Capacitación a soldados del Batallón de Producción Ecológica II Oscar Moscoso. Foto: Cedida por Marcos Uzquiano
Por Samantha Carpio, reportaje escrito para optar por el título de Licenciada en Comunicación de la Universidad Católica Boliviana (UCB) La Paz.
Fotos: Samantha Carpio y cedidas por Marcos Uzquiano
Apenas empezaba su carrera de guardaparque en el Madidi cuando el entonces joven Marcos Uzquiano tuvo que soportar la agresión de un grupo de taladores que, armados de motosierras, intentaron golpearlo para salirse con la suya: llevarse la madera de forma ilegal.
Era entre el 2003 y 2005, cuando el ahora reconocido guardaparque, sufrió una de las situaciones más estresantes de su vida. Sería sólo el inicio de una carrera que lo llevó no solo a enfrentar a madereros, mineros, cazadores, sino a estar frente a un tribunal de justicia e incluso a ser despedido de su trabajo por defender los bosques.
“Me ha tocado enfrentar grupos de taladores de madera por allá, por el Parque Nacional Madidi, con motosierristas, por el año 2003-2005, donde hemos sido agredidos y la gente que estaba escoltando y acompañando la madera ilegal nos han intentado golpear y hacer una serie de cosas”, recuerda casi 20 años después. Finalmente, dice que la madera fue puesta a buen resguardo de las Fuerzas Armadas y la policía, pero el incidente le causaría un estrés que hasta ahora no olvida.
“Ha sido un momento crítico y estresante para mí porque ahí te sientes solo frente al mundo. Estás en una zona donde no tenés acceso a la comunicación, a la información y tampoco hay forma humana de cómo te brinden el apoyo”, rememora aquel lejano día.
Como Marcos Uzquiano, los demás guardaparques sufren similares o peores situaciones mientras patrullan las áreas protegidas.
Según una encuesta aplicada a 61 guardaparques para la elaboración de este reportaje, el 54,1% admite que la exigencia de su trabajo ha afectado su vida de alguna manera negativa. Eso involucra a más de la mitad de los encuestados, sin contar el otro 31,1% que respondió con un “tal vez”, al no estar completamente seguro de la afectación emocional.
La encuesta se realizó entre el 29 de mayo y el 17 de junio mediante la herramienta de Google Forms, en 17 de las 22 áreas protegidas de Bolivia:
Por lo general, las noticias están pobladas de historias sobre las malas condiciones de trabajo de los guardaparques, sin embargo, poco o nada se habla de su salud mental que, como se puede advertir en los datos, es un asunto que puede marcar la vida de un guardián de la naturaleza.
Armando Quispe Chino, guardaparque del Parque Nacional y Manejo Integrado Cotapata, que lleva 15 años en esas funciones, pasó por uno de los momentos más tensos de su vida cuando él y sus compañeros fueron atacados por mineros cooperativistas, en enero de 2024, lo que provocó un impacto emocional en su vida.
“Queríamos sacarles (a los mineros), pero no se ha podido, porque ellos han llegado con bastantes personas. Se han agrupado, han hecho reventar petardos, y nos han sacado la fuerza, nos han roto los retrovisores de la camioneta. Nos han querido sonar con palos. Es un riesgo, en realidad, psicológico, físico, incluso”, cuenta para este reportaje.
Este caso se produjo porque los mineros no acataron la resolución de un proceso administrativo para dejar de operar y luego se fueron instaurados otros tres procesos más. “En la primera ocasión se ha intervenido con policías, y les hemos secuestrado las maquinarias, todos sus equipos que tenían adentro y hemos llevado ese equipamiento a la ciudad de La Paz, a un depósito, pero lastimosamente ese proceso no ha avanzado. Hasta el momento siguen trabajando”.
Quispe cuenta que este tipo de situaciones le causan frustración y “psicológicamente estás mal, y eso te perjudica en tu trabajo, en tu desarrollo mental, y eso incluso hace preocupar a la familia”.
Cuando se les consulta a guardaparques cómo hacen para reponerse ante las situaciones críticas que enfrentan, dicen que “en soledad”, que se rehacen y que siguen adelante, o simplemente, como pueden. Quispe, por ejemplo, dice que estos problemas le fortalecen.
Es lo que los especialistas llaman resiliencia. La psicóloga y psicoterapeuta, Alejandra Valdez, explica que se trata de la capacidad “que tiene el ser humano para afrontar adversidades”, como las crisis, angustias, pérdidas. La clave, explica ella, es la adaptabilidad.
Y, sí, Marcos Uzquiano y sus otros compañeros guardaparques, tal vez sin saberlo, desarrollaron esa capacidad. “El guardaparque está preparado para desempeñarse bajo condiciones muchas veces hostiles”, menciona Uzquiano, quien se desempeña ahora como jefe de la Reserva de la Biósfera Estación Biológica del Beni (EBB como es conocida popularmente).
Los guardaparques de Bolivia son funcionarios del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP), una institución dependiente del Ministerio de Medio Ambiente y Agua. Son más de 300 guardianes para resguardar las 22 áreas protegidas de carácter nacional, según el “Diagnóstico y propuesta para la conservación de las áreas protegidas y ecosistemas estratégicos de Bolivia”, publicado en septiembre de 2025 por la Liga de Defensa del Medio Ambiente (LIDEMA) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF Bolivia).
Los guardaparques son los principales defensores de la biodiversidad boliviana que, a su vez, se encargan de realizar actividades de sensibilización sobre la importancia de la protección de la naturaleza, talleres de prevención ante riesgos o posibles desastres naturales, entre muchas otras labores.
Con toda esa estructura como paraguas y un contexto de crisis ambiental, los guardaparques tendrían que estar entre los funcionarios mejor tratados, mejor pagados y más protegidos. Sin embargo, a diario enfrentan desafíos, tanto físicos como psicológicos, entre ellos, el aislamiento, avasallamientos, la injusticia laboral, narcotráfico, estrés, amenazas, riesgo de muerte, enfrentamientos con mineros, taladores ilegales, cazadores, comunarios agresivos, incendios forestales y, por si eso no fuera poco, el duelo por la pérdida de especies o ecosistemas.
Para la realización de este reportaje, se buscó la contraparte del director interino del SERNAP, Filemón Hinojosa, quien, durante una llamada telefónica, prometió responder las preguntas que se le envió mediante mensaje de texto, pero no lo hizo ni volvió a responder las llamadas. También se envió una carta solicitando información oficialmente, la que no fue respondida hasta el cierre de esta edición.
