Galindo y Hassenteufel: ¿Está en riesgo la plurinacionalidad?

Opinión

|

|

Juan Pablo Marca

En una entrevista realizada por María Galindo a Óscar Hassenteufel, presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), el 3 de julio de 2025 en la ciudad de La Paz, parte del diálogo se centró en el posible riesgo que enfrenta la plurinacionalidad en caso de que Manfred Reyes Villa, Jorge Quiroga (Tuto) o Samuel Doria Medina resulten electos en las próximas elecciones:

—¿Está en riesgo la plurinacionalidad? —preguntó Galindo.

—No, no la veo en riesgo, pero hay que asentarla definitivamente —respondió Hassenteufel.

Galindo insistió: —Está en riesgo, está en riesgo. Manfred la quiere revertir, Tuto la quiere revertir o va a querer revertirla. Vamos a pelear en la calle, por supuesto. Y, además, Doria Medina dice que todos somos mestizos.

Ante esto, Hassenteufel replicó: —Pues no es la gran verdad. Hay un gran proceso de mestizaje, pero hay algunos grupos que no entran en ese concepto.

A partir de este intercambio surgen varias preguntas: ¿Qué se entiende por plurinacionalidad en Bolivia? ¿Está realmente en riesgo ante las propuestas de figuras como Manfred, Tuto y Doria Medina? ¿Podría ser revertida si alguno de ellos gana las elecciones? ¿Depende su vigencia del número de personas que se autoidentifican como indígenas y no como mestizos, como sugiere Galindo que dijo Doria Medina? Y finalmente, ¿persistirá la plurinacionalidad mientras existan grupos que no se consideren mestizos, como plantea Hassenteufel?

La plurinacionalidad, consagrada en la Constitución de 2009, representa un principio fundacional del nuevo Estado boliviano. Reconoce la diversidad cultural, lingüística, política y territorial del país, e implica el reconocimiento de múltiples naciones indígenas originarias campesinas que coexisten dentro del Estado, con derechos colectivos y capacidad de autogobierno. No se trata únicamente de un reconocimiento simbólico, sino de una transformación estructural del Estado: descolonizar sus instituciones, redistribuir el poder y garantizar justicia a los pueblos históricamente marginados.

Sin embargo, su implementación ha enfrentado desafíos estructurales y políticos significativos. En la práctica, la plurinacionalidad exige que el Estado garantice el ejercicio efectivo de los derechos políticos, económicos y territoriales de los pueblos indígenas, incluyendo el respeto a sus sistemas normativos y de autogobierno. Asimismo, requiere que estos derechos no estén sujetos a mayorías coyunturales ni a interpretaciones homogeneizadoras de la identidad nacional estatal.

En cuanto a las propuestas de los actores políticos mencionados, el programa de gobierno de Manfred Reyes Villa no realiza ninguna referencia específica a los territorios indígenas ni al carácter plurinacional del Estado. Solo propone una gestión ambiental que permita a las comunidades conservar recursos naturales y plantea revisar la Ley Marco de Autonomías y Descentralización. Por su parte, el programa de Jorge Quiroga (Tuto) no alude a las autonomías indígenas ni a una profundización del modelo plurinacional. En el caso de Samuel Doria Medina, aunque se menciona a los pueblos indígenas, lo hace de manera escueta: propone trazabilidad de tierras mediante blockchain para combatir el tráfico ilegal y proteger derechos de propiedad, especialmente en zonas rurales; también plantea respetar los parques nacionales y territorios indígenas, y garantizar la autodeterminación de los gobiernos subnacionales, eliminando la injerencia del nivel central en los procesos autonómicos de los Gobiernos Autónomos Indígena Originario Campesinos (GAIOC).

Frente a este panorama, cabe preguntarse si estos actores políticos podrían revertir la plurinacionalidad en caso de llegar al poder. Considerando que incluso el Movimiento al Socialismo (MAS), promotor de la Constitución de 2009, ha puesto obstáculos a su implementación —ralentizando el acceso a las autonomías indígenas y vulnerando el derecho a la consulta previa—, es razonable suponer que otros actores menos comprometidos con el enfoque plurinacional podrían acentuar ese retroceso. Aunque los derechos están formalmente reconocidos, su aplicación efectiva depende de una voluntad política firme y de una comprensión profunda del principio de plurinacionalidad en el país.

La idea de que la plurinacionalidad dependería del número de personas que se autoidentifican como indígenas resulta simplista y problemática. Desde el punto de vista de las ciencias sociales, hoy en día es difícil sostener que alguien no tenga algún grado de mestizaje, incluso dentro de los propios pueblos indígenas. Esto se debe a que, en términos culturales, no existen culturas puras, y porque el mestizaje cultural está presente, en mayor o menor medida, en la mayoría de los pueblos y culturas del mundo. En este sentido, los bolivianos pueden identificarse como indígenas o no indígenas, y al mismo tiempo ser mestizos.

