8M, felicito y agradezco, sigamos luchando

Opinión

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Cecilia Vargas

En este 8 de marzo, día internacional de la mujer, quiero conmemorar la lucha de las mujeres a lo largo de la historia en la búsqueda por la igualdad de género.

En 1908, 15.000 mujeres marcharon por las calles de Nueva York para exigir mejores condiciones laborales, salarios más altos y el derecho al voto. En 1911, una huelga de trabajadoras textiles de Lawrence, Massachusetts, que duró varios meses, fue muy importante para la lucha por los derechos laborales de las mujeres. En 1917, las mujeres rusas organizaron una manifestación en lo que hoy es San Petersburgo, contando con el lema y la exigencia: “Pan y paz”. Esta última manifestación se realizó el 23 de febrero del calendario juliano, lo que corresponde al 8 de marzo del calendario gregoriano. Desde 1977, la Organización de las Naciones Unidas declaró oficialmente al 8 de marzo como el día internacional de la mujer.

Muchas publicaciones dicen que no hay que felicitar a las mujeres en el 8M, porque no se celebra, se reflexiona, se conmemora y reclama. Discrepo, porque yo felicito y agradezco a aquellas mujeres que han avanzado por todas, a aquellas políticas que han cambiado esquemas y han logrado combinar la maternidad y las interminables reuniones. Felicito y agradezco a aquellas mujeres que reclamaron por nuestro derecho al voto. Agradezco a las que comenzaron a incorporarse en espacios que se decía solo eran para hombres; en áreas de medicina, ingeniería y todas las ciencias. Felicito a aquellas mujeres que se han enfrentado a la violencia machista, y han denunciado, y han confrontado a aquellos misóginos que pretenden cuestionar nuestra maternidad y actividades personales en función de lo que diga o deje de decir la pareja. No nos define el color de la vestimenta, ni las habilidades dentro y fuera del hogar. Somos seres humanos.

Desde luego que la lucha sigue, porque nos queremos libres, porque queremos caminar en la calle con la ropa que nos dé la gana, a la hora que nos dé la gana y que nadie diga algo al respecto, justificando lo injustificable: violencia, violaciones y muertes; porque no importa el atuendo, no importa si estamos solas o acompañadas, eso de “es una mujer de su casa”, o “una chica de familia no sale a esas horas” debe quedar únicamente como mal recuerdo, o mejor, que se borre de nuestra memoria.

En época electoral, cualquiera sea ésta, si una mujer se manifiesta: “en esa palestra solamente están hombres y no hay mujeres”, suele salir una voz respondiendo: “que una mujer se postule, pues”. Respuesta simplista y superficial, que ignora el hecho de que muchas mujeres no postulan porque las roscas o círculos de poder, de las que tanto se habla, están compuestas generalmente por hombres. Hombres que en su mayoria tienen a su lado a una mujer que cuida a sus hijos, que se ocupan de su hogar. La crianza desde el patriarcado ha marcado al hombre como líder, como símbolo de fortaleza e inteligencia, y a la mujer, estereotipada, de vestido y con los hijos, callada y sin opiniones; sin cuestionar los roles tradicionales impuestos, a pesar de que a lo largo de la historia se ha demostrado que las capacidades de las personas no dependen de su género.

En Bolivia,  han habido casos de violencia de género extrema. Uno de  los más preocupantes ha sido el de la concejala Juana Quispe, quien fue asesinada a causa de un complot entre sus adversarios políticos. La sentencia se dio 11 años después del hecho. ¡11 años! En tanto, la lucha sigue también por eso.

Seguro que habrá manifestaciones y reclamos, y sigamos en esto, porque cuando una mujer denuncie violencia no la revictimicen, no le hagan volver a su casa pidiéndole reflexiones por sus hijos; porque cuando nazca un niño el cuidado sea compartido, padre y madre, al igual que el resto de responsabilidades.

A los lectores varones, les digo que ésta no es una lucha  entre hombres y mujeres. Nosotras queremos las mismas oportunidades, los mismos derechos. Somos seres humanos como ustedes, con aspiraciones. Los hombres y las mujeres formamos un equipo, cada uno con sus diferencias, y también convergen nuestras coincidencias.

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Cecilia Vargas es médica y docente universitaria

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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