Los guardaparques, según cuentan en diversas entrevistas para este trabajo, no pueden “darse el lujo” de vacilar y tienen que recurrir a la resiliencia, esa herramienta que les ayuda a procesar el desgaste psicológico que provoca su labor diaria y a reconectar con sus emociones para poder continuar. Es la forma de supervivencia más importante, la diferencia entre dejarlo todo o continuar luchando para proteger lo que aman.
Para la elaboración de este reportaje se habló con una decena de guardaparques en el campamento de Los Petos en San Borja, en Rurrenabaque y en Trinidad, sin embargo, la mayoría de ellos, prefiere mantenerse en el anonimato para evitar represalias, por lo que se decidió aplicar una encuesta.
Según los resultados del estudio, dos son los principales problemas que enfrentan: incendios forestales (86,9%) y las amenazas que reciben desde diversos flancos (73,8). Víctor Hugo Arias, guardaparque de la Reserva de la Biósfera Estación Biológica del Beni, cuenta que en una ocasión descubrió a traficantes de madera ilegal, los que se pusieron agresivos y los amenazaron con machetes. “No han querido encostar (ir hacia a la orilla) y hemos ido nosotros al lugar a alcanzarlos. Y ahí nos han amenazado con machete, querían volcar la embarcación, cortar las sogas”, cuenta.
Siguiendo con los datos de la encuesta, entre los problemas que enfrentan los guardaparques también aparece la pérdida de ecosistemas (60,7%) y el duelo por la pérdida de especies (52,5%).

“Es como ir a la guerra. Vuelves a tu casa, pero no vuelves siendo el mismo porque miras situaciones tan desastrosas, situaciones tan tristes que te calan el alma. No es que fui a apagar un incendio y duermo tranquilo. Te queda en el corazón ver animales calcinados, ver seres vivos que se están cociendo muchas veces delante tuyo y que tú no sabes absolutamente nada que hacer”, dice Uzquiano acongojado por lo que le toca ver y palpar cada día.
Hacía unos días que él había rescatado “una tortuguita que tenía toda la caparazón deshecha, pero estaba viva. ¿Qué podés hacer? Te parte el alma. En ese momento no sabes si enojarte de impotencia porque no podés hacer nada para ayudar a la especie. Eso te cala muy dentro de ti”.
También están el abandono o desamparo familiar y la injusticia laboral con el 57,4% cada uno; la minería ilegal y el riesgo de muerte se encuentran con el 47,5%, respectivamente.
En esta categoría ingresa la historia conjunta de Marcos Uzquiano y Raúl Santa Cruz, quienes fueron llevados a un tribunal en un juicio penal acusados por un cooperativista minero aurífero.
Todo comenzó el 30 de marzo del 2023, cuando Santa Cruz intentó detener el ingreso de una caravana hacia el interior de la zona de conservación con destino a la comunidad Virgen de Rosario, previsiblemente, para realizar actividades de explotación minera ilegal en las riberas del río Tuichi.
Uzquiano, por su parte, compartió la información y el pedido de auxilio de Santa Cruz en la radio y en sus redes sociales.
A pesar de que los guardaparques no se encontraban juntos al momento del hecho, ambos fueron denunciados por el minero Ramiro Cuevas por supuesto delito de difamación, pese a que ambos solo cumplían con su deber como guardaparques.
El SERNAP decidió lavarse las manos diciendo que la denuncia iba dirigida a ellos como individuos civiles, no así a la institución y los dejó que se arreglaran por su cuenta.
Gracias a la presión de la sociedad civil y los medios de comunicación, el 29 de febrero de 2024, el juzgado de Apolo dictó una sentencia absolutoria a favor de ambos guardaparques, quienes fueron absueltos de los cargos, pero vivieron meses de estrés y daño psicológico.
La precariedad laboral aparece como preocupación en el 39,3% de los casos. Varios guardaparques fueron removidos de sus funciones por denunciar actividades irregulares en las áreas protegidas, entre ellos el propio Uzquiano, quien luego fue restituido en el cargo ante la presión social.
Bladimir Marca Revollo, guardaparque del Parque Nacional Carrasco de Cochabamba, que lleva 17 años trabajando en esa área protegida, señala, por ejemplo, que, como sus compañeros, trabaja 20 días seguidos y luego descansa, lo que le provoca alejamiento forzoso de su familia. Piensa que un aumento salarial sería una justa compensación para su sector.
Detalla que su salario es de 3.400 bolivianos, más un bono cercano a los 400 bolivianos, pero claramente no está conforme con el pago. El mayor riesgo que enfrenta Marca, según su propio relato, son los incendios y los accidentes cuando concurren a apagarlos.
Como se puede evidenciar en esta larga lista de situaciones que vulneran la vida y derechos de los guardaparques, gran mayoría de éstas derivan del abandono institucional.
En la encuesta se evidencia también cada cuanto suceden estos problemas. El 31,1% marcó la casilla de “siempre”, seguido por un 39,3% que indica “frecuentemente”, finalmente “a veces” con un 29,5%.
Impacto psicológico y resiliencia
Los problemas, como se puede advertir, son múltiples y constantes, pero más allá de lo palpable, está el daño psicológico que esto provoca en los guardaparques. Como se mencionó, el 54,1% de los encuestados respondió que todas estas situaciones han afectado en su vida personal y el 36,1% marcó en la casilla de “tal vez”.
Esta suma de problemas, puede provocar, además, insomnio (16,4%), pérdida de apetito (9,8%), ansiedad (13,1%), agotamiento emocional (32,8%), estrés (52,5%), abandono familiar (49.2%) y otro tipo de consecuencias (9,6%).
Por otro lado, también se les preguntó si ellos sentían que su trabajo era valorado por la sociedad, a lo que el 63,9% respondió que no.
Frente a eso, queda la capacidad de reponerse ante la adversidad y la forma de hacerlo, según dicen, es recordando el porqué de su lucha.
“Creo que lo único que nos mueve a nosotros a seguir adelante es esa conexión con esto, que lo sentimos tan nuestro, porque las áreas protegidas para los guardaparques son como nuestra casa, son como nuestro hogar”, dice Uzquiano. Agrega que “a veces nos preguntamos entre nosotros, ¿por qué peleamos tanto? Si al mundo no le importa (…) Y caemos a la conclusión de que esto es nuestro y eso nos mueve a seguir adelante, a seguir protegiendo, conservando”
Teóricos como Mónika Gruhl en su libro El arte de rehacerse: la resiliencia, publicado el 2009, explica que esta habilidad no solo saca a las personas de sus momentos difíciles, sino que también los ayuda a salir fortalecidos en todo aspecto.
