Gabriela Canedo Vásquez
“La utopía es la lucha en el presente por el sentido del futuro”, señalaba el brasileño Gustavo Lins Ribeiro, retomando a Paul Ricoeur y su definición sencilla y poderosa de utopía, en el congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología. Resulta vital hablar de las distopías, es decir de las representaciones ficticias de una sociedad futura indeseable y negativa. Sin embargo, también es necesario plantear utopías cual brújulas que nos señalan el horizonte más humano al cual dirigirnos.
El antropólogo reflexiona sobre la banalización de la violencia y de la desigualdad, e incluso su disfrute. Las brechas de desigualdad son tales que ya nos hemos acostumbrado a vivir con ellas y no nos causan ninguna pesadumbre. Mientras la desigualdad sea un pulpo cuyos tentáculos se mueven vigorosamente, la violencia se reproducirá, en todas sus formas, incluidas las más inimaginables. Sino fijémonos en Centroamérica, ejemplo de violencia extrema que existe en Latinoamérica.
El antropólogo brasilero va más allá en el análisis y señala dos grandes mega procesos que se están dando y generan distopía: el imperialismo-colonialismo y el sistema-mundo capitalista. Detrás de ambos se halla la naturalización y normalización de la desigualdad que serían las bases de la violencia contemporánea.
Otras distopías que nos asedian son el calentamiento global, la amenaza de la desaparición de la especie humana del planeta, un crecimiento excesivo e irrestricto del sistema capitalista en el que se explota y exprime a la naturaleza con el fin de acumular y acumular. En este contexto, Lins Ribeiro apunta a pensar en los grandes imperios como el de EEUU, que está en proceso de decadencia, y el chino, que es necesario entenderlo. El poder se está desplazando de Occidente, lo que no es conocido, hacia Oriente, lo que supone un cambio civilizatorio. Debemos discutir cuales son los intereses de China en su expansión planetaria.
En ese contexto, Lins Ribeiro lanza interrogantes utópicas provocativas: ¿es posible un mundo sin imperios? ¿cómo vamos a generar metarrelatos utópicos para desimperializar el mundo? Y propone a la antropología usar su herramienta clásica, la etnografía, para estudiar, investigar y generar información sobre los imperios contemporáneos y las élites imperiales que son responsables de la destrucción del planeta, pues es necesario conocer cómo lo destruyen, por qué y cuál es su ideología. En esa línea del análisis de los poderosos, recomienda que se debe estudiar al Pentágono, a la NASA, al Banco Mundial, a Hollywood, a las compañías transnacionales etc., que son responsables y decisores de lo que acontece en nuestro planeta.
Le toca a la antropología mostrar que el desarrollo es la continuación del colonialismo por otros medios. El desarrollo es el crecimiento y acumulación sin límite. Así, el imperio y el capitalismo son dos fuerzas en expansión y destrucción. Finalmente, Gustavo Lins Ribeiro concibe a la antropología como una disciplina “poderosa y subversiva”, por su capacidad de desnaturalización de la sociedad en la que vivimos, pues sabemos que ningún mundo es natural, sino es construido histórica, cultural y políticamente, por tanto, de la forma que existe, también puede desaparecer o transformarse en otra cosa. Y es ahí donde confluyen utopía y antropología como proyecto político y de conocimiento.
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Gabriela Canedo es socióloga y antropóloga.
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