Inquebrantables: La convicción que mueve a los defensores bolivianos frente a las injusticias

Derechos Humanos

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Yolanda Salazar

Foto: Defensores: a la izq. María Nelly Coca; a la der. Fabián Acosta

Hay una fuerza más poderosa que el miedo: la experiencia de la injusticia vivida en carne propia. Esa vivencia, ya sea en la defensa de un recurso vital como el agua o en la lucha por los derechos de la población LGBTIQ+, ha transformado a bolivianos como María Nelly Coca o Fabián Acosta. Ellos son la prueba de que un defensor nace no solo de una causa, sino de una convicción inquebrantable que les mueve a proteger lo que consideran lo más valioso en la sociedad.

Vivir en carne propia las injusticias ha marcado un antes y un después en la vida de la tarijeña María Nelly Coca, quien hace años se mantiene firme como un roble en la defensa de la Reserva Nacional de Fauna y Flora de Tariquía, junto a una veintena de personas que tienen la misma convicción que ella: cuidar el agua. 

Coca, de 62 años, vive en la comunidad de Chiquiacá, y defiende la reserva para que no ingresen empresas petroleras a Tariquía y así evitar la contaminación de un recurso tan preciado como el agua, que llega a varias comunidades y también a animales del lugar.

“Yo veo cómo viven personas en otros lugares agarrando agua por turnos y nosotros en la zona en que vivimos en Tarija somos bendecidos por Dios porque tenemos agua, donde miremos hay agua, entonces hay la responsabilidad de cuidarla”, manifiesta.

Su firme convicción le ha llevado a alzar la voz y defender la reserva junto al grupo de personas que también creen que no deben ingresar las petroleras para la exploración de gas y petróleo, porque el costo ambiental es alto. Los defensores junto a Coca realizaron vigilias, marchas, bloqueos y un mitín de defensa para ser escuchados.

Ante esta situación, una docena de personas, incluida Coca, están siendo procesadas por la Justicia, ya que la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y Petrobras les acusaron de los presuntos delitos de atentado contra la libertad de trabajo e impedir o estorbar la función pública.

“Nos dijeron que somos un peligro para la sociedad, que deberíamos estar encarcelados, que no deberíamos estar sueltos ¿por defender la vida?”, cuestiona Coca.

Esta situación le ha afectado “terriblemente”, no puede viajar o salir de su casa sin pensar que tal vez en ese momento la notifiquen para que vaya a declarar o a saber en qué va el caso. A esto se suma que algunas personas le llamen “loca” por no querer el “desarrollo” del lugar y que no entiendan esta lucha.

A pesar de los sinsabores, ella no se arrepiente ni un segundo de defender lo que para ella es valioso y esa firme convicción es lo que le mueve a ser defensora.

“No me arrepiento, no me voy a arrepentir nunca de lo que he hecho y si tengo que volverlo a hacer, lo voy a seguir defendiendo”, enfatiza.

Nelly vuelve a realizar, junto a sus compañeros, una vigilia para no dejar entrar a las empresas petroleras porque nuevamente quisieron ingresar a la reserva a perforar. “Aquí seguimos y queremos que se sepan nuestras preocupaciones, queremos que se ponga un alto”, expresa la lideresa.

Conocer los derechos, una forma de defenderse

Fabián Acosta, de 22 años, recuerda que cuando estaba en el colegio una de sus profesoras ejercía cierta violencia hacia él, con comentarios, por ser, como muchos le decían “distinto”. En ese momento no entendía la situación, pero cuando fue creciendo se dio cuenta que ese trato no era el correcto.

Él quería informarse y fue a colectivos de la población LGBTIQ+ en Santa Cruz donde le dijeron cuáles eran sus derechos, eso le ayudó mucho porque sabía que podía acudir a estas instancias cuando se sintiera vulnerado.

“Me ha ayudado mucho el acompañamiento de las organizaciones de mi departamento”, señala.

Esta acción le llevó a querer hacer lo mismo por otras personas LGBTIQ+ que no conocen sus derechos o que se sienten vulnerables o desprotegidos por su orientación sexual o identidad de género.

“Lo que no se sabe no se entiende, yo no sabía cuáles eran mis derechos y no sabía que me los estaban vulnerando, entonces me fui informando y me daban herramientas y espacios donde me encontraba con personas que coincidían con mi historia”, recalca.

Es así que él forma parte del colectiva D’power LGBT, en el que dan capacitaciones, talleres e información sobre los derechos de esta población, también generan espacios seguros para que las personas puedan hablar de su sentir y ayudarse en colectividad.

Para Acosta la información es poder, sirve como una herramienta para defenderse y así promover el respeto hacia las diversidades sexuales, eso es lo que le mueve a ser defensor.

Según las Naciones Unidas, un defensor o defensora es quien “individuamente o con otras personas se esfuerza para promover y proteger los derechos humanos” y tienen un rol muy importante en la sociedad porque se encargan de documentar, proveer apoyo, alzar la voz contra la impunidad y brindar información.

El camino de un defensor en Bolivia, ya sea por el agua o por el derecho a ser, está sembrado de riesgos, hostigamiento y hasta criminalización, como lo advierte Naciones Unidas. Sin embargo, para personas como María Nelly  Coca o Fabián Acosta la injusticia ha sido su motor, al igual que para otros defensores, y es el recordatorio más poderoso de que el mayor acto de defensa es proteger aquello que se ha aprendido a valorar.

Es por eso, que en un encuentro que reunió a medio centenar de defensores en Cochabamba se trabajó el proyecto de Ley de Fortalecimiento de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos que pretende que los líderes y lideresas no sean vulnerados al alzar la voz por otros y que haya mecanismos de protección hacia ellos para que no sean amenazados, criminalizados o estigmatizados.

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