“Lo importante no es tanto qué le ocurre a uno en la vida, sino más bien cómo afronta lo que le ocurre (…) la resiliencia describe la fuerza interior de las personas que han superado duros reveses del destino y contrariedades fuera de lo habitual”, escribe la especialista.
El guardaparque Arias, que lleva nueve años en esa tarea, no menciona estos conceptos, pero sabe aplicarlos. “Como guardaparque siempre estamos tratando de cuidar y proteger el medioambiente y vamos a luchar hasta donde se pueda”, dice.

Y, la psicóloga Valdez agrega que la forma de desarrollar resiliencia es la empatía, el sentido de esperanza, altruismo, la creatividad y la gestión emocional. Ella recomienda que para poder reaccionar de forma ideal en situaciones difíciles lo primero es tener autocontrol, creatividad y confianza en uno mismo. Menciona, además, la importancia de contar con un grupo de apoyo (ya sea oficial o extraoficialmente) porque los humanos son seres sociales que necesitan vivir en comunidad, compartir sus alegrías al igual que sus penas y ser validados.
A lo largo de su vida laboral como guardaparque, ellos admiten que han tenido que aprender “a la mala” muchas técnicas para poder lidiar con el desgaste psicológico que conlleva su labor. Entre las técnicas más populares están el hacer ejercicio y salir a caminar solo a la selva (sobre todo a tener contacto con la naturaleza). En palabras de ellos “a veces tienes que adaptarte para sobrevivir” y es esa, en palabras más crudas, la definición de resiliencia.
Las y los guardaparques de Bolivia son personas resilientes y han aprendido a serlo solos, sin ninguna clase de apoyo por parte de sus instituciones. Se han adaptado para poder seguir adelante y han sabido salir fortalecidos de cada situación que han superado.
La psicóloga recomienda practicar la gestión de emociones porque, si un guardaparque puede reconocer la emoción que está sintiendo, podrá gestionarla para eventualmente regularse. Otro método importante, principalmente para antes y después de las situaciones tensas, son las respiraciones controladas. “También ayudaría mucho a que se sientan escuchados y que sientan que su labor sí vale”, finaliza Valdez.
Sin embargo y a pesar de ya tener conocimientos básicos sobre cómo ser resiliente, ellos quieren aprender a lidiar con sus emociones de manera correcta. El 88.5% de los guardaparques encuestados respondió que sí le gustaría recibir información sobre su salud mental y cómo cuidarla en su área laboral.
Así como Uzquiano empezó hace unos 20 años enfrentándose a los madereros en el Madidi, hoy el joven Oscar Altamirano se entrena para seguir sus pasos. Los desafíos son enormes porque las áreas protegidas están más desprotegidas que nunca, pero, él no pierde el entusiasmo. “Una vez, después de una larga jornada en la que enfrentamos desafíos de clima y difícil acceso, logramos monitorear a una especie en peligro. Sentí una gran satisfacción y, aunque fue agotador, me recordó por qué hago este trabajo”.
La resiliencia no es parte de su formación, aunque debería serlo o caso contrario, como le ocurrió a Uzquiano y otros guardaparques, tendrá que aprender a sobreponerse en el camino, con sus propios métodos y a fuerza de pura experiencia.
Como ocurre con cualquier ser humano, la salud física y mental de los guardaparques es importante, pero lo es aún más si estos hombres y mujeres protegen la naturaleza para garantizar un medio ambiente sano a las generaciones presentes y futuras.
Y Oscar lo entiende perfectamente. “Al inicio lo veía como una aventura, pero ahora entiendo la responsabilidad que implica y el impacto que tiene en la vida, por lo que cada día siento más compromiso con la protección de estas áreas”, señala durante un evento medioambiental celebrado en Rurrenabaque.

“Cuando los mineros nos enjuician, el SERNAP no nos defiende”: El 75% de los guardianes del bosque se sienten abandonados por el Estado
“No tenemos dotación o instrumentos de trabajo por la institución ni de las autoridades”, “no dan importancia a las áreas protegidas”, “falta apoyo con equipos de campo”, “cuando los mineros nos enjuician, el SERNAP (Servicio Nacional de Áreas Protegidas) no nos defiende”. Esas son algunas de las frases pronunciadas por guardaparques de toda Bolivia que fueron encuestados para este reportaje.
De hecho, el 75,4% de los consultados dice sentirse abandonado por las autoridades y las instituciones del Estado.
La encuesta fue anónima y se aplicó a 61 de los aproximadamente 300 guardaparques que existen en el país. Sin embargo, las respuestas muestran la situación de abandono material en la que trabajan los guardianes de la naturaleza en todo el país.
Uno de ellos resumió la situación de la siguiente manera: “Falta presupuesto para mantenimiento de motorizados, campamento, dotación de uniforme y el equipo de campo llega a destiempo y reducido, el pago de refrigerio está en mora parcial de las gestiones 2022, 2023 y 2025”.
Según el POA quinquenal del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP), la institución recibió una asignación presupuestaria de 263 millones de bolivianos de 2021 a 2025, lo que significaría un promedio de 52,6 millones de bolivianos, aunque la cifra ha ido variando año tras año. Por ejemplo, el 2024, el presupuesto fue de 70 millones de bolivianos.
De acuerdo a la Resolución Ministerial 215 del 28 de mayo de 2024, que aprueba la escala salarial del SERNAP, cada guardaparque gana Bs 4.166 bolivianos por mes, por lo que el monto total para sueldos de guardaparques de planilla es de 349.944. Sin embargo, el resto de la plantilla suma 643.207, es decir, casi el doble.
El 88,5% de los guardaparques encuestados consideran que no reciben un salario justo, según la encuesta.
Por otro lado, en marzo de este año, el Director interino del SERNAP Jair Gonzales ha realizado acuerdos con la ABOLAC (Asociación Boliviana de Guardaparques Agentes de Conservación) para “una agenda de siete puntos, donde figura el respeto a la institucionalidad de las áreas protegidas nacionales y la restitución de los guardaparques despedidos en la anterior gestión”, menciona.
La mayoría de los guardaparques se quejan por las condiciones materiales en las que trabajan, empezando por los contratos eventuales, pasando por los refrigerios adeudados hasta la falta de dotación de insumos básicos para operar, como combustibles y uniformes.
Uno de los siete puntos del acuerdo pactado por Gonzales, menciona que desea mejorar las condiciones de los guardaparques, arreglando los campamentos, proveyendo uniformes, equipamiento de campo, recursos para el mantenimiento de vehículos entre otras cosas.