Además, la identidad cultural no es una categoría estática, sino una construcción social dinámica y en constante transformación, sujeta a los cambios del contexto social y político. Sin embargo, asumir que el mestizaje constituye una identidad en contraposición a la identidad étnica resulta equivocado. Precisamente por esta razón, la categoría “mestizo” no fue incluida en la boleta censal, siguiendo las recomendaciones de organismos como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que la consideran una categoría ambigua y poco precisa.

En su momento, Xavier Albó señaló al respecto: “El término ‘mestizo’ es ahora tan polisémico que no ayuda a explicar ni a planificar nada. Su raíz histórica es de tipo biológico-racial (algo híbrido), aunque con el tiempo ha adquirido un sentido más cultural. (…) Ya es difícil pensar que alguien no tenga algo de ‘mestizo’ y, por tanto, ya no cumple una función diferenciadora de la población”.

También cabe destacar que, en el contexto urbano actual de las principales ciudades del país, no existe una identidad mestiza homogénea. Las identidades cruceña, paceña o cochabambina, por ejemplo, no responden a una única forma de expresión cultural. No hay una sola manera de ser cruceño, paceño o cochabambino. En efecto, podría afirmarse que, en ese contexto, no existe una identidad mestiza definida, ya que el término “mestizo” no remite a una identidad cultural concreta. En ese sentido, ser mestizo no implica una identidad cultural uniforme, dado que existen múltiples procesos de mestizaje cultural en los nueve departamentos del país.

En el fondo, esta categoría tiende a promover una homogeneización cultural del país y a invisibilizar las identidades de los pueblos indígenas, como ocurrió durante la segunda mitad del siglo pasado.

Finalmente, suponer que la plurinacionalidad depende del número de personas que se identifican como mestizas o indígenas implica caer en una falsa dicotomía entre lo indígena y lo mestizo. Esta perspectiva alimenta un debate sustentado en nociones erróneas de pureza cultural y contribuye a la invisibilización de las identidades indígenas, las cuales, pese a atravesar un proceso continuo de mestizaje, han logrado preservar sus culturas. La disminución en la autoidentificación étnica registrada en el Censo de 2012 respecto al de 2001 responde a diversos factores: los procesos de migración y expulsión de la población rural hacia centros urbanos, la movilidad social de jóvenes hijos de padres indígenas, y la influencia de discursos políticos y mediáticos que, al promover el concepto de “mestizo”, lo contraponen a lo indígena, debilitando así su reconocimiento y expresión.

No obstante, más allá de esas cifras, muchas personas en las principales ciudades del país se autoidentifican como indígenas sin necesidad de portar atuendos folclóricos o tradicionales. No están armadas con flechas ni visten taparrabos. Son choferes, albañiles, pintores, plomeros, comerciantes, pero también profesionales, empresarios e intelectuales. Algunos trabajan en la agricultura, sembrando y cosechando productos como la quinua o la yuca, mientras que otros son hábiles en el uso de tecnologías modernas. Muchos de ellos hacen grandes esfuerzos por enviar a sus hijos a la universidad; algunos aprenden idiomas extranjeros, o impulsan a sus hijos a hacerlo, para facilitar su inserción en un mundo cada vez más globalizado.

Lo anterior no niega la realidad de que, en departamentos como La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Beni y Pando, aún existen pueblos indígenas en situación de aislamiento voluntario. Entre ellos se encuentran los Ayoreo, Araona, Chácobo, Ese Ejja, Mosetén, Pacahuara, T’simane, Toromona, Yuqui y Yuracaré. Estos pueblos están clasificados como altamente vulnerables y enfrentan un grave riesgo de etnocidio y desaparición física, debido a las relaciones asimétricas que mantienen con la sociedad mayoritaria y urbana y a las agresiones sistemáticas que afectan su organización social, cosmovisión, recursos naturales y territorios.

–0–

Juan Pablo Marca es politólogo e investigador social.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

Comparte:

Noticias

más leídas

Desde las palmeras de Presto hasta Europa: la historia de don Hilarion, el productor que cambió su destino con orégano

Comunidades del TIM II presentan acción judicial para frenar la minería ilegal y proteger al Madre de Dios como ser vivo con derechos

Red Observa Bolivia movilizará a 2 mil personas para vigilar las elecciones con enfoque de derechos y transparencia

Consejo de la ONU aprueba el examen de Bolivia sobre DDHH con observaciones de la sociedad civil

El Estado boliviano no acepta recomendaciones de países que piden modificar la ley que afecta a la libertad de asociación

Adormecimiento social

El poder de la opinión pública

Todavía me gusta vivir