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Opinión

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Sumando Voces

Daniel Espinoza

Mientras me lees, mientras estoy redactando, miles de vidas inocentes mueren calcinadas, otras miles huyen, y algunas voluntades de hierro se han adentrado al mismo infierno para asistir a las víctimas de esta masacre. Veo nuestro cielo oscuro y miro a los lados. Lágrimas corren por nuestros rostros, aunque no podemos imaginarnos el sufrimiento de quienes están allá. Escucho y critico a quienes hacen farándula en este contexto, pero entiendo que la indiferencia es uno de los antídotos más efectivos para no desmoronarse en pena e ira. Siento el grito mudo de un pueblo indignado, que tiene que remar muy fuerte para sobrevivir, casi sin tiempo para esta causa. Admiro a quienes denuncian, investigan, actúan y aportan a la lucha humana ante esta catástrofe. Me pregunto si hay algo que podemos hacer.

Veo en mi entorno, y fuera de él, lamentos y quejas de todo tipo. En la mesa, en el minibús, en la calle, en el celular. No podemos ser tan pocos. No podemos ser ignorados tan descaradamente, aunque si se tapan los ojos con tanta violencia, qué les impide taparse los oídos ante nuestro clamor. Pienso en nuestras jornadas más democráticas y solo se me ocurren votaciones por aquellos que ni siquiera sabemos de dónde vienen, que en muchos casos no han mostrado su valía. Pienso en un dictador elegido por un congreso que más parecía un pasanaku, pienso en un presidente que reclama por la irresponsabilidad económica que él mismo avaló en la anterior gestión. Pienso en tantos que se han favorecido de una maquinaria en la que nos han encajado como engranajes.

Cuanto más observo, más me percato de nuestros hombros caídos, al borde de la rendición ante un escenario desolador. Veo a un gobierno miope, confundido y prepotente, con intenciones que se ocultan en la oscuridad de la violencia que estamos presenciando, haciendo gala de una pasividad que aterra. Un gobierno inservible que se sirve del pueblo. Saco del bolso a algunas autoridades que han demostrado compromiso con esta causa y con tantas otras para defender la vida digna, sin ejercer el salvajismo al que nos ha acostumbrado el “folklore político” de Bolivia. No merecemos esto.

Estoy consciente de que, en este escenario político, la participación de la población ha descendido y se ha transformado en un ámbito indeseable. Escucho que se ha avanzado en algunos aspectos, pero el balance es claramente negativo, gracias a que las cosas se manejan arriba, y no se impulsan desde las bases. Se ha perdido la humanidad porque esta no emana del poder, sino de las personas, de nuestro pueblo. Nuestra participación es una necesidad para que podamos revertir este rumbo a la deriva, para que detengamos esta catástrofe. Estamos en los albores de otro momento histórico, y depende de la sociedad civil, de los que damos el poder, definir el sentido y el alcance de los episodios que se nos avecinan.

El aire más puro de América, escuché hoy. Una de las constituciones modelo para el mundo, lo dijeron varias veces. El pueblo boliviano no se deja, lo hemos dejado claro. La unión es la fuerza, revisen en sus bolsillos. Tantas cualidades han dejado de ser, tantas herramientas están estáticas, tantas lecciones se han olvidado. No podemos quedarnos estáticos ante la violencia, debemos actuar. Ahora es cuando.

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Daniel Espinoza es abogado y politólogo, comprometido con la defensa de los derechos humanos.

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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