Daniela Leytón Michovich
Gaslighting y posverdad van de la mano, les encanta tomar gelatina en la plaza Murillo y reírse de todos. Viven en cada búnker gubernamental, en cada discurso oficial, se reproducen como minions en los medios de comunicación estatales y en aquellos en los que los líderes del partido tienen sus acciones invertidas. Su misión es generar confusión y olvido.
Mientras la posverdad funciona como un paraguas para capturar lo colectivo, el gaslighting penetra en cada espacio personal: causa ansiedad, desorientación y angustia. Así, existen varias formas de confundir, algunas son: crear un enemigo, flexibilizar la institucionalidad a gusto, utilizar un léxico leguleyo, controlar el conocimiento y el acceso a la información, manipular la participación, crear doble función en distintas organizaciones estatales, redireccionar las demandas, distorsionar los hechos.
A pesar de esto, debemos rescatar que la sociedad boliviana siempre fue muy despierta, nos toca dar un paso más. Constitucionalmente, las bolivianas (os) tenemos derecho a la rendición de cuentas sin parafernalia (con indicadores objetivos y comparativos), acceder a la información pública de forma transparente y en un lenguaje claro, a participar sin ser condicionados. Tenemos derecho a conocer, revisar y exigir sin miedo a ser perseguidos, procesados o encarcelados.
Por ejemplo, entre la información a la que se debe tener acceso está: el debate y el voto en el Pleno de la Asamblea, los proyectos de ley que están en debate, quiénes lo presentaron, cuáles fueron los proyectos rechazados y por qué, quienes financian a los partidos políticos, la lista de los feminicidas sentenciados (lo que hace años exige María Galindo), el padrón electoral, los presupuestos gubernamentales al detalle y su ejecución, los contratos y licitaciones con datos de consultores/empresas a cargo y su relación con el gobierno o el partido, la trazabilidad de trámites, métricas e indicadores de desempeño de los programas, planes y servicios públicos, información sobre el proceso de contratación, la hoja de vida y las evaluaciones de desempeño de los funcionarios públicos por parte del ciudadano, las auditorías internas y externas al aparato gubernamental y su gestión.
Hablemos de gobierno abierto ahora, pero de gobierno abierto de verdad. Mi nombre es Daniela Leytón Michovich, ciudadana nómada latinoamericana, apasionada por el conocimiento, la ciencia, la anarquía y el arte. Tengo una formación como psicóloga política, especialista en análisis y transformación de conflictos sociales, magíster en Estudios de la cultura y PhD(c) en Estudios Latinoamericanos. Como docente tengo experiencia en las materias de neurología, psicofisiología, psicología de la comunicación y otras asignaturas más vinculadas a la sociología y ciencia política. Durante gran parte de mi vida fui activista en derechos de los pueblos indígenas y la lucha feminista, actualmente presido una Red internacional académica-activista interesada en las epistemologías y geografías feministas.
El gato de Schrödinger será el seudónimo que me acompañará en este espacio. Aquí reuniré los temas que motivan mi interés y que giran en torno a: los enfoques de género, las neurociencias, el gobierno abierto, la gobernanza y los vínculos entre la tecnología y la sociedad. Mi objetivo es aportar con una lectura crítica que permita despertar su curiosidad en estas cuestiones tan urgentes, promover la reflexión, las diversas posibilidades para imaginar y construir el cambio social que tanto necesitamos.
¡Les agradezco por acompañar este viaje! Les invito a seguirme en la columna de Sumando Voces los días viernes con periodicidad quincenal.
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Daniela Leytón Michovich es psicóloga política y cientista social (El gato de Schrödinger)
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