico y de cuidado del hogar, en gran parte realizado por las mujeres, representa 17 millones de horas, casi la mitad (48,7%) de ese tiempo total.
Este hallazgo principal también muestra por primera vez que la proporción de tiempo total dedicado por la población al trabajo remunerado, sea este asalariado o por cuenta propia, es del 51,3%, es decir 18 millones de horas diarias.
El significado de estas cifras lleva a considerar el concepto de reproducción social, como otra noción sustantiva de la EUT-CEDLA 2023. Silvia Escóbar explica que se refiere al complejo e inseparable proceso de tareas —remuneradas y no remuneradas, productivas y reproductivas— cuyo objetivo es la reproducción biológica y de la fuerza de trabajo.
La EUT-CEDLA 2023 muestra que, en general, solo el 34% del tiempo de trabajo de las mujeres es pagado; en cambio 66% del tiempo de trabajo entre los hombres, es remunerado. Esto implica que cerca de dos tercios de todo el trabajo cotidiano hecho por las mujeres, en una serie repetitiva de tareas para el mantenimiento de la vida contribuyen al bienestar de su propia familia y permite que sus miembros salgan a trabajar al mercado laboral y/o que se preparen para hacerlo en un futuro.
Según la Cepal, 10 países de América Latina valorizan el aporte económico del trabajo no remunerado al producto interno bruto (PIB), y estima que éste varía entre el 18% y el 25% del PIB. La información de la EUT-CEDLA 2023 permitirá estimar su contribución en el país.
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