Carolina Méndez Valencia
Esta semana recibimos la lamentable noticia de que el periódico Los Tiempos dejará de imprimirse diariamente como venía haciéndose desde hace casi 80 años. El periódico hizo el anuncio señalando que se trata de una “decisión responsable” debido a que sus ingresos no compensan el costo de la producción de ejemplares.
Es una lamentable noticia porque, aunque ecológicamente hablando siempre es una buena señal usar cada vez menos papel y aprovechar la tecnología, sabemos que esta decisión es producto de una terrible situación económica por la que están pasando todas (o casi todas) las redacciones del país.
En una anterior oportunidad comenté que hay una precarización cada vez más normalizada dentro del gremio de la prensa y que esto es una amenaza social aunque no lo parezca a simple vista. Desde entonces he tomado el pulso al tema consultándolo en los espacios no periodísticos en donde he estado. Me di cuenta así que la ciudadanía en general no está lo suficientemente enterada de esta crisis terrible por la que están pasando los medios de comunicación en el país.
Cada vez son más las redacciones independientes que deben salarios a sus trabajadores, que han hecho recortes de personal, que han rebajado los sueldos o que han recortado beneficios sociales. Esta situación no sale en la tele y tampoco se suele contar a la audiencia. Los periodistas lo sufren en silencio esperando que pase algo milagroso que revierta el problema.
Lo cierto es que el modelo tradicional de negocio que tenía la prensa y en particular el modelo de los periódicos, está cada vez más obsoleto. La gente ya no quiere pagar por información que tiene gratis en su teléfono. Los anunciantes, por su parte, optan cada vez más por pagar publicidad en redes sociales donde se les garantiza segmentación y visibilidad. A esto se suma que la pauta publicitaria estatal se ha venido usando con mayor énfasis en privilegiar solamente a medios de propaganda.
Como si el escenario no fuera lo suficientemente adverso, también está la presión estatal que “sugiere” a los privados no publicitar en ciertos medios y de yapa, asfixiar redacciones directamente mediante el sistema impositivo.
¿Entonces qué queda?, ¿cómo hacer rentable el oficio de la fiscalización al poder?, ¿cómo monetizar el trabajo que busca la rendición de cuentas?
Las respuestas son justo las piezas que nos faltan en el rompecabezas. Hay variados intentos de monetización en curso pero no parece haber una sola solución lo suficientemente contundente. Los expertos sugieren que el camino idóneo va más bien por la diversificación de ingresos. Por ello los medios se han abierto a suscripciones, membresías, aplicación a donaciones, venta de servicios (talleres, campañas de comunicación, spots, festivales literarios, etc.) y venta de objetos relacionados a su marca (libretas, tazas, libros, poleras, etc.).
Como era de esperarse, los periodistas no estamos capacitados para este escenario. De hecho todavía nos estremecemos porque creemos que de alguna manera hablar de dinero, ventas o servicios, podría comprometer la independencia editorial del trabajo.
Lo cierto es que es un desafío que necesitamos sortear y un problema que hay que empezar a transparentar. La sociedad en su conjunto tiene que ser consciente de esta amenaza latente para la democracia. La prensa es crucial en el contrapeso al poder e indispensable para tener una sociedad informada.
¿Qué hacemos entonces? Además de empezar a hablar de esto será preciso ubicarlo en su dimensión real, enfatizar que no es un tema sólo del gremio y que el deterioro de las condiciones de trabajo de los periodistas tiene como correlato el menor nivel de fiscalización al poder, el detrimento en la capacidad de investigación y el allanamiento para que el abuso sea impune.
El modelo de negocio no debe ir desligado del trabajo en sí, aunque cada quien mantenga su rol claro. Si antes el área administrativa estaba divorciada de los espacios periodísticos la distancia ahora es cada vez menor. Por ello están ganando popularidad las redacciones mixtas en donde además de periodistas hay marketeros, gestores de proyectos, analistas de audiencias y estrategas de monetización, entre otros.
Necesitamos que este tema sea debatido en las universidades públicas y privadas para que desde la academia se gesten iniciativas novedosas. Necesitamos que los medios restrinjan su contenido y que la gente pague para consumirlo, así como se pagan suscripciones de entretenimiento. Necesitamos que los legisladores entiendan la amenaza y promuevan normativas de regulación fiscal preferente. Necesitamos empezar a cuestionar que las plataformas de redes sociales se llenan de dinero mientras se alimentan de contenido gratuito de los medios de comunicación.
En definitiva, necesitamos empezar a preguntarnos a quién le beneficia que la luz del periodismo siga encendida y a quienes por el contrario les vendría mejor tener tinieblas. Quizás ahí empecemos a darnos cuenta de la amenaza que no estamos viendo.
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Carolina Méndez Valencia es periodista.
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