Después del domingo hemos escuchado análisis de todo tipo para explicar lo sucedido. Algunos apuntan a que Tuto y su equipo no supieron interpretar lo que esperaba una parte del país que hoy se siente sin representación. Otros justifican el triunfo de Rodrigo Paz en la figura de un político “hecho a lomo”, como lo expresó su padre, Jaime Paz, al inicio de la candidatura. Sin embargo, no debemos perder el norte: ni Tuto fue tan malo ni Rodrigo tan bueno. Quizás lo que está ocurriendo es que los bolivianos están buscando nuevas formas de vivir y adaptarse a un nuevo ciclo histórico.
Sea cual sea la lectura de lo ocurrido, la responsabilidad de exigir mejores días recae en nosotros. En las últimas dos décadas, los discursos autoritarios, el amedrentamiento, la normalización de la corrupción, el abuso de poder, la judicialización de la política y la concentración del poder en el Ejecutivo debilitaron nuestra capacidad de reacción, al punto de hacernos dudar de nuestro derecho a reclamar en un país que, aunque muchas veces haya sido pisoteado, sigue creyendo en la democracia.
Hemos olvidado que la Constitución Política del Estado nos reconoce derechos fundamentales: a la participación, a la rendición de cuentas, a la libertad de información, a un trato digno en las instituciones públicas, a servicios de salud básicos y de calidad, a una educación que forme ciudadanos críticos y no adoctrinados, a una prensa libre, crítica y sin dependencia de la publicidad estatal, y a representantes elegidos por mérito, con integridad suficiente para evitar escándalos que nos avergüencen y con la capacidad de deliberar con argumentos en la Asamblea Legislativa. Esta lista es apenas una muestra de lo que nos ha faltado en los últimos 20 años.
Este inventario debe llevarnos a una reflexión profunda. Ya no se trata solo de propuestas coyunturales para enfrentar la crisis económica o política, sino de recuperar las bases de nuestra ciudadanía. Los dos candidatos que irán a la segunda vuelta deben entender que ya no basta con prometer medidas: necesitamos garantías claras de que se respetarán nuestros derechos, de que se cumplirán las obligaciones públicas y de que no se criminalizará a quienes exigen lo que la ley les reconoce. También necesitamos certeza de que no volveremos a los altos niveles de corrupción y abuso que abrieron la puerta a un populismo arbitrario e ilegal. La pregunta es inevitable: ¿estarán a la altura de este desafío?
Pero las exigencias no deben dirigirse únicamente a los candidatos. También las instituciones del Estado tienen el deber urgente de recuperar la confianza ciudadana. El Órgano Electoral Plurinacional (OEP) ha dado una importante muestra de compromiso y capacidad en un entorno adverso hasta llegar a una jornada electoral que no admite grandes críticas, pero está claro que aún existen temas que deben ser resueltos, como fortalecer la transparencia en todo el proceso, mejorar el acceso a la información o fortalecer su independencia como Órgano del Estado. La justicia, por su parte, debe dejar de ser un instrumento de persecución política y convertirse en un pilar confiable de independencia y equilibrio, y este, tal vez sea uno de los desafíos más grandes para el candidato que salga elegido porque desde el inicio deberá dar señales claras de independencia. La Contraloría y otras entidades de control deben ser independientes y ejercer su mandato con firmeza para combatir la corrupción y frenar los abusos de poder. Nuestra democracia se fortalecerá cuando sus instituciones cumplan su rol de manera autónoma, imparcial y con compromiso con la ciudadanía. Debemos estar preparados para fiscalizar todo esto, esa es nuestra parte.
Salir del adormecimiento ciudadano es una tarea urgente si queremos dejar de figurar entre los últimos países en institucionalidad y entre los primeros en corrupción. No será fácil. Requerirá compromiso, madurez y una conducción responsable. Tanto Tuto como Rodrigo tienen ahora la obligación de demostrar que están a la altura, que ya pasó la etapa fácil de la oferta electoral y que llegó el momento de explicarnos con claridad cómo cumplirán sus promesas.
Hemos atravesado por demasiado en estas dos décadas como para conformarnos con lo mismo. El país merece respeto y los bolivianos merecemos un futuro distinto. Es hora de exigirlo.
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Sandra Verduguez es Comunicadora social, integrante de Observación Ciudadana de la Democracia (OCD).
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