“Las rotaciones nos envían lejos de nuestras familias”, “los campamentos están deteriorados”, “no toman en cuenta a los guardaparques”, “no hay apoyo en condiciones de trabajo”, “somos muy pocos”, “el Estado no se preocupa por nosotros”, “realizamos un trabajo bien cansador y poco valorado”, “no brindan las herramientas necesarias para realizar el trabajo, pero exigen resultados”, testimonian otros guardaparques encuestados.
Por ejemplo, Bladimir Marca, del Parque Carrasco, cuenta que él, igual que sus compañeros, trabaja 20 días seguidos. “Si hay emergencias en las noches, entonces trabajamos por las noches y luego tenemos 10 días de descanso cada mes”, comenta.
Pero, los puntos de vista de los guardaparques van mucho más allá de lo material, pues afirman que “no se valora el trabajo que se realiza para la protección del medio ambiente”.
Y, no falta el que se queja porque “últimamente se estaba manejando políticamente las cosas de la institución, si decías algo o no se hacía caso al jefe, directamente eras mal visto y amenazado con destitución de tu trabajo”.
Asimismo, el acuerdo pactado tiene que ver con el alto a la persecución y hostigamiento interno a los guardaparques, Gonzales aceptó este punto y se comprometió personalmente a dar las recomendaciones respectivas a los directores de las áreas protegidas para que se evite incurrir en este tipo de situaciones”, menciona Uzquiano cuando habla al respecto con la gente de Portal Verde.
La Fundación Tierra, en febrero de este año, advirtió sobre cuatro vulnerabilidades respecto al trabajo de los guardaparques: contratos deplorables, deficiencia en infraestructura, falta de insumos y vehículos y vulneraciones a la libertad de expresión. Este último punto tiene que ver con las sanciones a las que están expuestos los guardaparques cada vez que denuncian irregularidades en las áreas protegidas.
E incluso, revela las restricciones de otros derechos, entre ellos, el subsidio de lactancia. “Han quitado, por ejemplo, el beneficio de lactancia a nuestros hijos que les corresponde. También lo del aguinaldo es un recorte”, declaró Víctor Hugo Arias, quien, igual que Uzquiano, trabaja en la Estación Biológica del Beni.
Por su parte, Elvin Rodas, que resguarda el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Serranía del Iñao, explicó a Tierra que en su área falta mantenimiento a las motocicletas que tienen más de 15 años de servicio. “Si todo esto sigue operando es porque hacemos todo lo posible, ponemos todo de nuestra parte con recursos, tiempo, esfuerzo”, señaló.

Contratos temporales
Según el boletín Alerta de la red Unitas de enero de febrero de 2024, en Bolivia existen 320 guardaparques, de los cuales, 180 (56%) estaban contratados como personal eventual, “situación que les impide tener una continuidad laboral, acceder a una remuneración acorde al trabajo que realizan y gozar de beneficios sociales”.
La situación es tal que algunos tienen más de 20 años de antigüedad, pero siguen trabajando con contratos eventuales.
En entrevista para este reportaje, el presidente de la ABOLAC, Marcos Uzquiano, confirma esta situación. “Son más del 60% de todos los guardaparques de Bolivia que están bajo contratos eventuales y nosotros le pedimos al Estado que resuelva históricamente ese tema que lo tiene arrastrando hace mucho tiempo”, dijo.
Paralelamente, en el Diagnóstico y propuesta para la conservación de las áreas protegidas y ecosistemas estratégicos de Bolivia, realizado por la Liga de Defensa del Medio Ambiente (LIDEMA) en septiembre del 2025, se puede evidenciar también que el número de guardaparques en Bolivia ha ido decreciendo a lo largo de los últimos 20 años. “El número de guardaparques nunca fue suficiente considerando la dimensión de las áreas y superficie total del Sistema Nacional de Áreas Protegidas”, indica. En el 2004 había casi 400 guardianes, en el 2007 eran casi 300 y desde entonces la cifra ha ido reduciendo.
La salud en riesgo y con atención deficiente
Los guardaparques, además, están expuestos a riesgos en su integridad física por la naturaleza de su trabajo. La encuesta revela que el 50,8% de los consultados ha sufrido lesiones durante sus jornadas laborales.
Las circunstancias de estas lesiones son diversas. “Me lanzaron con piedra en la nuca”, “estuve en un enfrentamiento con mineros y me contagié de leishmaniasis”, “tuve quemaduras en los incendios forestales”, “corte con motosierra”, “ataque con arma blanca”, “fractura por caída de motocicleta en el patrullaje”, relatan los guardaparques consultados.
Uno de ellos contó que “ingresando por carretera a mi fuente laboral, tuve accidente con suerte, con peladuras en mi brazos y piernas rodillas lado derechos, por falta de mantenimiento de los vehículos de dos ruedas”.
Y, ante estos problemas de salud, los guardaparques tienen seguro en la Caja Nacional de Salud, sin embargo, señalan que en lugares alejados es deficiente, mientras que el 45,9% dice que no cuenta con un seguro médico adecuado.
“El único seguro que tiene el guardaparque es el seguro de la Caja Nacional de Salud, pero es un seguro con bastantes deficiencias, limitaciones, porque si ya en las grandes ciudades el seguro de la Caja Nacional es deficiente, tú te imaginarás lo que viene a ser el seguro de la Caja Nacional de Salud en una zona remota como la Amazonía, el Chaco, el Valle, donde no hay ni siquiera una posta, ni las comunidades tienen un médico”, señala Marcos Uzquiano, quien revela que el Estado tampoco les provee un seguro de vida ni contra accidentes.
Sin mencionar que “sería fundamental tener este tipo de talleres o capacitaciones, ya que con la presión social, con los conflictos sociales, amerita que estemos bien preparados psicológicamente”, finaliza Bladimir Marca, el guardaparque del Parque Nacional Carrasco.
Equipos de protección
Sobre el uso de equipos de protección, el 63,9% afirma que no cuenta con este tipo de equipamiento y el 87,2% señala que el equipamiento no ha sido proporcionado por instituciones del Estado. El 37,7% de los consultados afirma que los utiliza a veces, el 24,6% dice que los utiliza siempre, mientras que 19,7% señala que no los utiliza nunca.
Uzquiano, en su calidad de presidente de la Asociación Nacional de Guardaparques, hace un pedido. “Quisiéramos pedirle al Estado que cumpla con el deber de proteger nuestras áreas protegidas” y luego, se llena de energía para decir que ellos son quienes deberían protegerlos y brindar el acompañamiento necesario para resguardar estos territorios, incluso por sobre la seguridad de los mismos guardaparques, “porque al final siempre decimos, si en algún momento va a pasar algo a un guardaparque, que ojalá nunca ocurra, pues que ese algo valga la pena para que se resguarde un patrimonio que va mucho más allá de nosotros como seres humanos, sino que es el futuro”, menciona emotivo.
