Ingreso al Camino de la muerte en La Paz. Foto: Sumando Voces
Partimos de la Plaza Villarroel de La Paz a las 6:30 de la mañana, mientras la ciudad todavía bostezaba entre su neblina y el poco tráfico de un domingo cualquiera. El rumbo era Cotapata, la segunda área protegida más pequeña de Bolivia, con apenas 40.000 hectáreas que se extienden desde los nevados blanquecinos hasta los húmedos y cálidos yungas paceños. A menos de una hora del centro de la ciudad, sus paisajes y biodiversidad prometen convertirse en un destino ecoturístico con identidad propia.
Nuestro guía, Marcelo Arze, especialista en turismo sostenible, nos va contando experiencias a lo largo del camino. “Ese es mi sueño”, dice, repitiendo la frase con la intensidad de quien sabe que cada sendero que recorre es una apuesta por la vida y no solo por el turismo. Su proyecto, Ecoturismo con equidad de género para enfrentar amenazas en Cotapata, ejecutado por la ONG BIOTA con financiamiento de CEPF, busca revalorizar rutas como la comunidad La Selva, el Camino de la Muerte —que Marcelo sueña renombrar como “Camino de la Vida”— y el sendero precolombino de Sillutinkara.

Mientras caminamos por la antigua ruta a Los Yungas, escuchamos cómo el turismo sostenible puede ofrecer alternativas a la minería aurífera y a la expansión de cultivos de coca, actividades que han crecido en la región por necesidad económica. Leandra Paredes, habitante de Tunquini Santa Catalina y una de las 15 guías capacitadas por el proyecto, asegura con convicción: “Estoy muy segura que al trabajar con el turismo a futuro vamos a tener muy buenos resultados”.
Entre árboles nativos, aprendemos que el ecoturismo no solo se trata de senderos y miradores. Luis Abel Quispe, propietario del restaurante El Pueblo en Pacallo, nos muestra cómo los productos locales —café, cítricos, mermeladas— pueden generar ingresos sin depredar el bosque. “Aprendí sobre gestión empresarial y a sacar provecho de lo que nos da nuestro entorno”, explica mientras nos sirve un café cuyo aroma recuerda al bosque vivo que lo rodea.


Recorriendo estas rutas entendemos que el proyecto busca algo más que turistas: pretende visitantes conscientes, que respeten la tierra, sus aguas y su biodiversidad. Observamos aves, cruzamos riachuelos y nos encontramos con comunidades que sueñan con que cada visitante sea una oportunidad para aprender, para vivir el bosque y, sobre todo, para construir un futuro diferente al que el oro o la coca dictan.
Cotapata nos enseña que incluso un área protegida pequeña puede albergar grandes sueños, y que el ecoturismo puede ser mucho más que una actividad económica: puede ser un camino de vida, verde y sostenible, que conecta la ciudad con sus montañas y sus bosques.

Para quienes quieran recorrer estas rutas y conocer los atractivos de Cotapata, el coordinador de campo del proyecto, Reynaldo San Marín, está disponible al 69735333.

También le puede interesar: