Cecilia Vargas
Hace nueve años, los bolivianos votamos NO a la reelección de Evo Morales en el referéndum del 2016, ante la pregunta: ¿Usted está de acuerdo con la reforma del Artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que la Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?
Este señor, el que gobernó 13 años, desde el 2006 hasta el 2019, y que no puede volver a postularse a la presidencia de Bolivia, ha logrado la unión de la ciudadanía, primero diciéndole NO en el referéndum del 2016, y después en las calles, cuando presentó su renuncia el 2019, tras elecciones fraudulentas y posterior huida.
La unión hace la fuerza, dice la moneda de un peso boliviano, misma que está en debacle por el mal manejo económico del gobierno del MAS durante 19 años, a la cabeza de Evo Morales y del ex ministro de economía y actual presidente, Luis Arce.
Unidad, suena trillado, suena a discurso, suena a utopía, en estos tiempos en los que a pesar de estar “más conectados” estamos más solitarios, y donde escuchar unión desata sentimientos que caen en lo irreal, esto asociado a la desconfianza generalizada en las instituciones primordialmente del Estado, en la justicia, en el padrón electoral. Sin embargo, la unión nos lleva a la esperanza, porque, sin mezclar expectativas muy finas, la unión del bloque opositor sería la esperanza de la ciudadanía para la salida del MAS como gobierno; por otro lado la unión de las fracciones del MAS puede esculpir su permanencia, favorecedora para unos cuantos y destructora para la democracia, la institucionalidad, la meritocracia y el Estado de derecho, entre otros.
El bloque de unidad de la oposición, conformado por Carlos Mesa, Samuel Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga, Luis Fernando Camacho, Vicente Cuellar y Amparo Ballivian, se ha reducido lastimosamente sólo a un par de reuniones y fotos cuando anunciaron el acuerdo, nada de propuestas conjuntas. Después cada quien se fue por su lado para hacer su propia campaña y sus propias propuestas. Esto, nos guste o no, es legítimo, lo que no será legítimo será no respetar el resultado de quien sea ganador en la medición que se realice, hasta ahora mencionan que será mediante una encuesta.
El ganador, que será candidato del bloque opositor tendría que ser apoyado por todos, léase bien, por todos los que creemos que tiene que haber un cambio político, económico, y sacarnos de estas múltiples crisis, los primeros en la fila serían lógicamente quienes firmaron el acuerdo.
Ciudadanos, hemos dicho NO el 21 de febrero, hemos logrado la renuncia de Evo Morales el 2019, podemos lograr que el primer mandatario de Bolivia sea alguien que embandere la democracia, que respete la institucionalidad, que gobierne para todos y no para unos cuantos, eso depende de nosotros, reitero, los ciudadanos.
Pueden haber mil alianzas y siglas disponibles con personería jurídica ofertándose; si no apoyamos a un solo candidato y estamos con peros o con ambiciones particulares, el asunto no va a funcionar; el ganador del bloque no será perfecto seguramente, nadie lo es, pero tras el acuerdo firmado, el candidato deberá representar a la oposición con la mayor vocación democrática e institucional.
El candidato que represente al bloque de unidad será inscrito como candidato, ya depende del voto de los ciudadanos, que el resultado de las elecciones nacionales de agosto no esté fraccionado dentro de los denominados opositores, esperemos que no nos pase lo del 2020.
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Cecilia Vargas es médica y docente universitaria
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