En varias respuestas se ha evidenciado el miedo y la molestia que los guardaparques tienen contra el Estado, ya que aseguran que las autoridades son las verdaderos responsables de su situación, quienes los intentan silenciar, los acosan o los amenazan.
“Lo que para nosotros es más difícil de afrontar es que el enemigo sea interno, que esos enemigos sean superiores, sea gente de tu propia institución, sea el mismo Estado”, concluye Uzquiano.
“El Estado tiene la obligación de generar ese apoyo, ese acompañamiento institucional y creo que lo que le pedimos y le exigimos es eso, que atienda además la agenda de los guardaparques, las obligaciones laborales que tienen con los guardaparques, que puedan mejorar las condiciones de los campamentos, es decir, darle mejor equipamiento, mejor infraestructura, incluso mejores elementos de protección para el combate de incendios, para su propia seguridad durante las navegaciones fluviales”, menciona frustrado el jefe de protección de la EBB.

Un día siendo guardaparque para liberar a 800 petitas
Alrededor de las 5.20 de la mañana de un sábado de junio, una incalculable cantidad de pájaros de diversas especies comienzan a cantar, cada uno con una armonía distinta que, sin coordinación aparente, sincroniza perfectamente con el canto de las otras aves. Es una alarma natural que resulta hermosamente ensordecedora.
En el Campamento Central de San Borja, se comienzan a escuchar, entonces, los pasos de los guardaparques listos para iniciar un nuevo día. Sin embargo, no sería un día común, por el contrario, estaría marcado por la emoción debido a que estaba programada la liberación de las petitas.
Desde hace más de treinta años existe el Proyecto Quelonios para salvar a la tortuga de río (o peta como es más conocida allá), sin embargo, no ha tenido gran repercusión hasta hace tres años, cuando al guardaparque a Marcos Uzquiano se le ocurrió la idea de emprender la campaña “Apadrina una tortuguita”, que goza de amplia difusión a través de las redes sociales y algunos medios de comunicación. Este año la campaña buscaba recaudar, mediante donativos, 20 bolivianos por el padrinazgo de cada petita y así contribuir a la protección de su hábitat y los gastos que conlleva mantenerlas con vida.
“¡A desayunar, ya está listo!”, se escucha a lo lejos. Como en cualquier otro hogar, todos se acercan a la mesa y, entre risas, van hablándose los unos a los otros: “Pásame esto”, “dame aquello”, “yo lo pedí primero”, “me toca”. Son una familia, no cabe la menor duda.



A las 7.00 comienza la jornada, oficialmente hablando. Llegan más y más guardaparques al campamento desde distintos sectores de la Reserva de la Biósfera Estación Biológica del Beni (conocida como EBB).
Comienza la reunión general, donde cada guardián recibe la tarea de la que se ocupará ese día. “Alisten a las petitas”, “lleva su alimento”, “armen el perro sentado”, “¿quién está llevando las sillas?”, “ustedes van en la camioneta, nosotros en las motos”. Se da fin a la reunión y todos caminan apresurados.
8.27 de la mañana y el «perro sentado» ya está armado, entre risas, dos guardianes cuentan a los que no lo vieron, cuánto han discutido por eso.
«No sabes que tanto hemos peleado sobre cómo armar esto», menciona el guardián nacido en San Borja. «Pero contales bien pues», dice el guardaparque nacido en otro punto del oriente. “Diez minutos lo he dejado y este ya estaba haciendo un hueco», concluye.
Resulta que, mientras no estábamos, el primer grupo de guardaparques debía ir a las orillas del río a limpiar un poco el área donde se realizaría la liberación, colocar algunas sillas, llevar la mesa para la ceremonia previa y finalmente armar un «perro sentado» para cubrir del sol a quienes darían unas palabras en el acto. Al ser los guardaparques de distintas regiones, hubo un malentendido bastante divertido.
Pasa que, el «perro sentado» al que se referían los jefes de los guardaparques en la reunión, era un pequeño techo rústico hecho de hojas grandes y ramas gruesas que servía para dar sombra. Y el «perro sentado» al que aludía el compañero de otra región, era un hueco de gran tamaño cavado en la arena o tierra para que la gente se siente adentro a modo de evitar el sol y el calor. Al ser cosas similares en función, pero distintas en apariencia y elaboración, claramente hubo una discusión sobre cuál de los dos era el correcto.
Entre risas concluyen que «al final se hizo este (el de las hojas) para que nadie se ensucie pues». Chacotean amistosamente entre ellos y continúan haciendo sus tareas correspondientes.
9.00 en punto. Las primeras personas aparecen a lo lejos del puente Maniqui. Una madre con niños emocionados que esperan la llegada de las petitas se guarecen en la pequeña sombra que proporciona el perro sentado. La caravana de motos se escucha a lo lejos, más familias se dirigen al punto de encuentro, listas para ver la liberación y posteriormente quedarse a pasar un día de campo a orillas del río.
9.25. Las 800 petitas son traídas con mucho cuidado por un grupo de guardaparques. Se escuchan gritos emocionados de niños de la zona, aparece más gente que llega a las justas para presenciar el acontecimiento, medios de comunicación benianos que llegan para cubrir el evento y los últimos guardianes traen a quienes que hablarán en el acto.
09.36. La encargada de control social arranca con los discursos dando la bienvenida a todos los presentes y haciendo una pequeña reflexión sobre la importancia de preservar la vida y cuidar las áreas protegidas tanto como a los guardaparques. El presidente del comité de gestión la EBB, Eligio Bie, por su parte, menciona el arduo trabajo de los guardaparques detrás de todo el evento.
Luego de agradecer a todos los bolivianos, Marcos Uzquiano, guardaparque y jefe de protección de la EBB, introduce la historia de Jorge Cari, el comunario indígena chimán que, con ayuda de los guardaparques, hace un año tomó la iniciativa de salvar a las petitas de río creando, en su casa, una playa artificial para así rescatarlas y entregarlas vivas para su liberación en lugar de traficar con ellas o con sus huevos. Antes, esta iniciativa era realizada solo por los guardaparques.
Las tortugas habitualmente desovan en la playa, donde los traficantes aprovechan para recoger los huevos y venderlos para su consumo. Sin embargo, Cari junto a su familia se da a la tarea de recoger los huevos y llevarlos a la playa artificial hasta que eclosionan, es decir, hasta que nacen las tortugas. Cuando están listas para valerse por sí mismas en el agua son entregadas a los guardaparques para su liberación. A cambio, Cari recibe Bs 10 por cada petita viva que entrega, dinero que se recauda de padrinos y madrinas que donan específicamente para este fin.
