XV Encuentro Cívico Iberoamericano

Opinión

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Sumando Voces

Nelsa Curbelo

Durante los días 25 y 26 se septiembre se realizó en Quito el XV Encuentro Cívico Iberoamericano, que presentó una declaración a Cancillería para hacer llegar a los participantes en la cumbre de jefes y jefas de Estado que se celebrará en Cuenca el 14 y 15 de noviembre de este año.

La declaración fue elaborada y adaptada por 24 plataformas y redes que representan más de 2.600 organizaciones de la región Iberoamérica.

Su propuesta se centró en la importancia de la cooperación y la integración entre los países, ya que nadie puede solo frente a problemas y desafíos globales. Los participantes enfatizaron la necesidad de fortalecer los lazos entre las naciones, promover el diálogo intercultural y abordar desafíos comunes, como la desigualdad y la pobreza. Según datos de Cepal, “más de 180 millones de personas en la región no cuentan con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas, y entre ellas 70 millones no tienen ingresos para adquirir una canasta básica de alimentos”. Mientras que el narcotráfico y la corrupción socavan las bases de las instituciones y cooptan el poder político con las enormes sumas de dinero de las que disponen.

Destacaron temas como la democracia, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. No olvidaron a las personas e instituciones defensoras de los derechos humanos, el medioambiente y el territorio que sufren persecución, son criminalizadas, violentadas y, en el peor de los casos, asesinadas; ni la gestión migratoria, la problemática de mujeres, infancia y personas con discapacidad y los sistemas de educación pública.

En las recomendaciones abordan todos los problemas antes mencionados que nos son afines y recomiendan a los jefes de Estado que discutan esas prioridades en sus agendas y se reflejen en la declaración que hará la cumbre.

Esos esfuerzos importantes y coordinados de la sociedad civil organizada llevan ya una experiencia de años. Sin embargo, más allá de la conciencia cada vez más documentada de los actores de la sociedad civil, su influencia queda muchas veces en declaratorias a las cuales no se da seguimiento y menos se ponen en práctica en políticas gubernamentales.

Cuando la ciudadanía no encuentra eco ni impacto de su participación en las instancias de poder decisorias, el desánimo la aleja cada vez más del quehacer democrático: este queda reducido a la participación en elecciones. En ellas se eligen los “herederos del trono”, diferenciándose de una monarquía en el hecho de que no es automáticamente hereditario, aunque en algunos casos se acerca peligrosamente, sino que deben ser refrendados en votación popular.

En nuestro caso, la elección de candidatos en elección interna, preparada de antemano, ha sido casi nula. De hecho, casi no hay partidos. Hay muchos candidatos sin partidos y partidos sin candidatos, lo que deja, como sostiene Fernando Carrión, una amplia brecha para que los grupos mafiosos coloquen sus candidatos, pues poseen el dinero suficiente para respaldar campañas. El narcotráfico no necesita un partido propio, ya que ha infiltrado la red de opciones políticas.

Por eso, a pesar del desánimo, es crucial la intervención masiva de la sociedad civil en la construcción de la democracia, con propuestas y seguimiento a los acuerdos logrados.

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Nelsa Libertad Curbelo Cora ​es activista por la paz y escritora uruguaya radicada en Ecuador

Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.

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