Roberto Méndez
En la mitología griega, Sísifo era un rey astuto y desafiante que engañó a los dioses en varias ocasiones. Su astucia y arrogancia finalmente le valieron un castigo eterno impuesto por Zeus: debía empujar una roca gigante hasta la cima de una colina, solo para que la roca rodara de nuevo hacia abajo, forzándolo a comenzar de nuevo, en un ciclo interminable de esfuerzo y fracaso; y porque representa lo absurdo, el callejón sin salida que conduce a lo mismo, como estamos ahora en Bolivia, navegando en turbulentas aguas socialistas divididas en dos corrientes, con propuestas absurdas de referendums que no solucionan nada del Gobierno central, anuncios de guerra del otro frente del Chapare, caballos de carrera camuflados que emergen en Cochabamba, y opositores que no levantan una cabeza de unidad para llevar esa pesada roca hasta la cima y cantar victoria de bienestar, tranquilidad y paz para nuestro país.
El mito fue resucitado por el filósofo francés Albert Camus en un ensayo en el que desafía nuestra percepción de la vida, pues en el corazón de la filosofía existencialista se encuentra una imagen poderosa y desalentadora: la del rey Sísifo, condenado a empujar una piedra inmensa cuesta arriba, solo para verla rodar de nuevo hacia abajo, repitiendo esta tarea inútil por toda la eternidad.
En Bolivia estamos así, pues de nada ha servido que nos rebeláramos contra el fraude, certificado por la OEA, de las elecciones electorales del 2019, y plantemos nuestras pititas hasta conseguir la renuncia del entonces presidente socialista Evo Morales que contra viento y marea había forzado un cuarto mandato.
Consiguiendo también con la caída del régimen, desenmascarar esos ídolos falsos representados por el Vicepresidente Álvaro García Linera y toda esa parafernalia que habían montado haciéndonos creer que se trataba del primer gobierno indígena en casi 200 años de vida republicana, cuando en los hechos, los propios “hermanos indígenas” fueron apaleados en la llamada masacre de Chaparina en el año 2011 cuando estos marchaban a La Paz, pidiendo el respeto a la tierra y su territorio, tierra y territorio que hoy ha sido tomado por mercaderes del oro que vacían mercurio con cáncer en las aguas que los alimentan y les dan vida.
Indígenas que solo sirvieron como pantalla para crear el llamado Fondo Indígena que en realidad fue la caja chica del Movimiento al Socialismo para reproducir poder y mantenerlo, como dice el escritor italiano, Maquiavelo, cuando señala que el fin justifica los medios, pues se robaron alrededor de 500 millones de bolivianos.
Pero cuando los bolivianos creímos que nuestra historia iba a cambiar durante el gobierno transitorio de Jeanine Añez, que representaba a la derecha o el capitalismo, el fantasma de la corrupción termina también ahogándonos en gases con sobreprecio que compró el superministro Arturo Murillo, ahora preso en Estados Unidos.
Y, como ese rey Sísifo, volvimos al socialismo y al punto de partida, y empujamos la roca hacia arriba creyendo que el actual presidente Luis Arce tenía la fórmula mágica para no seguir soportando el peso de la piedra, pero hemos quedado ahí, al punto que ya no podemos más, endeudados al límite, sin dólares, sin combustible y con cacerolas vacías retumbando en las calles, añorando que aparezca un Aladino con su lámpara mágica que en vez de ofrecernos referéndums para pelearnos más, o guerra y conflictos desde el Chapare, nos conduzca al encuentro y a la esperanza….
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Roberto Méndez es periodista
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