Los demás donativos de la campaña van directamente a los guardaparques que lo utilizan para solventar el combustible necesario para los patrullajes de búsqueda, para la alimentación de las petitas, para el mantenimiento de las playas artificiales, entre otros gastos.
Por eso, Uzquiano no ahorra agradecimientos para las madrinas y padrinos de todas las tortuguitas que serán liberadas en unos instantes. “Hasta el 5 junio 2025 a las 9:20 AM se recaudaron 19.188 Bs”, anuncia Marcos con una sonrisa en el rostro. “En este momento tenemos sentimientos encontrados”, menciona Uzquiano, haciendo referencia a la felicidad por la liberación y a la empatía que ha mostrado el pueblo de San Borja y de toda Bolivia por los donativos.
Como dato, este 2025 se liberaron 800 petitas, a diferencia de años anteriores cuando la cifraba estaba en las 1.200 y 2.000 tortuguitas.
Rolando Sanchez, director de la EBB, es el último en tomar la palabra, quien se entusiasma al ver a los niños presentes y da inicio a la liberación de las tortuguitas. “Nos duele despedirnos ya que han estado cinco meses con nosotros, pero es su hábitat y es donde ellas deben estar”, finaliza.
Una lluvia de aplausos inunda el lugar y las personas se preparan para comenzar con la liberación. Los guardaparques responsables de las petitas las transportan hasta la orilla del río y comienzan a organizar a los niños en una media luna para que las petitas tengan el espacio suficiente para poder comenzar sus nuevas vidas.

Las autoridades son las primeras en liberar a las tortuguitas y ellas corren entusiasmadas hacia el río, siendo las primeras en desaparecer en las aguas del río Maniqui. Pasan los minutos y la segunda tongada es liberada, esta vez por los niños del lugar.
Finaliza la liberación pública y algunas personas empiezan a abandonar el lugar, algunas familias se quedan a conversar con los guardaparques y muchos niños se meten al río a nadar o a refrescarse un poco, ya que el calor es abrasador.
Los guardaparques se reúnen una última vez y poco a poco van acercándose al bañador donde se encuentran las demás tortuguitas y se despiden dándoles los mejores deseos, termina ese pequeño ritual íntimo, posan para una última foto con ellas y dándoles un último adiós, voltean ligeramente la fuente y las petitas son liberadas en masa.
Una imagen conmovedora para la posteridad, cientos de tortuguitas corriendo hacia el río, en busca de una nueva vida. Sus cuidadores las observan orgullosos y melancólicos, pero sobre todo felices por haber cumplido una vez más, la misión de proteger la vida. La última petita desaparece entre las olas, los guardaparques sonríen y con un cálido abrazo, sellan el final de tan importante jornada.
Marcos Uzquiano: “Es como ir a la guerra. Vuelves a tu casa pero no vuelves (siendo) el mismo”
Lleva 21 años de servicio y no hay un solo día en el que no haya peleado por los derechos de los guardaparques. Marcos Uzquiano Howard, actualmente es jefe de protección de la Reserva de la Biósfera Estación Biológica del Beni (EBB) y también presidente de la Asociación Boliviana de Guardaparques (ABOLAC), es un claro ejemplo de resiliencia. Nació en el municipio de San Buenaventura. Comenzó en el Madidi como voluntario, haciendo trabajos de mensajería, de atención radial en el campamento principal sin contrato. Pasó el 80% de su vida como guardaparque en el Parque Nacional Madidi.
Cuenta todos las adversidades que un guardaparque boliviano tiene que sobrellevar diariamente en una entrevista realizada en Trinidad el 26 de mayo del 2025.

¿Cuáles son los principales riesgos que enfrenta diariamente siendo guardaparque?
Para empezar, riesgos a la salud. Creo que es uno de los aspectos más críticos que se viene debatiendo hace mucho tiempo porque estamos expuestos a problemáticas ambientales complejas como vienen a ser los incendios forestales. No es tanto el salir quemado de un incendio sino la inhalación de altas concentraciones de dióxido de carbono. Entonces tenemos estos problemas en las vías respiratorias. Hay riesgos a la salud por enfermedades como la leishmaniasis, el chagas en algunas otras regiones de Bolivia, o también riesgos de mordeduras de serpientes en algunos casos o a sufrir accidentes, tanto naufragar en los ríos como de repente algún accidente en vehículos en los cuales nosotros nos trasladamos a cumplir nuestras funciones, así como riesgos con las personas.
Sin embargo, el mayor riesgo para nosotros es el riesgo humano, de enfrentar a los infractores, taladores, mineros ilegales, a la gente que incursiona ilegalmente en las áreas protegidas. Últimamente hemos puesto dentro de la lista de riesgos la estabilidad laboral. Y tristemente en ese nivel de riesgo está el Estado, el mismo Estado que nos genera una especie de vulnerabilidad hacia los guardaparques, es el que mayormente nos acosa, nos quiere silenciar, nos quiere callar, nos quiere condicionar o quiere simplemente poner a disposición de organizaciones y de sectores que tienen intereses contrapuestos a las áreas protegidas, poner a los guardaparques muchas veces al servicio de estos grupos, lo cual es obviamente reprochable desde nuestro punto de vista.
Entonces, es un riesgo a la salud, es un riesgo a tu estabilidad, a tu seguridad laboral como guardaparque, y también es un riesgo al patrimonio integral de las áreas protegidas, como patrimonio del Estado.
¿Qué quisiera decir sobre las condiciones de inseguridad o de la precariedad laboral?
Lo que nosotros sí quisiéramos pedirle al Estado es que cumpla con su deber, que cumpla con el deber de proteger nuestras áreas protegidas, de garantizar el rol que cumplimos los guardaparques brindando todo el acompañamiento y el apoyo institucional de Estado que nosotros necesitamos para que se resguarden y se protejan las áreas protegidas, incluso por encima de la seguridad nuestra. Porque al final siempre decimos, si en algún momento va a pasar algo a un guardaparque, que ojalá nunca ocurra, pues que ese algo que ocurra valga la pena, valga la pena para que se resguarde un patrimonio que es el futuro, el bienestar de las generaciones futuras.
