En muchos momentos de la historia, cuando se necesitaba construir un país o refundar una sociedad, los verdaderos referentes de las comunidades eran convocados a pensar el rumbo colectivo.
En la antigua Grecia, por ejemplo, los ciudadanos con experiencia —filósofos, médicos, comerciantes, pensadores— formaban parte activa de la discusión política. En los inicios de las repúblicas latinoamericanas, muchos constituyentes eran abogados, médicos, maestros, líderes sociales, es decir, personas con formación y compromiso. En tiempos de crisis o transformación, como después de guerras o revoluciones, se solía convocar a los mejores: científicos, pedagogos, juristas, urbanistas.
Hoy todo eso ha cambiado; muchos de esos referentes técnicos, académicos o éticos se han alejado de la política, cansados de la corrupción, del desprestigio o de la banalización de los cargos públicos. Y como consecuencia, el vacío lo han ocupado quienes reiteradamente tienen poder, pero no conocimiento. Representan intereses legítimos —como sectores productivos o laborales— pero no tienen la preparación ni la visión para legislar sobre salud, educación, medio ambiente, desarrollo humano u otras áreas que requieren el fundamento técnico para plantearlas dentro de las políticas públicas de un país.
Por eso tenemos varias leyes sin coherencia técnica. Por eso hay discursos vacíos. Por eso se repite el espectáculo con frases repetitivas y vacías sin alivio real de lo que adolecemos como país. Necesitamos que los expertos entren a la política.
No para hacer política partidaria, sino para poner su conocimiento al servicio de lo público. Porque si quienes conocen de salud, educación, ciencias económicas y sociales no participan, las decisiones sobre escuelas, hospitales, y salvar la crisis económica como la que vivimos ahora, las tomarán quienes no saben de los temas, aunque sean populares, con manejo improvisado o por la fuerza como sucede con la presión mediante bloqueo de caminos u otras manifestaciones que le han hecho mucho daño a nuestro país.
Hoy más que nunca necesitamos un nuevo pacto, que las personas con vocación y conocimiento se atrevan a incidir, a construir, a dar el paso. Cambiar el país no es sólo tarea de los que hacen política todos los días, es tarea de los que tienen algo que decir y mucho que aportar; hoy no se trata de que candidatos de distintas profesiones y experiencia nos digan todo sobre todos los temas, si bien eso se espera, la realidad es que quienes postulan a la presidencia escuchen a expertos, porque lo técnico es importante. Lectores expertos en algún tema, no sean indiferentes, que las elecciones de agosto próximo vengan cargadas de esperanza, y de cambios radicales necesarios para Bolivia.
–0–
Cecilia Vargas es cirujana y docente universitaria
Las opiniones de nuestros columnistas son exclusiva responsabilidad de los firmantes y no representan la línea editorial del medio ni de la red.