Hernán Cabrera M.
El poder político hace casi dos décadas entendió el enorme poder que irradia el periodismo. Al principio le hizo una guerra encubierta, luego maquillada, ahora directa.
Desde la declaración del presidente Evo Morales: Los medios de prensa son nuestros principales enemigos, se armó toda una estrategia efectiva para concluir el 2023 de forma exitosa en la concreción de esa estrategia: el periodismo boliviano ha sido cooptado, dividido, polarizado y debilitado.
Si no lo quieren ver así las organizaciones de periodistas es que se están mirando el ombligo, repartiéndose premios entre sus afiliados, huyendo de las presiones efectivas que el poder viene ejerciendo logrando sus objetivos: cierre de periódicos, compra de acciones, contratos publicitarios con periódicos de mínima circulación, con programas en las redes sociales, fortaleciendo el espectro de programas de entrevistas con “destacados” periodistas que tienen prohibido denunciar o criticar el accionar del poder, cometiendo una falta grave ética, que es la autocensura, haciendo lo contrario de lo que les enseñaron en las universidades y de lo que el sentido común exige.
El prensa del poder se amplió en más protagonistas, saben ¿por qué? Porque el periodismo goza de credibilidad, confianza y la gente se arrima a ello. Por ello, el poder puede brindar feliz porque tiene un ejército de periodistas y de medios que vienen haciendo su trabajo repitiendo libretos y declaraciones de toda esa estructura política, judicial, policial y dirigencial. Así pueden verlos en extenso a un ministro, a un diputado, a un dirigente de los movimientos sociales en un mismo día en Tvcanal, en La Razón, en Cambio, en las radios comunitarias, en las redes sociales, etc, bajo un solo discurso, lo cual cala hondo en el imaginario colectivo.
El 2023 quedará inscrito como el año en que el poder avanzó para debilitar el ejercicio periodístico imparcial, independiente y fortalecer su artillería de medios de prensa y de periodistas en las filas del poder.
Pero ahí están las redes sociales con espacios importantes que nos dan otras visiones y lecturas críticas de la realidad. Es un contrapeso. Parafraseando a los grafiteros: si la prensa calla, las redes sociales lo develará.
“¿Por qué te hiciste periodista, papá?
Para contar la verdad. Por eso me hice periodista”. Señala el escritor español Carlos Ruiz Zafón en su libro El laberinto de los espíritus.
Sí, ese es el fondo y en todos los sentidos la esencia del periodismo. Pero ¿qué verdad? ¿La verdad del poder, la verdad de los hechos, la verdad de las declaraciones, la verdad de un pueblo que lucha?
Mi estimado lector, en el periodismo no se sirve al poder. Se fiscaliza, se denuncia, se alerta cuando el poder comete irregularidades, hechos de corrupción y se informa de lo que el poder hace: inauguración de obras, reuniones, viajes, etc. Necesitamos un periodismo fuerte, robusto, creíble y que sea un muro frente a las mentiras, manipulaciones, postverdades o armas del poder.
El periodismo no son relaciones públicas ni formas marquetineras que se elaboran desde el poder para luego lograr su máxima difusión. El que hace periodismo debe hacerlo con los protagonistas de los hechos, con esos rostros de pueblo, darle voz a los invisibles, presencia a los anónimos. No solo tienen cabida en la información los políticos y los famosos. El pueblo es también sujeto de las noticias. La labor periodística tiene su razón de ser en el destinatario final: el pueblo y se llega a él con información veraz y responsable.
Un periodismo es militante de los derechos humanos y de los valores democráticos, no es condescendiente con quienes vulneran leyes y meten la mano al dinero del pueblo. Periodismo y derechos humanos son elementos centrales para la consolidación del sistema democrático. Siempre existe una relación positiva y dinámica entre derechos humanos y medios de comunicación.
La función social que desempeñan los medios los coloca directamente ante las necesidades y demandas de los ciudadanos. La prensa juega un papel mediador entre la ciudadanía y el cumplimiento de sus derechos, el primero de ellos, el derecho a la información. Precisamente en el ejercicio de ese derecho, la ciudadanía se expresa, denuncia, interpela, pide y exige que se la atienda.
¿Quién es el periodista? Se preguntará a estas alturas mi estimado amigo, cuando en las redes sociales estamos inundados de programas, cuando la prensa del poder tiene ya su libreto escrito y cuyos periodistas vienen repitiendo en los informativos, en las páginas de los periódicos, en las ondas radiales. Pero ahí van algunas definiciones importantes y usted dirá si hay de esos periodistas en la Bolivia Pluri.
El periodista es aquel que asume que el periodismo no es para hacer un negocio lucrativo. Es una de las profesiones más nobles que exige al periodista cada día ser mejor persona y el mas noble en su oficio
El periodista no es un profeta, pero su voz se escucha, no se dirige a las piedras. No es un abogado pero impulsa el cumplimiento de las leyes. No es el líder de un partido político, pero moviliza a las masas. No es un comerciante, porque no tiene nada para vender. Su labor es un bien que llega de forma libre y planificada a la comunidad.
El periodista no es el propietario de un medio de comunicación social, ni es el publicita o el jefe de marketing. Un periodista es el ojo vigilante de la nave del Estado, es el que anota en su agenda los hechos de corrupción, los investiga y los denuncia; es el que verifica los hechos, los procesa y publica; es el que se acerca a la comunidad, conoce sus necesidades, las informa y genera acciones de solidaridad; es aquel que no hace negocio ni trafica con la noticia y con ese poder que tiene entre manos.
El periodista para ser tal debe tener por credo la credibilidad y la ética, que está al servicio del pueblo. No está sujeto ni sirve a ningún poder. Así el periodismo se proyecta y se fortalece en la medida que sea parte de la comunidad y refleja los rostros de esperanza y de justicia
El periodista es un difusor de los valores de la vida, de la dignidad, de los logros, de las luchas, pero no es portador de los virus de la mentira, la manipulación, ni de la muerte. El periodista no es caja de resonancias, ni vehículo de insultos, mentiras y especulaciones. No puede prestarse a los juegos sucios del poder, ni aprovecharse de su privilegiada condición para destruir a personas o instituciones. Una cosa es la investigación periodística, basada en pruebas y documentos, otra es la especulación y la denuncia sin fundamentos.
El periodista es el enemigo eterno de la corrupción y las injusticias. Una de sus misiones es investigar, esclarecer e informar cada hecho de corrupción que se ha cometido en el país y cuyos autores están quedando en la impunidad. Su rol es develar toda la telaraña de estos escándalos y generar cambios, y no ser simples difusores de declaraciones de los políticos, fiscales, policías o de los corruptos.
Una sociedad democrática exige y se merece un periodismo honesto y comprometido con los derechos humanos. La democracia y la prensa van juntos, se necesitan. Hay dos caminos, optar por una prensa solidaria, capaz de hacer lo correcto para desarrollar a una sociedad democrática, o una prensa corrupta, escandalosa, mercenaria para tener una sociedad enferma. La prensa del poder vs. el poder de la prensa.
El escritor argentino Ernesto Sábato está seguro de que los periodistas nos ayudan a mirar el mundo, ya que ellos son testigos y tienen la misión de narrar los hechos. “De ellos depende el cariz con que interpretemos los hechos, el partido que asumamos frente a lo que nos pasa como humanidad”.
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Hernán Cabrera es periodista y Lic. en Filosofía
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