Pedimos, además, que atienda la agenda de los guardaparques, las obligaciones laborales que tienen con los guardaparques, que puedan mejorar las condiciones de los guardaparques en sus campamentos, es decir, darle mejor equipamiento, mejor infraestructura, incluso mejores elementos de protección para el combate de incendio, para su propia seguridad durante las navegaciones fluviales. Y todo el acompañamiento que se requiere desde el Estado, desde otras instancias de Estado como la Policía, las Fuerzas Armadas que acompañan a los guardaparques, porque nosotros no somos un cuerpo armado, somos un cuerpo uniformado, pero que no portamos armamento. Entonces creo que necesitamos el máximo apoyo, la máxima atención del Estado. Y uno de los pedidos más importantes que tiene la familia de guardaparques a nivel nacional es el traspaso de los guardaparques eventuales al Tesoro General de la Nación.
Son más del 60% de todos los guardaparques de Bolivia que están bajo contratos eventuales y nosotros le pedimos al Estado que resuelva históricamente ese tema que lo tiene arrastrando hace mucho tiempo.
Mencionaba también que hay muchos grupos que representan un riesgo para ustedes. ¿A qué grupos se refiere?
Me refiero principalmente a mineros ilegales en áreas protegidas, a grupos de traficantes de tierra, grupos que trafican con la fauna silvestre, traficantes de colmillos de jaguar, cazadores furtivos, taladores de madera, gente que todavía sigue traficando con la tala ilegal de madera o de recursos forestales. Y bueno, hay una gran gama de gente que tiene estos intereses contrapuestos, de ampliar la frontera agrícola, de expandirse incluso dentro de las áreas protegidas, o de, a través de sus influencias, generar injerencia directa en las decisiones institucionales, esto por el tema de corrupción en Bolivia, que es muy alto, tristemente.
¿Cuentan con algún seguro de vida o seguro de salud?
El único seguro que tiene el guardaparque es el seguro de la Caja Nacional de Salud (CNS), pero es un seguro con bastantes deficiencias, limitaciones, porque si ya en las grandes ciudades el seguro de la CNS es deficiente, tú te imaginarás lo que viene a ser el seguro en una zona remota de la Amazonía, del Chaco, del Valle, donde no hay ni siquiera una posta, o sea, ni las comunidades tienen un médico. Entonces es un seguro nominal que sí en algunos casos de emergencia nos puede funcionar, pero no es un seguro efectivo, oportuno y eficiente para nosotros. El Estado no nos provee un seguro de vida, por ejemplo, tampoco nos provee un seguro contra accidentes.
El único seguro contra accidentes que hemos gestionado es el que se ha gestionado por medio de la Asociación Boliviana de Guardaparques gracias a un contrato de auspicio, una donación que nos ha hecho la Nacional Seguros.
Si algo le llega a pasar al guardaparque, si por mala suerte llegaría a sufrir algún accidente, hay varias cosas que el seguro, incluso el seguro de la Caja Nacional, no cubre. Y si eso llega a ocurrir, que un guardaparque quede paralítico, entonces ¿quién se hace cargo de la familia?
El guardaparque no es como un agente de oficina o como un policía que está haciendo cosas cerca de las ciudades o en carreteras, o volando en vuelos regulares. Es un elemento especializado que carece de mucho apoyo y muchas de sus actividades tienen que cumplirlas bajo estas condiciones de hostilidad en situaciones muy adversas. Para navegar un río nos dicen “el seguro va a cubrir siempre y cuando naveguen embarcaciones certificadas”. Pero estás patrullando en medio del monte. Muchas veces tienes que cruzar el río, te tienes que tirar en un tronco o nadar en el río o un lago porque no hay otra forma de hacerlo. O dicen, si van a volar en alguna aeronave, tiene que ser en alguna aerolínea comercial oficial del Estado boliviano. Por favor, eso no hay en áreas protegidas. Los caballos tampoco son un medio seguro ni autorizado. Entonces, bajo esas condiciones, muchas cosas tienen que cambiar en Bolivia para entender la realidad del guardaparque. Tienen que venir y conocer bajo qué condiciones nosotros trabajamos para adaptar esas coberturas de seguro a estas condiciones, porque si no, no sirve de nada. Sus coberturas básicamente no funcionan, no son efectivas, no son objetivas y tenemos que estar disimulando que nos caímos de un caballo. No te caíste de un caballo, te accidentaste en un carro, en una flota. Entonces, tienen que a veces hasta mentir.
¿Cómo estos aspectos impactan en su bienestar emocional?
Sinceramente creo que es la primera vez que me tocan este aspecto, que ya lo habíamos abordado con los guardaparques. Y creo que el aspecto psicológico es algo que todavía no se mide ni se le brinda atención dentro de las áreas protegidas de Bolivia. Por ejemplo, el combatir un incendio no solamente te va a generar estos riesgos a tu salud física, sino psicológica. El presenciar o el estar sometido a una presión constante dentro o bajo situaciones completamente adversas te genera un daño psicológico.
Como yo digo, es como ir a la guerra. Vuelves a tu casa pero no vuelves (siendo) el mismo, porque miras situaciones tan desastrosas, situaciones tan tristes que te calan el alma. No es que fui a apagar un incendio y que vuelvo a mi casa y duermo tranquilo hasta el otro día. Te queda en la mente, te queda en el corazón ver animales calcinados, ver seres vivos que se están cociendo muchas veces delante tuyo y que tú no sabes absolutamente nada que hacer. O rescatas un animal que está completamente herido, te cala el alma.
Así como me pasa a mí, le pasa mucho a los guardaparques de que hay un daño psicológico muy fuerte y no solamente por estos problemas ambientales sino por esta persecución institucional, esta situación constante de inseguridad laboral. Estoy desempeñando mi función pero tengo que tener mi cabeza a veces pensando en la familia, pensando en que si mañana o el siguiente semestre nos renuevan o no nos renuevan el contrato, si nos van a pagar o no nos van a pagar porque el guardaparque no tiene la oportunidad de depender de otro ingreso económico más que de su salario.
Entonces su familia, él y su bienestar dependen de eso. Y cuando el Estado falla con esa situación como ya ha fallado con los refrigerios, con los subsidios, entonces ¿qué te queda?
¿Estos riesgos han cambiado su percepción del trabajo a lo largo del tiempo?
Yo creo que no. Estos riesgos todavía que son más psicológicos, mentales, pienso que más bien se profundizan en los guardaparques y se profundizan porque no han recibido una atención efectiva, ni por parte del Estado ni en lo personal, porque al final lo que menos preocupa a tu entorno laboral es cómo tú te sientes, si emocionalmente estás bien, estás mal, a nadie le importa, solamente el hecho de que tú cumplas tu labor, incluso sin los insumos, sin los recursos que realmente necesitas para eso. Entonces pienso que más bien se acrecienta esto. Y yo recuerdo una anécdota hace como unos, debe ser nueve, siete años atrás, donde hicimos un proceso a una minera en el Madidi y cuando ya impongo la sanción justamente la parte contraria, en su apelación, en una de sus resoluciones y memoriales me amenazan legalmente y también al SERNAP, pero en las fundamentaciones que ellos ponían era precisamente porque ese apasionamiento que ellos lo miran como adverso, negativo o tal vez anormal, de que yo como guardaparque había impuesto una sanción que no correspondía legalmente o era muy exagerada.
