Luciana Miranda Serrano
Cada 30 de marzo se reivindica y conmemora la lucha de las trabajadoras del hogar, las cuales cumplen un trabajo crucial para la sociedad y, aunque sea difícil de creer, esta labor se encuentra muy infravalorada.
Conocer el origen de este trabajo y lucha es indispensable para comprender los motores que impulsan a este sector en reclamo de condiciones dignas e iguales a las de cualquier otro trabajador. Es así que el trabajo doméstico data de tiempos antiguos, cuyo origen proviene del trabajo esclavo y de diferentes formas de servidumbre, las cuales no se encontraban penalizadas. Pese a tener un origen verdaderamente antiguo, llama la atención que este trabajo haya mantenido la casi exclusiva atribución del mismo, en su mayoría, a mujeres; así lo muestra un informe realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el que se indica que el 93% de las personas que se dedican al trabajo doméstico son mujeres y que solo el 6% goza de protección social completa; acentuando la discriminación y desigualdad en relación a otros trabajos.
Es necesario entender el rol fundamental que desempeñan para el funcionamiento de la sociedad porque las funciones que realizan son garantía del goce de Derechos Fundamentales; como la labor de educación y alimentación, ambas imprescindibles para el desarrollo humano, pero poco valoradas hacia quienes cumplen ese trabajo.
De esta manera, dicha infravaloración trae consigo constantes amenazas y vulneraciones a los derechos de este sector; por lo que es alarmante la frecuencia y normalidad con la que se presentan casos donde se ven menoscabados sus derechos. Para entender esta problemática, un colectivo de la ciudad de Sucre relata algunos de los casos que ellas atienden. Uno de ellos consistió en el traslado de una adolescente a la ciudad para que pueda cumplir las labores domésticas en un determinado hogar; con la condición de que ella podría estudiar y recibir un buen salario; sin embargo, se rehusaron a pagarle lo establecido y le negaron el acceso a sus estudios, impidiendo el ejercicio de un derecho fundamental, el cual es la educación. Otro caso frecuente que ellas atienden es el acoso y discriminación a la que están sometidas, pues los empleadores aprovechan el estado de necesidad de las trabajadoras para realizar actos que vulneran sus derechos; como consecuencia, ellas se sienten incapaces de denunciar y reclamar la vigencia de los mismos por temor a quedarse sin una fuente de ingresos, teniendo que aguantar estas condiciones laborales.
Existe otro caso usual en nuestro medio, que consistente en la plantación de objetos de valor en las pertenencias de las trabajadoras para acusarlas de un robo. Nos cuestionamos, qué puede hacer una trabajadora si se le pone en condiciones como esa, en la mayoría de los casos ellas deben renunciar al pago de sus salarios para no enfrentar un proceso que no podrán solventar.
Concluimos reafirmando que el reflejo de la infravaloración del trabajo doméstico son los datos y relatos mencionados con anterioridad. La facilidad con la que se pretende perjudicar a este sector es indignante y, como sociedad, debemos repensar lo importante de la labor que desempeñan y las acciones que realizamos para honrarlas como pilares de nuestra sociedad.
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Luciana B. Miranda Serrano es integrante del colectivo de Defensores de Derechos de Chuquisaca, investigadora y estudiante de Derecho.
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