A veces nos miran como locos porque meterte a un área, a un lugar así remoto, yo creo que no lo haría cualquier persona. Recursos humanos no es la entidad que solamente tiene que ver si cumples o no cumples tu función. También tiene que preocuparse de estos temas, de la salud mental de los guardaparques, de la psicología, de su aspecto emocional, porque a veces tú estás en un campamento lejos y se te muere un ser querido o se le enferman los hijos a los guardaparques o incluso pierden su familia, entonces hay un daño emocional, sentimental, psicológico muy fuerte que nadie lo valora, nadie le presta atención e incluso puede llegar a situaciones mucho más complejas, extremas.
He visto colegas guardaparques súper afectados emocionalmente. Me llamó un colega de Carrasco súper afectado, en llanto prácticamente porque estaba recibiendo mucha presión, mucho acoso por parte de sindicatos, de organizaciones, que lo estaban amenazando a él, pero no hay quien le dé respaldo, por lo menos un abrazo, decirle aquí estamos contigo, institucionalmente creo que carecemos de todo eso, y debería ser un aspecto súper elemental que se le tiene que prestar toda la atención necesaria.
¿Cómo afecta el desempeño laboral el estar en un estado emocional así tan vulnerable?
Es que esto es como la guerra, eres un soldado que estás en la trinchera, en el frente de batalla, en la primera línea, donde no te queda otra que sacar fuerzas de tus debilidades, de tus problemas emocionales y seguir combatiendo porque también es tu vida, es para lo que nosotros hemos sido formados. Creo que lo único que nos mueve a nosotros a seguir adelante es esa conexión con esto, que lo sentimos tan nuestro, porque las áreas protegidas para los guardaparques son como nuestro hogar. A veces nos preguntamos entre nosotros, ¿por qué peleamos tanto? Si al mundo no le importa. Y caemos en la conclusión de que esto es nuestro, es que somos de repente lo que nos tocó hacer en la vida, y por algo estamos acá, entonces creo que solamente eso nos mueve a seguir adelante, a seguir protegiendo, conservando, y que al final sí, los guardaparques que tienen familias, ellos dicen yo lo hago por mis hijos, lo hago por mi familia. O los que tienen ahí las comunidades, igual ellos dicen, no, háganlo por nosotros, es que te parte el alma ver los niños indígenas, por ejemplo, que están conectados, están felices en un entorno natural sano, y pensar en que en algún momento venga una amenaza externa y destruya todo ese entorno natural, para la fauna, para la biodiversidad, para la gente y la humanidad. No es que un guardaparque no llora, no se aflige, sino que lloramos nuestras derrotas, a veces celebramos nuestras victorias, pero en silencio.
Y usted Marcos ¿por qué lo hace?
Porque al final soy de acá, esto es mío, pertenezco a este mundo, a este lugar, y creo que eso es lo que más me compromete y me conecta cada día. Aunque yo esté fuera del SERNAP, igual me van a tener acá al frente. Igual vamos a seguir firmes, con la misma determinación defendiendo, protegiendo esto, porque es nuestra casa, es nuestro hogar, no tengo otro lugar donde irme. Así que para bien o para mal nos van a tener acá, y lo hago porque tengo una conexión muy profunda con la naturaleza, con el monte, con la selva, con los animales creo que parecemos que venimos de otro mundo los guardaparques.
Algunos dicen “están ahí por su trabajo, están ahí, no hacen nada, duermen todo el día”, pero no es eso, creo que el guardaparque tiene una manera muy particular de hacer lo que realmente hace, y gracias a ese empeño a esa firmeza y a esa determinación todavía tenemos áreas protegidas conservadas otras sí que están siendo muy fuertemente impactadas, pero no es por descuido de los guardaparques sino más bien es por estos factores externos políticos, sociales, económicos que inciden en áreas protegidas y que rebasan la capacidad de control de los guardaparques.
¿Ha recibido algún tipo de información o capacitación sobre cómo manejar estas situaciones estresantes asociadas a su trabajo?
Muy poco, sinceramente muy poco, algunas veces he leído algunos métodos de cómo recuperarme emocionalmente, o qué hacer para tratar de lidiar con esa situación crítica, cómo entender el momento con la realidad que uno afronta y con la misión, con el deber que tenemos que cumplir, pero a nivel institucional no, no hemos recibido ese tipo de instrumentos o herramientas, de repente para conocer cómo combatir esto cómo manejar crisis, en un determinado momento sí hemos recibido algunos insumos pero no en el aspecto psicológico.
¿Cree que este tipo de formación, talleres o incluso aunque sea un folleto sería importante para ustedes, o tendría que implementarse para las capacitaciones regulares?
Definitivamente tendría que implementarse una capacitación presencial, donde se le enseña al guardaparque cómo lidiar con esto, cómo manejar esta situación de crisis emocional, psicológica e interna de cada uno de nosotros, o colectiva si se quiere porque si hay situaciones en las que estamos expuestos a un mismo problema, a una fuerte presión psicológica a nivel de grupo, entonces sí creo que sería una herramienta muy importante.
¿Considera que las políticas públicas actuales del país garantizan el bienestar de los guardaparques tanto emocionalmente como físicamente?
Más que las políticas y las normas yo pienso que podrían ser las voluntades porque las normas sin voluntad política no funcionan. Por un lado, generar políticas que vayan dirigidas a precautelar nuestra biodiversidad, precautelar el cuidado por los bosques, por nuestros ríos y además precautelar el cumplimiento normativo ambiental.
Pero a la mayoría de las autoridades pareciera no importarles, pareciera simplemente que ellos ven en una movilización minera la cantidad de votos que pueden captar y obviamente ceden ante todo, como ocurrió recientemente, entonces vemos con mucha incertidumbre la situación ecológica ambiental del país, principalmente de las áreas protegidas, de las reservas forestales. El Estado tiene la capacidad económica, la capacidad jurídica, todos los mecanismos, incluso coercitivos para poder garantizar la integridad territorial, no solo de las áreas protegidas, sino de toda la protección del patrimonio natural que tenemos, pero no lo hacen precisamente porque hay mucha corrupción. No lo hacen porque tenemos instituciones completamente desinstitucionalizadas, tenemos organizaciones sociales que han cooptado muchos ministerios e instituciones claves para la conservación.
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